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Mark Strand: Recordar el enigma

Foto: AFP

Ana Terán Cornejo

tell them I am still here […]

that by being both here and beyond

I am becoming a horizon

-Mark Strand

Breath

 

Hace exactamente un año, el 29 de noviembre de 2014, falleció el poeta estadounidense Mark Strand a la edad de 80 en Brooklyn, Nueva York y nos legó una obra poética entrañable. Los poemas de Strand se nutren del misterio, de lo que nos es imposible nombrar. En sus textos crea situaciones, ambientes, mundos. “This wind is strong, he thinks/ I like this wind, she says / The wind unfolds. / The wind is everything to them” (“The marriage”, Reasons for moving, 54). Y para él la poesía requiere paciencia, tiempo; los poemas no son vehículos de verdades, sino experiencias. El misticismo del poema sugiere y con ello nos salva de la monotonía, de la rutina; nos permite aceptar preguntas sin respuesta con las que, aún así, vivimos.

Cuando la poesía obedece al lenguaje, sigue su autonomía, crea sus propios universos, como para Strand lo hacía la poesía de Wallace Stevens, Robert Frost o Thomas Hardy, uno no lee sus poemas para verificar el significado de la experiencia propia, sino para colmarse de estas voces particulares1. Así, al leerlos, “[…] Tu mundo de todos los días ha sido expulsado de su contexto. Ahora está impregnado de la voz de ese poeta, aunque ahora también parece más vivo y menos rutinario”. Entonces el poeta viene a ser aquél que describe un punto de contacto, la frontera entre el Yo y el mundo. Esa sombra entre el Yo y la realidad2. Como dice Strand en “Eating Poetry”: “There is no happiness like mine. / I have been eating poetry. […] / The librarian does not believe what she sees. […] / I am a new man. / I snarl at her and bark. / I romp with joy in the bookish dark” (Selected Poems).

El poema demanda apertura, que el lector se deje llevar para entenderlo y hacerlo parte de sí mismo. Entonces, el lector se da permiso de vivir con un enigma3. “I give up my hands which are ten wishes. / […] I give up. I give up. / And you will have nothing of it because already I am beginning / again without anything” (“Giving myself up”, Darker, 93). Su forma de pensar la poesía fue su forma de escribirla: “La realidad del poema es una muy fantasmal”, dijo en su entrevista al Paris Review, “sugiere y sugiere, es decir, mientras lo escribo”4.

Recordar su manera de experimentar la poesía y releer sus versos no solo nos habla de la trascendencia de su escritura, sino que nos confirma nuestra necesidad por resguardar una obra y un personaje cuyas palabras permanecen vivas en la medida en que siguen planteándonos preguntas.

Obra e influencia

Strand nace en 1934 en la Isla del Príncipe Eduardo, Canadá y crece en Estados Unidos. Su familia se muda con frecuencia, y por temporadas, llega a conocer México, Cuba, Perú, Colombia. Deseaba ser pintor y le fue tomando gusto a la poesía5. A sus diecinueve años descubre Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Neruda y a los veintidós, mientras estudia pintura con Josef Albers en Yale, comienza a escribir poemas.

En su juventud, Mark Strand escribía por las mañanas. Los veranos que pasó en la Bahía de Santa Margarita, cerca de Halifax, le ayudaron a descubrir ese paisaje del mar y las mañanas frías que se volvió parte de su sensibilidad6. Prefería escribir a mano y al ritmo de su pensamiento, lo que le permitía sentir que escuchaba sus poemas, reescribir y corregir antes de exponerlos a la limpieza engañosa de la página blanca de la computadora. Un sitio tranquilo, familiar, con un escritorio, sus libros y cierto silencio, eran para él esenciales a la hora de escribir7.

La principal influencia de Mark Strand fue Wallace Stevens, “por sus descripciones tan hermosas. Después de todo, yo había empezado como pintor, y sus poemas me interpelaban desde el interés por lo visual […]”8. Así, cuando Ezequiel Zaidenwerg le pregunta en su entrevista que si los profesores lo respetaban como pintor cuando estudiaba, Strand responde: “Sí. Pero yo no me respetaba a mí mismo. Buscaba una salida, y la poesía parecía ofrecérmela, […] obtuve una beca Fullbright para irme a Italia, supuestamente para estudiar poesía italiana del siglo XIX. Al final, en vez de eso, me dediqué a escribir poesía”. Como escape, como algo que no se planea y que sucede, la poesía se integró a la vida de Strand con el mismo misterio que, para él, la compone. “Para algunos de nosotros, cuanto menos se diga de la forma en la que hacemos las cosas, mejor. Me cuento entre quienes ni siquiera están seguros de que poseen una forma reconocible de hacer las cosas;” (Prólogo, Tormenta de Uno). Lo certero es que la poesía, aunque inexplicable, es vital: “Tell me, you people out there, what is poetry anyway? / Can anyone die without even a little? (“The great poet returns”. Blizzard of One).

Llamado poeta de la ausencia, poeta pintor, voz mística en cuerpo humano9, Mark Strand publicó alrededor de once libros de poesía, entre los que destacan Sleeping with One Eye Open (1964), Reasons for Moving (1968), Darker (1970), Blizzard of One (1998) por el que recibió el premio Pulitzer y Almost Invisible (2013). Sus libros The Planet of Lost Things (1982), The Night Book (1985) y Rembrandt Takes a Walk (1986) se consideran dentro de la literatura para niños. Además, títulos como The Art of the Real (1983) y William Bailey (1987) se orientan hacia la crítica de arte y en su libro Hopper de 1994 reflexiona sobre la técnica y la narrativa de la obra del pintor Edward Hopper.

A un año de su muerte, volvamos a pensar en su forma de experimentar la poesía, siempre en contacto con el misterio y con la muerte, con nuestro paso involuntario por la existencia. Si bien un poema trasciende a su autor y se une a la gran cadena del lenguaje poético que el ser humano ha venido enlazando a través del tiempo, Mark Strand nos dejó en sus textos la posibilidad que él mismo experimentó contra la página en blanco: la libertad de percibir un enigma, de guardar silencio y escuchar en intimidad. “If a man finishes a poem / he shall bathe in the blank wake of his passion / and be kissed by white paper” (“The new poetry handbook”, Darker, 117).

BIBLIOGRAFIA

Strand, Mark. Tormenta de Uno. Poemas. Traducción de Dámaso López García. Visor Libros. España, 2009.

Collected Poems. Alfred A. Knopf. Nueva York, 2014.

http://www.poetryfoundation.org/bio/mark-strand

http://www.letraslibres.com/revista/entrevista/entrevista-mark-strand?page=0,0

http://www.theparisreview.org/interviews/1070/the-art-of-poetry-no-77-mark-strand

http://cultura.elpais.com/cultura/2014/11/30/actualidad/1417371485_148704.html

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