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Qué duración tiene un rato

Luis Ricardo Guerrero Romero

C on frecuencia en el diálogo común hay preguntas o peticiones que se hacen como por ejemplo: ¿a qué hora llegas?, ¿cuánto falta para salir?, limpia tu recámara, haz la tarea; en esas circunstancias uno desearía que en el celular o en el reloj estuvieran escritas las aproximaciones de lo que es un rato en el lugar de los dígitos numéricos, o que estén descritas las ideas exactas de adverbios de modo como: ahora, entretanto, recién, ya, jamás, luego, pronto, etcétera. Quizá no es una idea descontextualizada y en unos cuantos años Baume & Mercier, Richard Mille, U-Boat watch, Rolex, entre otras modestas y accesibles marcas de reloj produzcan un modelo sencillo que ayude a darnos el tiempo de lo que dura un rato, aunque para esto ha de faltar un buen rato, es decir ha de faltar… (En realidad no se sabe cuánto tiempo).

Mucho nos gusta hablar con esta clase de sustantivos que son más oscuros que la misma realidad del tiempo, de por sí el tiempo es todo un caos, el rato es mucho más complejo así visto de modo llano, no me imagino al mismísimo Dios creando a cada rato el universo o a un tanatólogo hablando del misterio de morir por un rato. Para esos y otros muchos casos, viene a nuestro auxilio la lengua y su estudio o divagación, la cual de inicio plantea que rato es un sustantivo y su acepción más inmediata parte del latín: raptus (robo), pasado participio de rapio, y la palabra latina rapio significa: arrastrar, llevarse consigo algo de forma rápida, –cabe resaltar que rápido pertenece al mismo origen de la palabra en cuestión y es de obviar su derivación.

La palabra rato, fue generada por raptus > ratus> rato. Ésta sufrió el fenómeno denominado síncopa (abreviación de una palabra suprimiendo en ella letras intermedias, como el caso típico de septimana por semana). No obstante, la acepción no tan inmediata nos remite a los árabes con su thawb y su ghutra, (vestimenta o túnica de arábigos varones) y a su lengua de la cual hemos adoptado más de cuatro mil palabras –escribirlas aquí sería un alboroto y ni el álgebra, ni los guarismos nos ayudarían, pero ojalá después algún talismán nos ayude a redactarlas–, y una de ellas es precisamente el rebato, (combate) y dada la historia que nos narra que en dichos combates concurridos por los árabes se practicaba el robo fugaz, es decir arrebatar los bienes con rapidez (de nuestra palabra rapio) o lo que es lo mismo aprovecharse del rato en que durase el combate, no se sabía la exactitud del tiempo que duraría el combate, pero en el rato en que perdure habría que aprovecharlo para el expolio.

Hay también una idea que podemos vincular con relación a estas divagaciones del rato, y es la relacionada con el origen de la palabra raptus –mencionada en líneas superiores–, y es que en la antigua lengua griega ραπτω (rapto) significa coser, zurcir o ajustar, esto es hilar, y por antonomasia conocemos que las hilanderas, las Moiras tenían en sus manos el destino del hombre, o mejor dicho raptaban el futuro de los mortales, estas hermanas: Átropo, Cloto y Láquesis, encargadas de hilar, enrollar y cortar respectivamente, eran las responsables del rapto de la vida. A esta idea se suma la actividad de aquellos que se dedicaban al rapto imitando el método de las Moiras para realizar su invasión: cavilar (hilar), envolver al incauto (enrollar), y ejecutar (cortar).

Este último planteamiento puede parecer caprichoso, por eso sólo duró un pequeño rato, a diferencia de las otras ideas externadas en las cuales se invirtieron un buen rato entre las letras y las culturas.