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Las márgenes del hielo

Luis Ricardo Guerrero Romero

Era de esperar que, desde Ucrania, Inna, llegara a Colombia bastante cansada pero también satisfecha por su colección de fotografías que expondría en la sala del museo de Bucaramanga, después de allí daría un paseo por algunas playas de Colombia, Inna, no tenía competencia entre sus pares fotógrafos, las imágenes que había logrado capturar en su recorrido de Ucrania a Bucaramanga jamás se habían visto, ni Google imágenes arrojaba paisajes e historias así. Como el calor imperaba en el pecho de Inna, y en sus labios se hacía notar la aridez de los días de viaje, uno de los anfitriones de la ciudad le sugirió ir a beber un coctel que le calmaría la sed para siempre, era algo así como el agua siempre viva, y quien bebiere de ella, jamás tendría sed. Inna, aceptó la pócima que tenía bastante hielo y la bebió seguido de burlas a causa del efecto mencionado ante tal bebida. El traductor, quien había invitado el trago a la ucraniana, le explicó que era una bebida aprendida en Barrancabermeja –pero nunca le mencionó que no fue un barman quien la prepara, sino un reconocido chamán, y era con ella con quien experimentaba el poder de los hielos subyugados por la magia–. Inna efectivamente, ya no tuvo sed, la frescura del hielo ingerido acabó con todas las ganas de beber líquido alguno para hidratarse, así que Inna a los 15 días de no querer beber agua, estaba asustada, pero decidió sacarle partido a su vida –la poca que le quedaba– y tomó fotografías de su cuerpo que poco a poco diezmaba a falta del líquido vital. Inna, al morir petrificada y dura como el hielo fue llevada Barrancabermeja de donde es el chamán, y puesta de ejemplo para aquellos que desean jamás tener sed.

Puede ser real o no lo que sucedió a la ucraniana, digamos que: “nada es verdad, nada es mentira, todo depende del cristal con que se mira”. Aunque resulta ser un relativismo bastante insulso tal dicho, nos sirve ahora para decir que: todo depende del hielo con que se mire, pues suponemos que la mayoría lo ha experimentado, la semejanza entre el hielo y el cristal. Pero esa semejanza entre el cristal y hielo no es nada actual, ya por ejemplo, los griegos sabiamente recuperaron las referencias de la naturaleza para nombrar todo lo que los rodeaba, para ellos el Ιαλος (su genitivo ου, (Ialos, ialo) era el cristal o vidrio; asimismo, en Roma antigua existía la palabra crystallos, que significaba la figura e idea de hielo. La evolución de la palabra encontró menor apertura en la vocal, logrando así el cambio de la /e/ en el lugar de /a/, de tal suerte se originó: Ialos˃ Ielos˃ ielo˃ hielo. Conscientes de que por regla las dicciones que inician con fonemas ia, ie y ui, se escriben con /h/ inicial. De aquí que digamos para este caso relatado: “todo depende del hielo con que se mire”. Si bien, tanta explicación para recordar que el hielo guarda parecido con un cristal, no es necesaria, aquí la escribimos en honor de la petrificación de Inna, de quien tenemos las últimas fotos, donde se demuestra que el hielo, no siempre es transparente cuando se bebe en una mezcla de dudosa procedencia.