Ignacio Betancourt
Si para la oligarquía nacional la actual situación social es satisfactoria, sus tenebrosas razones tendrán, sin embargo, la población ha llegado al límite de su resistencia para los abusos. Isaac Asimov escribió en un libro sobre los griegos acerca de los gobiernos oligarcas: “Pensaban que la razón de que el poder estuviera en sus manos residía en que ellos eran los hombres más capaces, los mejores. Por ello, se consideraban a sí mismos los mejores en el poder y a su gobierno como lo mejor”. Y pienso que si así no lo creyeran los actuales gobernantes prianistas, no podrían imaginarse eternos en tan conspicua depredación sobre la mayoría de los mexicanos. Pese a todo, indagando se puede comprender que la supuesta superioridad se sostiene en leyes, costumbres impuestas; cotidianeidad construida para que lo nefasto resulte dominante. Todo pareciera indicar que el capitalismo perdió el rumbo en el mundo.
¿Cómo puede ocurrir que los peores sean quienes gobiernan inmensas poblaciones? ¿En qué momento los personajes más lamentables se volvieron gobernantes? ¿Quién ha determinado tamaña atrocidad? ¿Será culpa sólo de la población? Las respuestas como diría Bob Dylan están en el viento. Sin embargo bien valdría la pena indagar los orígenes de tan terribles resultados con una mirada menos romántica. ¿Podrá llevarnos la llamada objetividad a determinar el sentido de la relación entre dominados y dominadores? ¿aún funciona la racionalidad?
Para que en México una población de más de cien millones de seres humanos de todas las condiciones sociales y todas las edades permita el empoderamiento de los peores ¿qué es lo que debe ocurrir? Sin duda influyen cuestiones emocionales perversamente inducidas: ¿el miedo?, ¿la complicidad?, ¿el masoquismo?, ¿la indiferencia?, ¿la falta de capacidad crítica?, ¿la ceguera frente a lo atroz?, ¿la carencia de empleos?, ¿una religión que propicia esclavitud?, ¿los infaltables problemas laborales? Seguramente, pero además podría existir la perturbadora convicción de que los mexicanos nacimos para aguantar el sufrimiento y que el patriotismo también se demuestra soportando a corruptos, con la ilusión de que quizá en algún tiempo muchos más puedan corromper a alguien impunemente. Por lo pronto, en época de supuestas decisiones la población podrá intentar la comprobación de su propia existencia social y esperanzadoramente acudir a votar ¿podrá ser tomado en cuenta su voto, o deberá concluir que el ciudadano no existe?, ¿serán las mayorías sólo alimento para los glotones?
Para cualquier cambio social, evidentemente no es suficiente rezar, ni es suficiente votar, se necesitan organizaciones desde abajo, especialmente cuando quienes deciden han olvidado realidades fundamentales, cosas tan simples como el que depredadores y depredados tienen límites, diferentes ambos, por supuesto, pero extremos y reales los dos límites ¿cómo conocer dicha configuración con anticipación suficiente?, ¿será la disyuntiva huir o perseguir? Hoy es tiempo de preguntas, pero sobre todo de respuestas y de acciones.




