Eirinet Gómez
El supercómputo también se hace fuera de la Tierra: China y empresas privadas como las encabezadas por Elon Musk, en Estados Unidos, han comenzado a explorar el uso de infraestructura computacional en órbita.
En mayo de 2025 China dio un gran paso en la carrera tecnológica al lanzar los primeros 12 satélites de una revolucionaria constelación de supercomputación orbital. Se estima que el sistema, llamado Three-Body Computing Constellation, alcanzará una potencia de procesamiento de un quintillón de operaciones por segundo cuando complete sus 2 mil 800 satélites.
De acuerdo con gov.cn, el portal oficial del gobierno de la República Popular China, el proyecto liderado por el Laboratorio de Zhejiang, a diferencia de los centros de datos terrestres que consumen grandes cantidades de la energía global, la constelación china funcionará con paneles solares y disipará calor en el vacío espacial, eliminando la necesidad de costosos sistemas de refrigeración.
En paralelo, Elon Musk ha puesto en operación la red Starlink, una constelación de miles de satélites que, aunque no es un sistema de supercómputo en sentido estricto, sí integra capacidades avanzadas de procesamiento, gestión de datos y optimización algorítmica en tiempo real.
Se ha informado que los satélites Starlink V3 están siendo actualizados para que, a partir de 2026, incorporen chips especializados en inteligencia artificial (IA). Diversos análisis estiman que la capacidad de lanzamiento de Starship permitiría colocar en órbita, cada año, grandes volúmenes de infraestructura computacional alimentada con energía solar.
Detrás de China y de Musk viene Jeff Bezos, que a través de Blue Origin, ha anunciado que está construyendo sus propios centros de datos orbitales, mientras Google acaba de lanzar el Proyecto Suncatcher con planes de desplegar satélites de IA para 2027. En tanto, Eric Schmidt, el antiguo director ejecutivo de Google, literalmente compró toda una empresa de cohetes (Relativity Space) solo para competir en este espacio.
Ventajas e interrogantes
Isidoro Gitler Goldwain, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional, dijo que este auge por enviar el supercómputo al espacio se relaciona con los grandes consumos de energía que tiene esta tecnología tanto para el procesamiento como para el enfriamiento.
“Se han buscado diferentes alternativas para hacerlas más eficientes, irse al espacio es parte de ello. Ahí la disipación del calor es inmediata porque se trata de un medio frío”, comentó.
No obstante, en torno a esta infraestructura también se plantean interrogantes geopolíticas, regulatorias y ambientales: ¿Quién controla el poder de cálculo en órbita?, ¿Qué reglas rigen el uso de datos procesados fuera de la Tierra? y ¿Cuál será el impacto energético y espacial de estas megaconstelaciones?





