Elio Henríquez, corresponsal
San Cristóbal de Las Casas, Chis. El gesto de una anciana que nada tiene y donó una pequeña bolsa de pasta, un kilogramo de frijol y ropa suya usada para los damnificados por los sismos del 7 y del 19 de septiembre, ha conmovido a muchas personas en San Cristóbal de Las Casas y otros lugares por medio de un video y foto que se han vuelto virales.
A partir de ese acto altruista, ahora es ella la que está recibiendo ayuda, pues vive en una situación precaria, pidiendo limosna, lavando ropa o haciendo otros oficios domésticos.
Encorvada por el peso de los años —no sabe cuántos tiene pero calcula que “unos 80”— y con el pelo blanco, Catalina Vázquez Pale llegó el 22 de este mes a una zapatería ubicada en la calle Escuadrón 201 y avenida 20 de Noviembre a entregar la modesta ayuda humanitaria.
El video de cuando llegó a hacer su donación que con mucho sacrificio adquirió, fue visto por miles de personas, muchas de las cuales le han enviado ayuda y expresado comentarios de agradecimiento.
Aunque su nombre es Catalina toda la gente la conoce como Rosita. “Cuando me bautizaron me pusieron Catalina Vázquez Pale, pero cuando hice la primera comunión el padre me dijo: ‘¿Quieres llamarte Rosita?’ Sí, dije. Y así se me quedó. Todos me dicen Rosita”, dice mientras ríe a carcajadas. Ahora la llaman Tía Rosita, lo que ella acepta con agrado.
Señala que nació en el vecino municipio de Huixtán, aunque no recuerda en qué comunidad, porque “está muy lejos”. Tenía cuatro o cinco años cuando se vino a vivir a San Cristóbal y mucho tiempo trabajó como sirvienta en diferentes casas.
“Trabajaba en la calle Ramón Corona con una enfermera —se lleva las manos a la cara y se pone a llorar—; estuve 20 años, pero cuando murió la persona enferma me corrieron”.
Cuenta que vive de las limosnas que algunas personas le dan o trabaja en diversas labores. No sabe leer ni escribir, “antes no lo mandaban a uno a clases”, comenta; es católica y le gusta ayudar a los demás.
“Quiero ayudar a la pobre gente porque quedó viva, porque quieren taparse y cambiarse como yo pué; otros ya murieron allá en la Oaxaca”, dijo en su escaso español. La mujer renta un cuarto “muy chiquito”, por 350 pesos, a pocas cuadras de donde entregó el donativo, cerca del mercado público José Castillo Tiélemans.
En entrevista agrega: “Traje un poco de ropa por lo que pasó allá lejos, en la Oaxaca; murieron muchas personas, pero otros quedaron vivos, sufriendo”.
Iván Zárate, el dueño de la zapatería a la que ella arribó, explicó que abrió un centro de acopio de ayuda para los damnificados en el Istmo de Oaxaca y “me consternó cuando ella trajo la ayuda. Inspiró a mucha gente que dice que sí hay amor y sí se puede salir adelante de la tragedia”.
Insistió en que “el gesto que hizo Rosita conmovió, inspiró e hizo llorar mucha gente y ahora varias personas se han acercado para ayudarla a ella o le han depositado dinero a una cuenta. Mucha gente está interesada en ayudarla”.
Sentada en un banco en la zapatería Dádivas, donde es visitada por varias personas desde que apareció en el video entregando la ayuda humanitaria, contó que entre los donativos entregó también unas faldas que ella compró. “Yo las compré. ¡Qué me importa. Yo las compré!”, comentó y añadió que parte del dinero que usó fueron diez pesos que encontró tirados en la calle.
—¿Tiene miedo a los temblores, Rosita? —se le pregunta.
—¡Cómo que no! Estaba durmiendo solita cuando sentía que me movía para un lado y otro. Estuvo muy feo. Allá en la zona norte (de San Cristóbal) murió una mujer y sus dos hijos, porque les cayó una pared. ¡Dios nos libre!





