Ana Mónica Rodríguez
Ciudad de México. No hubo piedad para Jesús de Nazaret quien sangrante y humillado fue colgado sobre una cruz modernista, en una época caótica y sin esperanza, pero con sonidos roqueros y decenas de cuerpos febriles en movimiento.
Jesucristo Súper Estrella, encarnado por Beto Cuevas, emergió inmaculado casi dos mil años después en el escenario del Centro Cultural Teatro 1 para interpretar la ópera rock donde se enfatiza: “El poder del amor derrota al amor por el poder”.
Proyecciones que atrapan de manera hipnótica al espectador (o video maping), fuegos artificiales, luces robóticas, efectos especiales y la música en vivo se conjuntaron para lucir a 44 bailarines y cantantes en el musical donde se retoma la última semana en la vida de quien es considerado el Hijo de Dios y el Salvador.
La obra dirigida por Nick Evans y producida por Alejandro Gou, exhibe la relación de Jesús con su amigo Pedro, a una enamorada María Magdalena, al traidor de nombre Judas, a los hombres del Sanedrín que lo consideran un enemigo o al mundano Herodes quien sin ningún interés -y rodeado de esculturales mujeres- solo desea que el acusado realice un milagro.
Los cantantes María José, Erik Rubín, Enrique Guzmán, Leonardo de Lozanne, Kalimba y Yahir acompañaron al protagonista crucificado, la noche del miércoles en el estreno a medios del montaje donde se relata este episodio bíblico desde la óptica de Judas Iscariote, el apóstol que traicionó a un controvertido líder que difundía un mensaje de amor y perdón en la humanidad.
En la obra de Andrew Lloyd Weber y Tim Rice, unos cambian para bien y otros para mal. Otros de ser fervientes seguidores se convierten un gran coro que grita: “Crucifícalo!”.
Así sucede un final con música penetrante que lleva de momentos apoteósicos a notas sensibles como la del momento de la crucifixión.