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Ciudad de México. El futuro de América Latina visto por Exxon Mobil, cuyo presidente Rex Tillerson encabezará el Departamento de Estado de Donald Trump, aparece ensombrecido por nacionalismos de izquierda, corrupción, inseguridad, y crimen organizado, indica un análisis de la petrolera al cual ha tenido acceso Sputnik Nóvosti.

A partir de ese escenario, los “asuntos claves para observar” lo encabezan “el resurgimiento de los nacionalismos”, que transitan desde la premisa de que “el petróleo es el patrimonio del pueblo”, hasta la “maximización de la renta petrolera”.

El segundo tema a observar, según esta visión del gigante petrolero, es el valor de las reformas energéticas y su implementación, en particular de México, para examinar “donde está funcionado y donde no está funcionando”, desde la experiencia de los contratistas, operadores e inversionistas, y no del gobierno.

En ese punto la Exxon Mobil Corporation acaba de tener un rotundo éxito al ganar tres contratos de licencias en bloques gigantescos con hidrocarburos en lecho marino del Golfo de México, bajo las aguas profundas territoriales mexicanas.

Allí, la empresa heredera del imperio Rockefeller formó consorcios ganadores con la francesa Total y la británica BP, para invertir unos 6 mil 640 millones de dólares en explotación de valiosos crudos ligeros en la próxima década.

En cuanto a los problemas de gobernabilidad, instituciones democráticas, infraestructura y regulaciones los analistas de la compañía observan en esos países “instituciones frágiles y corrupción que frenan el crecimiento económico y energético, sin embargo, varias naciones avanzan”, acotan.

Al gigante petrolero global también le preocupa que “los insurgentes, ex-insurgentes y el crimen organizado apuntan hacia la infraestructura energética”, aludiendo a los sabotajes y robo de combustible e instalaciones petroleras y gasíferas.

También es notable que observan a los movimientos ambientalistas como una amenaza a sus proyectos, porque “incluso las energías renovables enfrentan oposición, como es el caso de las hidroeléctricas”.

La seguridad económica y comercial también se ve amenazada, “la región está cada vez más integrada en una economía y comercio energético mundiales”, que plantean al mismo tiempo “un boom, pero también una vulnerabilidad”.

“El papel de China como gran importador de materias primas naturales, inversionista y socio energético”, es el penúltimo tema a mantener en observación bajo la lupa corporativa de la petrolera.

Finalmente, contempla control de daños ante lo inesperado: los accidentes catastróficos de instalaciones, como los ocurridos en el Golfo de México y la refinería Amuay en Venezuela, la guerra de precios, las sequías, el bajo crecimiento en Europa y Estados Unidos, además de una ralentización de la economía de China, aparecen en el documento.

Los nubarrones

En algunos países en particular, los analistas de la empresa observan retos puntuales, tales como “la seguridad, el estado de derecho, la corrupción, el mal desempeño económico, los grandes recortes al presupuesto gubernamental, entre grandes expectativas”.

Además, a Exxon Mobil le preocupa que se cumpla la apertura energética del sector en México, “las reformas a lo largo de la cadena de valor, y la restructuración de la petrolera estatal Pemex”.

Sobre las licitaciones petroleras de la apertura mexicana a la inversión energética por primera vez en casi 80 años (llamada Ronda Uno), las preocupaciones enlistadas son “la demanda de más transparencia, el impacto de los precios, un calendario ambicioso y los retos de la implementación de la reforma”.

En cambio, Brasil aparece retratado como un país con una “fragilidad política, un Congreso fragmentado, y una creciente protesta popular con crecientes demandas”.

Esa crisis aparece contrarrestada por los cambios en la dirección económica y una “renovada importancia de los vínculos con Estados Unidos”.

Las secuelas del escándalo que arrasaron a la clase política en el llamado Caso Petrolao, la llegada de una nueva dirección a la “sobrecargada Petrobras”, una caída de la producción petrolera, el fracaso de las licitaciones energéticas brasileñas que defraudaron a la industria, y la gobernanza en los campos de Pre-sal, están en la mira de los gerentes de la petrolera.

Sobre las “cartas que juega Venezuela”, Exxon Mobil, observa “una caída de la popularidad” del presidente Nicolás Maduro, “aislado por la normalización de las relaciones de Cuba y Estados Unidos”.

Pero también describe a una “oposición dividida”, en una realidad donde se mezclan “la resistencia y la censura”.

Las “dolencias del sector energético” venezolano son enunciadas por “la continuación de los subsidios gubernamentales a la energía doméstica, la baja producción combinada con los bajos precios del petróleo, una infraestructura decaída, la falta de inversiones, y las pérdidas por el tráfico de combustibles en la frontera con Colombia”.

Finalmente, el fracaso de Petrocaribe, la alianza petrolera diseñada por el fallecido expresidente Hugo Chávez para enviar subsidios a los países aliados, “es insostenible y su influencia regional está disminuida”, puntualiza el documento.

El análisis termina con una sugerente interrogación, sobre si la región experimenta una “¿vuelta al futuro?”

Para explicarlo señala los tiempos gloriosos de otros booms petroleros, de los años 1980 y recientes, apuntando a las riquezas del Golfo de México, los campos de Pre-sal en Brasil y de la faja petrolífera del Orinoco en Venezuela, donde están las grandes reservas terrestres de crudos extrapesados, pero que son de muy difícil extracción y explotación.

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