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“La violencia se ha insertado en el inconsciente nacional”

Jorge Caballero

Guadalajara, Jal.

El documental La libertad del diablo, dirigido por Everardo González, debutó en la 32 edición del Festival Internacional de Cine de Guadalajara.

A decir del director, el filme “lo hice porque tengo dudas; sí, me interesa mucho hurgar sobre lo que nos construye como seres humanos. Me interesa ver qué tan atroces podemos llegar a ser. Sólo hace falta un escenario complejo y detonantes así, mucho dolor y miedo. Llegar a conocer la determinación de una jovencita de 17 años que dice: ‘yo también haría lo mismo si los tuviera enfrente; ahora les tengo odio, y quiero venganza’, y por otro lado una madre que escarba con sus propias manos en el desierto para desenterrar a sus hijos y afirma: ‘yo los tengo que perdonar porque no puedo vivir con eso’.

De esto estamos hechos: había que hacer esta película. El escenario que nos tocó es México, pero las preguntas son por mi necesidad legítima de escuchar las respuestas de los otros.

¿Por qué ver la cinta?

A la interrogante de por qué ver La libertad del diablo, Everardo dice: “Por las mismas razones: nos dice qué tanto de maldad, de atrocidad tiene cada uno de nosotros, porque todos tenemos un lado oscuro.

“La libertad del diablo es un documental sicológico en el que nos acercaremos a algunas de las maneras en que el fenómeno de la violencia mexicana se ha insertado en nuestro inconsciente. Una de ellas es el miedo. El detonante de la historia es la aparición de un cuerpo violentado, y a partir del testimonio de los personajes protagónicos cercanos, tanto al cuerpo como a las causas que lo provocaron, nos adentraremos al inconsciente nacional; no sólo a partir del hecho violento, sino también a lo que éste ha provocado en la mente de los protagonistas de la historia, donde todos usan máscaras faciales de quemaduras.”

El también creador de Los ladrones viejos remitió a la génesis de La libertad del diablo: “Este trabajo nace un poco con la idea de la verdad que se deposita a los documentales. Me vino la idea de presentar a los personajes con máscaras, pues eso revelaba un rostro oculto, y ahí se coló el tema de ver lo que estaba pasando en los medios, la televisión y en el país cuando se les comenzó a llamar a las víctimas civiles daños colaterales –concepto que nos chocó a muchos– y también cuando comenzaron los ejecutómetros, que sólo contabilizaban las cifras de los caídos de este modo, sin siquiera cuestionarse quiénes estaban detrás de esas cifras. Me surgió la pregunta de si quienes eran capaces de cometer estos crímenes tan atroces tomarían conciencia del daño que hacían a las familias”.

Continúa su explicación el director de La canción del pulque: “Se me despertó el instinto y me acerqué al libro de Marcela Turati Fuego cruzado, y lo junté con lo que traía en la cabeza para hacer esta película. Uno de los detonantes fue una entrevista que hice a un ex capitán zeta en el penal de Chiconautla, que me habló de lo jodido de nacer en el lado equivocado de una sociedad tan desigual. Yo me di cuenta de que lo más equivocado era el sistema económico del país donde vivimos, en una sociedad de consumo que pone costo monetario a la vida misma por la persecución de poder.

Otro testimonio fue el de un joven sicario al que después de cometer su primer asesinato le regalan un Audi A4. La idea de tener ese coche condensa toda esta idea jodida de poseer cosas; esa idea tan impune que en un país te dice que entre más poderoso seas más impune vas a ser y más debes tener… Si este chico hubiera nacido en Estocolmo, probablemente hubiera querido ser ingeniero o químico, pero nació en el lado equivocado del mundo. No lo justifico, pero lo entiendo.

Diversas fuentes policiacas

En La libertad del diablo, los diferentes testimonios que recoge Everardo González son producto, dice el realizador, “de los trabajos anteriores que he hecho. He tenido diferentes fuentes policiacas desde que hice Los ladrones viejos, mucha gente que cubre la nota roja de la prensa. Mi documental El paso me trajo me conectó con los que están en el exilio, y al coordinarme con Daniela Rea, ella trajo otras fuentes; trabajamos con organizaciones que tienen que ver con delincuencia juvenil y en los tribunales de menores”.

Se le pregunta por la utilización del recurso de máscaras faciales para quemaduras, a lo que el director de A cielo abierto dijo: La máscara lo que da es libertad de discurso; puedes decir, revelar, confesar cualquier cosa. Por eso la busqué, para uniformarlos. Además, durante la filmación usé un juego de espejos; ellos me veían a mí, pero también su propio reflejo para que la mirada fuera franca hacia la lente, hacia el espectador que está del otro lado de la pantalla, que es el ejercicio de empatía que quería provocar. La mirada es la que nos hermana.