david pérez
Gianni Infantino declaró: «FIFA no puede resolver problemas geopolíticos». Tiene razón… y coartada. El mismo futbol que en efecto no resuelve conflictos ha servido una y otra vez para lavar gobiernos autoritarios. Mientras la cúpula del futbol pide paz sin consecuencias, abajo, muchos clubes y afición muestran signos de solidaridad organizada con Palestina.
En el estadio de San Mamés, entraron refugiados palestinos al centro del campo. El gesto oficial fue organizado por la directiva del club. La televisión lo ocultó. La radio lo denunció al aire. No es neutralidad, es edición.
Por eso escribo contra la «despolitización selectiva» que blanquea a los poderosos y silencia a las gradas cuando no conviene al negocio. El estadio no es apolítico, es político por diseño. La pregunta es quién decide qué política se ve.
Evidencias que incomodan
Bilbao, caso de estudio. El primer club en Europa que hizo un acto oficial con refugiados palestinos antes del juego vio su homenaje cortado en la emisión, la productora enfocó el exterior del estadio. La omisión fue señalada en directo por periodistas de la Cadena SER. Política hay, pero se decide voltear la cámara para otro lado.
Las gradas no esperan permiso. En Alemania, aficionados repartieron gorras con sandías —símbolo de Palestina— durante la Eurocopa; en Turquía, mosaicos y mantas en juegos de Fenerbahçe; en Chile, el club Palestino convirtió su estadio en foro cultural; en España, hinchadas desplegaron banderas y tifos. No todo fue luminoso (hubo episodios antisemitas condenables en Argentina), pero las manifestaciones existen y son expuestas a la opinión pública.
México sí protesta… fuera del estadio. Aproximadamente 180 mil personas gritaron «¡Palestina libre!» en el Zócalo con Residente; en CU hubo mítines y campamentos; marchas recientes volvieron a tomar las calles en muchas ciudades del país. La sociedad no está despolitizada. La pregunta es por qué esa sinergia no entra a la Liga MX.
¿Por qué no llega al estadio mexicano?
Arquitectura de control. El ecosistema liga–federación–autoridades opera con protocolos de «Estadio Seguro» y manuales donde la prioridad es la gestión de riesgo y la reputación del espectáculo. El marco regula objetos y comportamientos, y habilita a clubes/operadores a filtrar lo incómodo. No necesitas un artículo que diga «prohibido Palestina», basta con criterios discrecionales y manuales que anteponen la imagen del evento al derecho a expresarse.
Televisión como árbitro simbólico. Si en España Movistar decide no mostrar lo que pasaba en el centro del campo de San Mamés, ¿qué impide que en México una emisora corte cualquier gesto en la cancha o en las gradas? La editorialización del deporte está probada, la transmisión elige qué existe, señala y oculta. El periodismo deportivo que cubre las transmisiones de futbol deja mucho que desear en cuanto a su preocupación por la cosa pública y por los derechos de las audiencias.
Cliente, no ciudadano. El modelo de negocio de la Liga MX trata al aficionado como consumidor cautivo: entradas caras, horarios dictados por TV, despliegue policial para «contener», y un discurso de «familia y entretenimiento» que vacía el sentido público de la grada. De ahí la paradoja, el Zócalo canta «Palestina libre» y el estadio calla. No porque a la gente le falte voz, sino porque el dispositivo está hecho para desactivar voces.
Miedo a la agenda. Porras organizadas que sí han sacado pancartas por causas locales saben que el costo puede ser veto, multas o criminalización. El reglamento no necesita mencionar «política» para castigar lo que desborda el guion televisivo.
Objeciones
— «El estadio debe ser neutral». Neutral nunca, siempre hay himnos, protocolos, presencia de autoridades, marcas. Lo «neutral» es la política del organizador. Cuando un gesto convoca multitudes, se celebra como civismo, pero cuando interpela a la ética se le tilda de «política» de forma peyorativa.
— «Se pone en riesgo la seguridad». Nadie pide zonas para el caos, pero sí espacios de expresión protegida con criterios definidos. Bilbao probó que un acto de manifestación política puede ocurrir completamente en paz dentro del estadio.
— «A México le queda lejos Gaza». Aceptando sin conceder, ¿entonces por qué tampoco vemos mantas por desaparecidos o feminicidios promovidas por las directivas de los clubes? Si la grada se vacía de lo público, la democracia pierde cancha.
No pido que la cancha sea un parlamento abierto, por ahora, me cuestiono por qué tanto silencio en las gradas.
Cuando la FIFA repite «no resolvemos geopolítica», recuerda que sí decide escenarios y sedes. Cuando San Mamés homenajea y la TV lo borra, aprendemos que lo político pasa aunque la pantalla diga que no. Y cuando México llena el Zócalo, queda probado que la sociedad no está despolitizada, despolitizado está el negocio. La próxima vez que un club pregunte «¿y por qué aquí hay que hablar de eso?», la respuesta es obvia, porque el estadio también es ciudad.
IG @davidperezglobal





