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Recrean versión de Parque Jurásico en España

El parque cuenta con diversas especies en peligro de extinción. Foto tomada de la página web paleoliticovivo.com/

Dpa

Burgos. Muy cerca del yacimiento español de Atapuerca, considerado una de las cunas de la humanidad, un grupo de turistas disfruta del único safari prehistórico que existe en el mundo: un viaje en el tiempo para observar en vivo y en directo algunos de los animales pintados en las cuevas por el hombre hace miles de años.

En esta especie de Jurassic Park, situado en la provincia española de Burgos (norte), campan a sus anchas especies del Paleolítico como el bisote europeo o el caballo Przewalski, pero también otras recreadas genéticamente como el uro y el tarpán.

“Los bisontes y los Przewalski no se extinguieron de milagro. Y ahora estamos intentando que eso no ocurra nunca”, explica a dpa Eduardo Cerdá, impulsor del parque Paleolítico Vivo y uno de sus guías.

A bordo de un jeep, el visitante puede acercarse a los animales, acariciarles y hasta darles de comer en las extensas dehesas. El recinto, de mil hectáreas, está enclavado en los antiguos cazaderos de Atapuerca, una zona de paso en las rutas migratorias de herbívoros que era utilizada para cazar por los humanos hace 10 mil años.

“Era el lugar idóneo para hacer algo así. Aquí se han encontrado herramientas de piedra de hace miles de años”, apunta Cerdá.

El bisonte europeo, el mamífero más grande del continente, es una de las estrellas de este safari, pero también una de las especies más amenazadas del mundo, con unos 5 mil  ejemplares vivos.

La labor de conservación de este animal, representado fielmente por el hombre en la cueva española de Altamira, considerada la “capilla sixtina” del arte rupestre, es muy importante y, para ello, es necesario distanciar el patrimonio genético de cada uno de ellos.

“Todos los bisontes europeos que hay ahora mismo en el planeta descienden de 12 individuos que fueron seleccionados en zoológicos a partir de 1919. Eso significa que genéticamente son muy parecidos, son todos primos, y si algún día hay una epidemia, podría acabar con la especie”, explica Cerdá.

En el caso de los caballos Przewalski, antepasados de los caballos domésticos, se calcula que quedan mil 500 en todo el mundo. Los nueve que se pueden ver en este safari constituyen la segunda manada más grande de Europa, tras la que existe en Francia.

El recinto acoge, además, cuatro bisontes, unos cuarenta tarpanes y otros tantos uros. Todos ellos son grandes herbívoros y se alimentan de forma natural con los recursos de la zona. “Comen lo que encuentran, son supervivientes”, señala el guía.

A pesar de que los tarpanes, antepasados del caballo doméstico, se extinguieron en el siglo XIX, en este parque pueden verse gracias a su recreación a partir de la selección de animales similares y a los cruces genéticos. Lo mismo ocurre con el uro, tatarabuelo del toro.

“A falta de que los científicos algún día clonen los originales, lo único que hay ahora en el planeta son recreaciones”, explica Cerdá.

Mientras tanto, la esperanza de parque Paleolítico Vivo está puesta en la reproducción de las especies existentes: en poco tiempo, el parque ha dado la bienvenida a crías de uros, tarpanes y caballos Przewalski. Solo falta el bisonte, cuya fertilidad es menor.

Este proyecto de “inmersión total en la prehistoria” se gestó hace un lustro de la mano de un grupo de biólogos y científicos. Tras un año abierto al público, ahora tienen la vista puesta en la incorporación de otras dos especies: el buey almizclero y el reno.

Aunque el objetivo principal es fomentar y conservar la naturaleza, en el safari también se analiza la relación entre el hombre, el medio natural y su pasado.

“Se trata de conocer cómo vivía el ser humano cuando estos animales habitaban esta zona. Ahora habitamos ciudades artificiales y no podemos vivir sin la tecnología, pero uno tiene que saber de dónde viene, y eso se puede conocer aquí”, indica Cerdá.

Por eso, además de recorrer con un jeep las zonas de animales, los participantes también visitan la recreación de un poblado donde pueden familirizarse con las construcciones, la indumentaria y las herramientas de la época, así como aprender a cazar o a hacer fuego.

“En cada recorrido veo caras de sorpresa por este viaje en el tiempo, donde una máquina, el vehículo, te lleva al bosque para encontrarte con lo que hubo aquí hace miles de años”, asegura el guía.