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Rosas, lágrimas y cantos en el último adiós al ‘Divo’

Rosas, lágrimas y cantos en el último adiós al 'Divo'
Alondra Flores

Ciudad de México. Cayó la noche y el velorio continuó hasta el otro día. La fila de dolientes rodeaba el recinto cultural y la hilera atravesaba la Alameda a la espera de ingresar al vestíbulo convertido en oratorio fúnebre.

“¡Que maravilloso!”, se oyó desde las bocinas la voz de Juan Gabriel, inconfundible. En la pantalla gigante se proyectaba un video biográfico del músico al que se despedía esa noche en el Palacio de Bellas Artes. Hasta el interior se escuchaba la música del mariachi en un canto del adiós.

Una fiesta a las afueras, mientras la urna permanecía solemne sobre su pedestal. En algunos momentos rodeada por breves guardias.

Tras dejar el escenario entre la multitud que se arremolinaba entre las calles, el mariachi, los coros y los bailarines que acompañaron a Juan Gabriel en sus conciertos tomaron las escalinatas, rodeadas por las coronas floridas en la alfombra roja. Minutos de aplausos se sucedieron. “Todos pueden cantar. Todos tiene oportunidad de seguir en Bellas Artes”, dijo Juan Gabriel desde la pantalla en el interior.

¡Juan Gabriel, te amamos!, gritaban algunos, otros lloraban. La mayoría cruzaba frente a la caja fúnebre con celular en mano captando todo momento, caminando lentamente, hasta que el policía de la gendarmería se acercaba: “¡avanzando por favor!”.

Cientos de rosas eran depositadas sobre el piso, a los pies del pedestal con las cenizas de Alberto Aguilera, hasta que ya no cabían y eran retiradas. En unos cuantos minutos volvían a apilarse.

Un cordón negro, que atravesó de un extremo a otro el primer piso del palacio, separaba a los dolientes de a pie, señoras, ancianos, algunos niños, con banderitas, fotos, flores. Algunos vestidos con trajes de lentejuela en flor, chales de dorados bordados al hombro o en traje de charro.

Al otro lado del cordón, los invitados especiales: familiares, funcionarios y miembros de la farándula. Los cantantes Pablo Montero, Lucía Méndez y Alejandra Ávalos, después o antes de sus interpretaciones en la explanada de Bellas Artes, pasaron a expresar su pésame, entre los lugares reservados y resguardados por guardias con radio y audífonos.

Cerca de las diez de la noche el mariachi Voz de mi tierra cerró las presentaciones en el escenario exterior, después de horas continúas de música, desde las más sentidas como Querida o Ya lo sé que tú te vas o Tú siempre en mi mente. Al final, los temas más festivos, esos popurris que incitaron a bailar en los memoriosos conciertos en la sala principal de Bellas Artes: Me nace del corazón o Pero qué necesidad.

Un velorio convertido en jolgorio, con llanto y canto. “¡Vamos al Noa Noa!”, fue lo último que tocó el mariachi.