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Coahuila: votar por el menos peor

Mariana Hernández Luna

La jornada electoral del domingo 4 de junio ha sido un ensayo de lo que vendrá en 2018, es una de las lecciones que debemos analizar con seriedad, detenimiento y frialdad durante los próximos días.

Los analistas políticos nos lo dijeron desde el inicio, hay dos razones que convierten al Estado de México en la joya de la corona; por una parte, es la entidad más poblada del país y, por otra, es el bastión del grupo Atlacomulco al que pertenecen los políticos priístas más poderosos del país, incluido el propio Enrique Peña Nieto.

Es por eso que ahí hemos visto una lucha encarnizada, especialmente entre el PRI y Morena que parecieran perfilarse como las dos grandes fuerzas políticas que se enfrentarán el próximo año por la presidencia de la república.

En Nayarit y Coahuila no sólo se eligió al gobernador, también alcaldes y diputados; en el caso de Veracruz, sólo presidentes municipales.

Respecto a Coahuila, poco antes de ir a sufragar, mi pregunta seguía siendo: ¿Por quién votar? Intentar elegir al mejor obtuvo una respuesta negativa porque no hay un candidato del cual se pueda afirmar que es el mejor. Si acaso se trató de votar por el menos peor, lo cual es decepcionante y desalentador.

Desde el inicio de campaña los candidatos a gobernador en Coahuila se dedicaron a la bufonería y el espectáculo. Los soporíferos debates sólo evidenciaron la mediocridad y nula capacidad propositiva de los contendientes. Se dedicaron al descrédito mutuo, al discurso jurásico o a la bravuconería, todos “prometiendo las perlas de la Virgen”.

El PRI nos propuso a un Miguel Ángel Riquelme continuista del moreirato que es repudiado en los sectores medios, pero que ha encontrado respaldo en las masas clientelares priístas arraigadas bajo el esquema de la compra del voto, ya sea en efectivo o en especie. Respecto al PAN tenemos a un Guillermo Anaya con poca capacidad oratoria, ceñido a un discurso permanente contra Riquelme y los Moreira y que en un misógino desliz se le ocurrió decir “les vamos a dar puro chile a las lideresas del PRI”, lo que le costó, según algunas encuestas, una caída significativa en las preferencias del electorado femenino. Tanto Riquelme como Anaya, ambos ex presidentes municipales de Torreón, han sido señalados innumerables veces por corrupción e impunidad, aquí y allá se les cuestionó el cómo pudieron costear sus lujosas residencias con el sueldo de funcionarios que dicen percibir.

En cuanto a Morena, Armando Guadiana no sólo mostró inexperiencia, también incapacidad para presentar propuestas de políticas públicas viables que superaran su discurso personal contra los Moreira.

El independiente Javier Guerrero, el más experimentado de todos los contendientes, el que mayor número de cargos públicos ha ostentado en todos los niveles de gobierno, no pudo evitar que se le cuestionara haber sido abanderado del priísmo durante varias décadas, tampoco logró deshacerse de un cierto halo de sospechosismo, pues para algunos sólo se trató de un contrapeso priísta para mermar a la oposición; para otros, su candidatura fue oportunista, pues como funcionario tuvo innumerables oportunidades de denunciar la corrupción y la impunidad, pero no lo hizo.

En cuanto a la candidata del PRD, Mary Telma Guajardo, poco se puede decir de ella más allá de los señalamientos de ser comadre de los Moreira; José Ángel Pérez del PT terminó declinando en favor de Morena y del independiente Lucho Salinas no se puede decir nada.

Tres aspectos me parecen importantes de resaltar de este proceso:

1. El papel que las redes sociales jugarán en los próximos procesos electorales, pues se convirtieron en un importante medio para denunciar, desde días antes de las elecciones, un sinnúmero de delitos electorales a los cuales ningún partido político escapó. Quienes se ostentaron como “simples ciudadanos” ejerciendo su derecho a la libertad de expresión, dieron nombre y apellido a supuestos compradores de votos.

En otros casos evidenciaron que las fuerzas policiales fueron utilizadas para intimidar o amedrentar, como el caso de Clara Brugada, secretaria de Bienestar del Comité Ejecutivo Nacional de Morena, que subió un video a las redes en donde se observa que elementos de la policía estatal del Estado de México dicen haber recibido denuncias acerca de que los huéspedes de un hotel en Tejupilco, militantes de Morena, portaban armas. Infructuosamente los policías intentan, sin ningún tipo de orden judicial, inspeccionar las habitaciones hasta que deciden abandonar el lugar ante la negativa de los militantes de Morena y la amenaza de que todo estaba siendo grabado y sería subido a las redes.

Las redes sociales serán un contrapeso, los videos son una valiosa arma de denuncia. Sin embargo, habrá que ser muy cautos. La viralización de videos e información falsa también puede representar un riesgo de manipulación que puede influir en conductas tanto positivas como negativas.

2. Es importante considerar el impacto de las encuestas como un mecanismo de influencia en el ánimo de los votantes, pues los resultados que presentan pueden persuadir o confundir al elector.A¡

Días antes de que concluyeran las campañas fui bombardeada telefónicamente por supuestos encuestadores. En una ocasión, la encuesta sólo constaba de una pregunta muy sencilla: “¿Por quién votaría usted para gobernador? ¿Por el PRI, el PAN o el PT?” No se mencionaba ni a Morena, el PRD o a los independientes, sólo había esas tres opciones. También intenté responder algunas encuestas sobre los candidatos, todas ellas tendenciosas y dirigidas a obtener un resultado específico.

3. Uno de los asuntos más alarmantes, y tema para un análisis más exhaustivo, es el de la inexistencia de candidatos capaces de aglutinar un genuino y comprometido apoyo colectivo.

Padecemos una especie de anorexia política, los candidatos que los partidos políticos nos presentan generan repudio y desconfianza; unos, porque representan intereses de grupos o facciones específicos; otros, porque pretenden gobernar desde su propia persona, sin atender a procesos democráticos dentro de su propio partido.

Parece que el sistema de partidos está agotado. La desconfianza y el hartazgo se han traducido en una creciente apatía. Los ciudadanos respetables y propositivos capaces de dar respuesta a las demandas colectivas no quieren verse involucrados en los desgastantes procesos políticos o en las mafias partidistas, pues reconocen que la sociedad no respalda proyectos ciudadanos si antes no recibe algo a cambio.

En esta contienda no pudimos apreciar a un candidato capaz de cohesionar a los coahuilenses alrededor de un proyecto político alternativo viable que superara el discurso demagógico, el permanente descrédito de sus opositores o el erigirse como salvador del pueblo por méritos personales.

En definitiva, las elecciones de este 4 de junio ofrecen un amplio panorama de análisis y reflexión sobre lo que vendrá en 2018, ya sea que la oposición logre inclinar la balanza en dirección contraria o bien, que nos muestren el peso y poder que con artimañas y hasta violencia tiene el voto duro de los partidos, a pesar de la grave situación de crisis económica, política, social y de seguridad que cotidianamente padecemos. De ser así, quedará evidenciado que somos una sociedad conformista, frívola, temerosa, apática e instalada en un valemadrismo pragmático y egoísta.

Mariana Hernández Luna
Mariana Hernández Luna
Originaria de San Pedro, Coahuila. Licenciada en Ciencias Humanas en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Estudios Humanísticos en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM). Experiencia laboral en dependencias municipales y en el Sistema Nacional DIF y como docente en todos los niveles educativos