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Estuve muy cerca del bronce; me ganó la emoción: Édgar Rivera

El saltador mexicano finalizó cuarto en el reciente Mundial de Atletismo en Londres. Foto Afp

Rosalía A. Villanueva

Édgar Rivera analiza con detalle los 2.32 metros que le habrían dado la mejor marca de su vida y la medalla de bronce que se le esfumó por miles de segundo, cuando sus tobillos pegaron con la varilla.

Fueron momentos de mucha adrenalina, cuenta a La Jornada desde el centro de entrenamien-to de la Federación Internacio-nal de Asociaciones de Atletismo (IAAF, por sus siglas en inglés), en Colonia, Alemania, de la cual es becario hace dos años tras dejar su natal Agua Prieta, Sonora.

El espigado atleta aún vibra con esa final del Mundial de Londres en el salto de altura, la única para un mexicano que avanzó en la ronda de clasificación para concluir en la cuarta posición entre los 12 mejores del orbe.

El sonorense, de 26 años, estuvo tan cerca de esa presea y de ese momento que habría desatado la locura en el estadio olímpico de Londres, donde el público se entregó al mexicano que pe-leaba el bronce con el sirio Majd Eddin Ghazal. Las medallas de oro y plata estaban destinadas para el qatarí y el ruso, y era otra historia aparte, porque al final terminaron en ese orden.

Registro para la historia

Me ganó la emoción, refiere Édgar, pues no esperaba tener ese resultado que ya quedó registrado en la historia del atletismo nacional y del orbe. “No tenía ninguna expectativa (para la final) y menos en el top 4, pero llegamos”.

Recuerda con detalle ese instante crucial después de errar dos intentos en los 2.32 metros. Tenía la última oportunidad para no cederle el tercer puesto al sirio, quien sabía que si el mexicano fallaba se quedaba con el bronce, porque en la serie anterior alcanzó los 2.29 en su segundo chance y Rivera lo hizo efectivo en el tercero y el reglamento es claro: el primero que supera la marca, gana.

En su mente se repetía a sí mismo: Hay que darlo todo, está en nosotros, dar este último esfuerzo y hasta donde nos alcance el cuerpo.

Las circunstancias cambiaron y “en ese último salto, donde pude haber asegurado el bronce con el 2.32, como que me quede un poquito con la espinita clavada porque habría sido una marca personal, entonces, pues era un reto.

“Estuve muy cerca, se puede ver en el salto (que había pasado casi todo el cuerpo), un poquito, detalles, miles de segundo, de timming (cadencia), de levantar las piernas antes para no pegar con los tobillos, pero bueno, el salto de altura es un prueba técnica y a veces pasa eso.

“En el momento de la competencia el sentimiento más fuerte que tenía era el de los Juegos Olímpicos. Llevo tres. Río me cambió un poco mi forma de atacar o de enfrentar las competencias futuras. Yo me preparé muy bien el año pasado, muy duro. Mejoró mi marca a 2.30 (récord mexicano con el calificó a la justa brasileña), cuando tenía cuatro y cinco años sin superarla.

“Estaba listo para Río y pasó algo curioso, porque tuve la peor actuación del año en ese momento. Me sentía mal conmigo mismo, ¿cómo es posible que la competencia más importante de mi vida, donde me preparé durante tantos años, tantos sacrificios, todo lo que hice, para no disfrutarlo?

“Para este año traté de hacer las cosas diferentes, dejar el estrés un poco de fuera, controlar la adrenalina que a todos nos da. Es normal ponerte nervioso cuando estás compitiendo y hay que controlar los sentimientos.

Nos funcionó un poco, dio seguridad en el salto, estuve en 2.27, 2.28 y 2.29 en las últimas seis competencias; me dio confianza y pues pasó (en Londres), me ganó la emoción, narra el egresado del Tecnológico de Monterrey.

Rumbo a la Liga Diamante

Édgar está convencido que puede mejorar esos centímetros que le faltan, trabajar más y continuar la preparación a la justa olímpica de Tokio 2020, siempre y cuando siga el proyecto como becario de la IAAF para cumplir con el sueño de estar entre los mejores del mundo.

En 10 días concluye la temporada con una competencia de saltos en la ciudad alemana de Eberstadt y se encuentra en lista de espera para ser invitado a la Liga de Diamante en Birmingham, Inglaterra.