Sólo queda la movilización, deciden maestros del SNTE
30 junio, 2015
éxodo, Coqueteos marcelistas y el ingrato recuerdo
El ¡basta! de los maestros
30 junio, 2015

Ayuntamiento potosino, runfla de inmorales

Óscar G. Chávez

D esde la segunda mitad del siglo XIX una gran cantidad de migrantes españoles se establecieron en la ciudad de San Luis Potosí, a la que habían llegado con la ilusión de hallar un buen empleo que les permitiera mejorar las condiciones de vida existentes en su patria. Muchos de ellos, al amparo de familiares o amigos lograron contratarse como dependientes de mostrador o mancebos en comercios establecidos con solidez, propiedad en su mayoría de compatriotas que años atrás, al igual que la nueva oleada, habían migrado con la esperanza de hacer fortuna.

Seguirían luego, y durante ese mismo siglo, franceses y alemanes; ya en los inicios del siglo XX, durante la progresista dictadura porfiriana, los súbditos del imperio otomano, en primer lugar libaneses y sirios repetían los patrones que años atrás habían realizado otros extranjeros.

La Revolución Mexicana y los reordenamientos sociales derivados de la misma, posibilitaron también una breve pero fructífera migración dorada, española en su mayoría, que trajo a algunos inversionistas que al tiempo que generaban empleos, y de manera copiosa incrementaban sus capitales.

Eran las épocas en que el trabajo arduo y constante se posibilitaba como la única manera de incrementar capitales económicos y posicionarse dentro de la sociedad de la que se era integrante. Así, al amparo sólo de su mano de obra, esfuerzo y escaso capital, lograron ir escalando posiciones, al grado de convertirse, de manera principal los europeos, en los partidos matrimoniales más solicitados entre las jóvenes de clases media y alta.

* * * * * *

De forma paralela desde fines del siglo XIX, la universidad se constituía como un modelo educativo y referente social, que de la misma forma que aquellos en el trabajo físico se posicionaban, en ésta los estudiantes egresados de ella y titulados como abogados, ingenieros, o médicos, ascendieron en muchas ocasiones hasta la cúspide social.

Nadie puede negar que trabajo e intelecto en conjunto permitieron al menos hasta la generación anterior a la nuestra, la de nuestros padres, ascender de manera sorprendente y opuesta en lo diametral, al entorno en el que se formaron sus padres, y ellos nacieron y se criaron. Algo similar ocurrió con los hijos de aquellos que poseedores de considerables o modestas fortunas lograron incrementarlas a lo largo de años de trabajo e inversiones.

Hoy todo es distinto. Atrás quedaron las posibilidades de mejorar la calidad de vida y el bienestar individual, familiar y social; el estudio y el trabajo físico o intelectual no constituyen ya las herramientas válidas que nos hubieran permitido lograrlo. La dicotomía laboral para aquellos que pretendan aspirar a construir y consolidar abundantes fortunas ofrece dos alternativas: la delincuencia y la política.

* * * * * *

La primera de ellas no representa mayor esfuerzo en la gama de posibilidades que ofrece; la atractiva senda del crimen siempre será una alternativa válida, mas no lícita, para formar, incrementar y amasar fabulosas cantidades de dinero tal ilegales como sus prohijadores.

La segunda, empero debería ser la más compleja, por ser bastión de aquellos que de llevar una trayectoria de éxito, nos pudieran representar en la titularidad de algún cargo de elección popular, constituye en la actualidad una auténtica cloaca en la que a diferencia de la anterior, se tiene la certeza de permanecer impune y a salvo de cualquier lío jurídico que pudiera entorpecer la trayectoria de sus participantes.

Otro de los ejemplos más precisos del marasmo de podredumbre y voraz corrupción en las que se halla inmerso nuestro Ayuntamiento de la capital, es el que protagonizan su titular, regidores, y síndicos que al amparo de su trillada autonomía, se autorizaron compensaciones, en el periodo comprendido entre enero y diciembre de 2014, por un total de 13’875,480.00 pesos; de éstos poco más de 10%, o sean 1’347,533.00 pesos, se destinan a las compensaciones acumuladas del alcalde Mario García Valdez.

El caso, evidenciado a través de documentación oficial y de manera pública en medios de comunicación por el portal de transparencia Ciudadanos Observando, nos muestra que estamos a merced de una cauda de presupuestívoros saqueadores, cuyos ingresos y servicios médicos, contrastan de singular forma con los de los trabajadores del mismo Ayuntamiento, a los que les acaba de ser suprimido el servicio médico mayor, constriñendo sus atenciones a lo básico e inmediato, cuando lo hay.

Es increíble que personajes de la talla de un ex rector de nuestra prestigiada Universidad, un ex director de la facultad de Medicina de la misma, y miembros de la élite potosina resumida en altisonante apellido, carezcan de toda sensibilidad humana y política, para aceptar tales cantidades, considerando la situación de decremento que atraviesa el Ayuntamiento. No hubo mayor empacho ni recato en incrementar sus sueldos en 39% a partir de la primera quincena de julio de 2014.

Argumentarán con toda seguridad que es lo que por ley les corresponde, ya en el pasado se ha escuchado el trillado argumento, pero a los ciudadanos también nos corresponde contar con autoridades dignas que nos representen y no, por el contrario, estar dirigidos y representados por una parvada de buitres carentes de recato.

A este propósito se escuchan los graznidos de la diputada priísta –defensora de oficio de todo lo que protagonizan los políticos de su partido–, Rosa María Huerta, quien sólo atina a señalar que el capitalino no es el único ayuntamiento que se conduce de tal forma. Sólo en México se necesita ostentar ese nivel de imbecilidad para ocupar una curul; vergonzante comparsa legislativa.

Y pensar que nuestra prístina candidez nos hizo suponer que la peor administración municipal había sido la de Victoria Labastida y su cauda de saqueadores, quienes dieron a la casa su toque personal al convertirse en artífices de un imperio de corrupción e impunidad. Sus sucesores sin embargo, dejaron atrás todo ejemplo de decencia y recato, para convertirse en auténticas tapadera de cloacas. Oficio degradante e indigno, pero que en definitiva da para vivir.