Luis Ricardo Guerrero Romero

Todos los que habían estudiado en aquel colegio antiguo demolido hace tres años, conocían la historia de la joven e intrépida Sigrid, ella era sutil en el trato, concisa al hablar y una fiera en cuestiones de la sensualidad. La mayoría de las chicas la busca para ser aconsejadas en cuestiones del amor, sin embargo, aunque Sigrid les explicaba que ni la mayor de las sensualidades ayudaría a la relación amorosa, ellas continuaban buscando su palabra e imitándola en todo, hasta que ocurrió lo que nadie esperaría. El espíritu intrépido de Sigrid y su pasión por las historias paranormales obligaría a su pareja en turno a un viaje aparentemente cotidiano a la ciudad de Monterrey, a visitar “la casa de los tubos”. El viaje quedó planeado y no sólo acudió la sensual pareja, sino que fueron invitados un grupo de estudiantes so pretexto del comité de alumnos del colegio ya inexistente. Al entrar a “la casa de tubos”, Sigrid sugirió que todos los chicos enamorados se vendasen los ojos para poner a prueba la confianza en sus parejas y así fue, la fila de varones caminaba atada por una cuerda guiada por la mano de Sigrid. Pero al llegar al piso más alto, la envidia y menosprecio se apoderó de la joven maestra que acompañaba al grupo, y aventó a Sigrid al vacío –suponiendo que se soltaría de la mano de los que iban vendados–, y con ella una fila de estudiantes moriría. Desde esa vez, en el ex colegio de Sigrid, a los jóvenes enamorados les daba por vendarse los ojos y en filas cruzar las calles, o subir a los pisos y andar en parejas tapando su visión, lo cual ocasionó muchos accidentes, dicen, por influencia del espíritu de Sigrid.

Es propio del hombre hacer fila, desde la fila evolutiva darwiniana, hasta las burocráticas filas para solicitar un médico. Hacemos filas para comprar tortillas, para subir el camión –exceptuamos a los incivilizados–. Incluso en el cementerio nos encontraremos enfilados. Un sujeto conforma una fila, aunque éste no esté conforme, se conforma, para acceder a algún beneficio, sólo hacemos filas para obtener beneficio; nadie se forma para que sea violado o secuestrado, no hay filas para que te hurten y castiguen –quizá su variación es el día de las elecciones–. Cuando niños escuchábamos: ¡formen una fila!, era señal de: fiat ordo (hágase el orden), el orden es un beneficio. La palabra latina ordo, viene a significar fila, hilera, es decir que, hay un preciso lazo entre orden y formación. Con probabilidad desde este punto logremos entender el por qué a las distintas formas de columnas se les denomina órdenes (dórico, jónico, corinto). Pero la aparición de nuestra palabra incorpora asimismo orígenes griegos, ya que la palabra Φυλή (fyle): file –también es fila en francés–, que significa: tribu, clase, género. Ya para terminar con esta fila de palabras, recordemos que Ordo y Φυλή, son los padres de nuestra palabra fila, una porque nos forma, nos guarda, y la otra porque nos designa un sitio, un linaje. La fila de muerte, está en el filo de tu vida. Fila designó otras palabras como filete, desfilar, enfilar, filo, entre muchas más. Filo es un parónimo de hilo, una hilera de palabras nos da un texto, el texto se teje por medio de filas de letras. La vida sí pende de un hilo, un desfilar de acciones que hablan de nuestro perfil como personas.

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