Luis Ricardo Guerrero Romero

Ya en casa de Maya, una mujer de prominentes caderas que se tamborileaban al compás de las miradas de los hombres, una pierna sobre la otra, una idea trastabillada, palabras como garabatos nadando en vodka y aromas cruzados. La voz de Maya comenzó a decir:

—En pro de la velocidad de la mente, sistema inenarrable que ha creado miles de religiones y dioses los cuales han sido los verdaderos de acuerdo con la época, favorecidos por nuestro lenguaje, un órgano vivo que colorea nuestras expresiones como: ya te la sándwich, pasa la desta, quita esa chiva, vamos a descomer, aguanta la vara, Simona la mona, ábrete pistache, me doras la píldora, me pelas los dientes, ni maíz, muy muy; y una extensa lista más, hemos encontrado el: yo tambor. Una suerte de yo también, una expresión casi en desuso que, aunque pocos la emplean, por su filiación con la fonética habitual es sencillo de entender, que tambor es igual a también.

Un adverbio que sin temor a equivocarme es muy usado y sin duda poco pensado, tenemos a su némesis: tampoco. La cosa es que, la silabas del tam-bor, con las del tam-bien sólo tienen vinculación por su número de silabas y nada que asociarse con su sentido. Así pues, con estos tragos en mi inicio a divagar sobre el tambor.

El tambor, quizás uno de los antiquísimos instrumentos hecho con una simpleza que hasta un niño sin conocimiento básico musical logra sacarle el sonido, logra hacerlo útil, sólo consta de dos elementos esencialmente: una caja y una membrana, analógicamente al ser humano que se integra por un espíritu y una carne. Pero inclusive en el oído medio de los mamíferos se ubica un tambor, anatómicamente denominado: tímpano. El tímpano (membrana elástica) se parece a un tambor y éste amplifica los sonidos captados, el tambor y tímpano son gemelos, en inglés enunciamos tímpano: eardrum (tambor oído, literalmente).

Ya desde el antiguo idioma helénico entendemos la voz: τυμπανον [tympanon> timpanon> tímpano] como tambor; y en el latín: tympanum conserva la idea de tocar tambor. Asimismo, el sustantivo en cuestión luce en las arquitecturas jugando entre los dinteles y las arquivoltas.

Pues bien, que todo este asunto nos hace voltear a la ya tan frecuente idea que ningún sinónimo es tan fiel, pues tambor y tímpano son sinónimos en esencia, pero no para un otorrino, tampoco para un percusionista—.

Maya no es una mujer cualquiera, es una mujer de lujo, en sus divagaciones descasan una centena de libros, una docena de escritos, un par de lujurias sapiosexuales.

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