El Humanista y Encuentro Social perdieron su registro a nivel local
15 junio, 2015
Denuncian irregularidades en la Universidad Tecnológica
15 junio, 2015

La importancia de lo simpático

Luis Ricardo Guerrero Romero

M ucha gente sonriendo mucha gente que simula sonreír, unos hacen con su sub-risa: (sonrisa) una suerte de simpatía, y otros más bien son una mueca supuestamente agradable causan asco. Recuerdo haberle escuchado a un buen hombre la frase de: “no hay que ser simpático, hay que ser empático”. De momento pensé, ¡qué buena idea!, jamás se me hubiera ocurrido que alguien buscara ser simpático en lugar de empático, pero ese ejemplo me dio a notar que sí hay ese tipo de gente. Creo que aún más, debemos con la empatía buscar la simpatía. Aunque depende qué tipo de simpatía de la cual estamos hablando, no siempre nos referimos a un solo sentido.

No hay que olvidar las subdivisiones del sistema nervioso que conforman a los seres vivos, hablamos de ese sistema que es autónomo o neurovegetativo, ese sistema denominado simpático y parasimpático. Sus funciones tienen que ver con su nombre y el uso cotidiano que le damos a la palabra simpatía –aunque sólo sea de modo tangencial y recordemos que esto es mi opinión–. Por ejemplo el sistema parasimpático es llamado anabólico, encargado de funciones que se ven reflejadas en los efectos vegetativos asociados a la conservación; el simpático o catabólico, realiza en el cuerpo acciones que preparan al organismo para la supervivencia o huida. El simpático prepara al organismo para la supervivencia entre la especie; la persona simpática pretende serlo, para lograr una especie de supervivencia entre los organismos sociales. La referencia inmediata a nuestra palabra simpático puede ser el idioma italiano pero es el latín Symphatia: afinidad entre dos cosas, y el griego συμπατηειαidentidad del sentir o relación, los orígenes de nuestra palabra en cuestión, que como ya se indicó tiene mucho que ver con la supervivencia y el famoso “caerles bien a los demás”, lo cual es un asunto grave, definitivamente grave, pues si uno le cae bien al otro, si se es simpático actúa la gravedad, y de este modo uno cae bien y no es un ente que flota o es azotado por la sociedad.

Lo anterior puede ser ilustrado por ejemplo en la idea por extensión de la afinidad entre dos situaciones que no tienen conexión directa pero conservan alguna relación, como la típica frase de la novia: –qué simpática tu mamá con sus comentarios lacerantes y llenos de escarnio–, u otros muchos más ejemplos que bien conocemos.

En orden a la palabra symphatia, ésta se encuentra agrupada con las desinencias ya del griego y ya trasladadas al latín: sym y phatos, consejo y sentimiento, aconsejar con sentimiento al otro. Ese famoso phatos, la pasión, del sentir a la humanidad, –seguramente este elemento patético fue lo que llevó a Primo Levi a heredarnos la obra titulada: Si esto es un hombre–.

Ahora en suma a lo anterior, sabemos por experiencia que cuando uno intenta ser simpático, pretende hacerse sentir, supone ser en el otro, que el otro me adopte de buena manera, con buenos sentimientos, la idea contraria a lo simpático es lo antipático (ir en contra del sentir del otro), lo desagradable. Hay también otra forma de ver la Sym-phatia, y es desde la idea de simi-sentir, y el phatos, esto es comprender al otro, tratar de asimilar sus sentimientos. Con empatía y simpatía, producimos armonía.