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Reyes Martínez Torrijos
Ciudad de México.- Crecer es un acto de sobrevivencia: “el pobre cuerpo no entiende nada, te duele, tienes fiebre, descubres a qué eres alérgico”, afirma Alma Delia Murillo, en torno a su libro El niño que fuimos.
La narración se originó en su experiencia en un internado con cientos de niñas, refiere la autora: “me dejó con muchas historias que contar, ver en colectivo todo, el descubrimiento de la sexualidad, las peleas, la violencia, lo amoroso; todo lo que los seres humanos vivimos pero no en un familia”, expresa la autora en entrevista con La Jornada.
La novela explora la historia de María, Óscar y Román, tres infantes que coinciden en la primaria de un internado y se hacen grandes amigos; se separan cuando concluyen ese período escolar y se rencuentran más de 20 años años después con profesiones, entornos y vivencias opuestas. Relata una historia sórdida que incluso recae en el abuso como parte de la realidad en México.
Murillo (Ciudad de México, 1979) menciona que el México de los años 80, donde comienza esta ficción escritural, “era igual de convulso y complicado que ahora, pero nosotros vivíamos en la colectividad presencial, de carne y hueso; ahora, lo vivimos en la redes sociales, una colectividad distinta”.
A pesar de utilizar elementos de su historia, la novela “no es autobiográfica. Está inspirada en algunos hechos reales, pero es ‘vivencial’ como dice Guillermo Arriaga, porque no se arruina una buena historia contando la verdad”.
