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Gilberto Aceves Navarro regresa; “mi changarro sigue abierto”

Gilberto Aceves Navarro aclara, en entrevista con La Jornada, que no copia la cabeza olmeca, sino que retoma sus características formales, como la cinta de la frente, el casco, y descompone líneas y planos. El resultado son unas 46 obras, entre las que destacan un mural de siete metros y tres conjuntos de cuadros en forma de “mosaicos”, de 20, 35 y 12 lienzos, respectivamente. Las muestras del artista se inaugurarán el sábado 21, en el Seminario de Cultura Mexicana, y el martes 24, en la Galería Lourdes Sosa. Foto: Juan Aceves/ cortesía del estudio del artista

Merry MacMasters

Después de ausentarse de la escena artística varios años, el pintor y escultor Gilberto Aceves Navarro (CDMX, 24 de septiembre de 1931) regresa con dos exposiciones de obras que surgieron del mismo tema: su interés por la cabeza olmeca.

Las muestras serán inauguradas el sábado 21 y el martes 24 de abril en el Seminario de Cultura Mexicana y la Galería Lourdes Sosa, respectivamente.

No obstante los problemas de salud que lo aquejan, Aceves Navarro sigue adelante con su trabajo e investigaciones, aparte de otras actividades, como la creación de la fundación que lleva su nombre, cuyo objetivo principal es fomentar la educación artística, además de ser plataforma para reforzar el conocimiento de su propia obra.

Es indudable el lugar que Aceves Navarro ocupa en el panorama artístico nacional, sin embargo reconoce que su “resonancia” tal vez tenga más que ver con otras áreas, como la educación. (Ha sido un docente muy estimado en la Escuela Nacional de Artes Plásticas, ahora Facultad de Artes y Diseño.) “Nunca fui un profesor común”, expresa. “Siempre tuve la audacia de plantear nuevos métodos y hacer que esto fuera de importancia como ha sido”.

Su método, o “no método”, se llama Cambiamos, por favor, y lo ha plasmado en un libro que va en la segunda edición. En particular tiene que ver con la exaltación del tacto.

“Hay una manera ciega de hacer las cosas, con el tacto y sin ver el papel”, añade.

No hay eso de hacer proporciones y cánones, continúa en entrevista con La Jornada. “No les enseño a dibujar, sino a ver el mundo con ojos de artista, de pintor. Ver qué pueden dar. Es un método que los empuja a realizarse como individuos, no personas de grupo; todos con las mismas soluciones”.

Tropezar con “una figura imponente” detonó 46 obras

La prueba de que la forma de enseñanza de Gilberto Aceves Navarro funciona es que ha tenido “muy buenos, y hartos, alumnos, algunos tan brillantes como Sergio Hernández, Marco Arce y Gabriel Macotela, quienes aportan cosas nuevas”.

Hace unos días, participó junto con Macotela en “la pintada” en una barda ubicada en la avenida Yucatán, esquina con Insurgentes.

Respecto del par de exposiciones, cuya museografía estuvo a cargo de Arnaldo Coen, Aceves Navarro adelanta que giran en torno a su relación con lo que pasa en el arte en México o su historia.

Así fue como un día el artista se tropezó con “una figura imponente” –tuvo noticia de la cabeza olmeca desde la secundaria, de boca del poeta Carlos Pellicer–, que lo provocó. “Algo tengo que hacer con esto”, sostiene.

Las pinturas y esculturas son el resultado de una labor prolongada y “casi sin esperanza”, porque “no me lo planteé diciendo: ‘esto va a ser así y ya’, sino que vamos a encontrar soluciones para esta visión que tuve de la cabeza olmeca”.

Gilberto Aceves Navarro aclara que no copia la cabeza olmeca, sino que retoma sus características formales, como la cinta de la frente, el casco, y descompone líneas y planos.

El resultado son unas 46 obras, entre las que destacan un mural de siete metros y tres conjuntos de cuadros en forma de “mosaicos”, de 20, 35 y 12 lienzos, respectivamente.

Las pinturas están hechas al acrílico, mientras hay cinco cabezas grandes de madera quemada, que su creador denomina “olmecas-Navarro”.

“No he estado quieto ni estoy pidiendo piedad”

A Gilberto Aceves Navarro no le gusta pensar en “qué me falta hacer”, más bien “qué necesito hacer”, porque lo primero viene a ser “un resumen que todavía no tengo la capacidad de realizar. Aún no cierro mi changarro, va a seguir abierto y van a entrar y salir muchas cosas”.

No obstante la dificultad para moverse y respirar, el artista sostiene: “No me he rajado. Hago cosas. No condiciono a mi enfermedad el resultado de mi pintura. Ésta es buena porque lo es y porque trabajo en ella como loco. No he estado quieto ni estoy pidiendo piedad”.

–¿Cambió su estilo?

–Cada vez que hago algo, cambio; estoy en evolución perpetua. Ya le puse tres colas al monito.

(El Seminario de Cultura Mexicana se ubica en Presidente Masaryk 526, y la Galería Lourdes Sosa en Ibsen 33 interior A, ambos en Polanco.)

JSL
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