Armando Hernández Soubervielle

En una entrega anterior (La Jornada San Luis 22/01/2021) puse de manifiesto la importancia histórica de la Sierra de San Miguelito, en particular lo relativo a la presencia en la zona de antiguas canteras de las que se extrajo la piedra con la cual se revistió y consolidó la arquitectura del centro histórico de la ciudad de San Luis Potosí. Hoy me gustaría reflexionar acerca de la importancia de ese centro histórico, pero en relación con otros elementos culturales que se le vinculan y que no han sido tomados en cuenta. Declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO desde 2010, al centro histórico se le incluyó como parte del itinerario cultural del Camino Real de Tierra Adentro; ello derivado de haber formado parte de una antigua y compleja red viaria que conectaba no sólo las poblaciones mineras más boyantes y en la que no sólo se transportaban bienes, sino que en ella se cristalizaba el intangible proceso de intercambio de cultura (tradiciones orales, festividades, gastronomía, etc.), saberes (oficios, técnicas, etc.) y, por supuesto, ideas, iban y venían en estos caminos.

La Declaratoria que lo acredita como Patrimonio Mundial se enfocó en dar valor al primer cuadro del centro histórico y sus edificaciones, lo cual es un primer y muy importante paso, pero habría que voltear también a los demás elementos, a la estructura y soporte de eso que hoy vemos y apreciamos. Hemos señalado ya que a lo largo de la ladera sur sur-oriente de la Sierra de San Miguelito se concentraron los espacios y fuentes de material pétreo que se usaron para la arquitectura local de los siglos XVI-XIX. Hablemos ahora de lo que supuso, por un lado, en términos de un oficio y, por el otro, en relación con la red caminera que se fue conformando a la falda de la serranía.

Desde comunidades tan antiguas como la de San Juan de Guadalupe (pueblo de indios y después barrio) hasta otras más recientes como la fracción del Aguaje, se formaron al amparo de un oficio particular: el trabajo de la piedra. Importantes vetas de material se han ido trabajando a lo largo de los siglos; por ejemplo, el emblemático Teatro de la Paz se construyó con piedra extraída de la Sierra de San Miguelito, a la altura del barrio de San Juan de Guadalupe, por pedreros del mismo asentamiento. Lo mismo la Caja del Agua (conectada con la piedra y el agua de la Cañada del Lobo) y la Penitenciaría, hoy convertida en Centro de las Artes. El oficio de los maestros canteros floreció hasta bien entrado el siglo XIX y más allá. Comunidades enteras surgieron al amparo del oficio (la fracción del Aguaje, por ejemplo) y todo ello constituye un aspecto más en la importancia patrimonial de San Luis Potosí, uno que tiene que ver con el patrimonio cultural intangible o inmaterial. La UNESCO refiere que el patrimonio inmaterial es un “patrimonio vivo” en el que confluyen las prácticas, expresiones, saberes o técnicas transmitidos por las comunidades de generación en generación. Ese oficio, el de la extracción y trabajo de la piedra, se irá perdiendo conforme se pierdan las canteras, perder el material, sus espacios históricos de extracción y el oficio, será perder un patrimonio inmaterial que le dio identidad a la ciudad y a su centro histórico. La paradoja respecto a una declaratoria me parece que es más que clara.

Los actuales procesos de urbanización que sufren algunas porciones de la Sierra de San Miguelito, sumado a los proyectos que pretenden ampliar el polígono de crecimiento de la ciudad, impactan directamente en la destrucción de ese otro patrimonio; uno al que no hemos volteado a ver. Oficios, saberes y técnicas, de la mano con materiales, caminos antiguos, paisajes, ecología cultural; todo forma parte de un complejo sistema cultural y patrimonial que no estamos considerando y que los ayuntamientos involucrados (San Luis Potosí, Mexquitic, Villa de Reyes) deberían empezar a considerar.

Aquí es donde entra en juego esa visión del patrimonio como una construcción social, mutable. La sociedad potosina está depositando, en efecto, un valor sobre lo que considera su patrimonio, haciéndolo de una forma dialéctica y, por ello, habrá que observar detenidamente cómo es que se va a redefinir el patrimonio de los potosinos en medio de estos discursos cruzados. De lo que me queda certeza es de que inevitablemente, el gobierno local deberá atender y ampliar su concepto de patrimonio en aras de enfocar esfuerzos para, en efecto, asimilar ese otro patrimonio que tenemos a la vista y hacer partícipe de forma más activa a la sociedad en general. La Sierra de San Miguelito es en efecto un gran tesoro, pero no uno para unos pocos, sino uno que pertenece a un estado, a una nación. Su riqueza está más allá de la urbanización de algunas de sus áreas, su riqueza, con un estricto sentido social, subyace en la compleja relación que entre naturaleza y cultura se ha ido gestando desde el nacimiento mismo San Luis Potosí.

En sus antiguas redes camineras, sus puentes y demás elementos —muchos de ellos destruidos ya con el avance de la urbanización—, se encuentra también el sentido de un pueblo que se nutrió de mineral, granos, cantera, cultura, que ver ir y venir una cultura que se enriquecía. Salvaguardar la Sierra de San Miguelito es un trabajo de todos, dejemos de verla como un botín y apreciemos la importancia patrimonial que, en diferentes vías, nos presenta.

armando.hernandez@colsan.edu.mx

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