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El dolor y desconcierto del día después

Por J. Jaime Hernández y David Brooks

Muchos son los que hoy han amanecido sin creer todavía lo que ha sucedido.

Desde Estados Unidos, la victoria de Donald Trump ha sido un golpe difícil de asimilar para quienes, durante año y medio, advirtieron sobre el riesgo que representa para la seguridad nacional y la economía.

Sobre el peligro de su retórica incendiaria y neofascista para ese crisol de razas que es Estados Unidos y sus valores democráticos.

Desde distintas capitales en el mundo, la noticia ponía en estado de alerta a muchos. Desde la Ciudad de México, hasta Berlín, Tokio y Moscú, los gabinetes de gobierno mantenían reuniones de urgencia para analizar los resultados.

¿Qué impacto tendrá la victoria de Donald Trump, presidente electo de Estados Unidos?

En medio de este ambiente de descreimiento e incertidumbre que recorría el espinazo del planeta, mientras en Estados Unidos medio país despertaba deprimido, el resto festejaba mientras lanzaba el proverbial “te lo dije”.

El dedo acusador de millones de electores, apuntaba contra las encuestadoras, los expertos y analistas políticos que fracasaron a la hora de entender el fenómeno Trump.

Desde algunos medios, algunos proclamaban la muerte del “excepcionalismo” americano.

Desde Wall Street, los principales operadores bursátiles comentaban temerosos sobre el elevado grado de “impredictibilidad” de Donald Trump.

En medio de este río revuelto, y entre sentimientos encontrados y sensaciones de asqueo, descreimiento, el presidente Barack Obama parecía el único dispuesto a simular su disgusto y a comportarse civilizadamente.

A primera hora de este miércoles, Obama tomaba el teléfono para felicitar a Trump y consolar a Hillary Clinton, la mujer a la que millones de electores le negaron el derecho a ocupar la Casa Blanca.

“Para muchos —y esto es muy doloroso de admitir—, que una mujer sucediera al primer presidente e raza negra, era muy difícil de aceptar”, aseguró el analista, Roger Cohen, desde las páginas de The New York Times.

Así, mientras Obama intentaba transmitir y proyectar normalidad en medio de un cataclismo para su legado presidencial, muchos intentaban sobreponerse de una de las más encarnizadas y asquerosas campañas por la presidencia en Estados Unidos.

Unas elecciones que han catapultado a Donald Trump, el primer presidente sin pedigrí político desde Dwight Eisenhower.

En el día después de este proceso que ha dejado en shock a EU y a todo el mundo —con la excepción de Vladimir Putin que fue el primero en felicitar a Trump—, muchas son las preguntas que sólo el tiempo se encargará de contestar.

¿Cumplirá sus amenazas de construir un Muro en la frontera con México?. ¿Dará la espalda a los Tratados de Libre Comercio que ha firmado con los principales socios y aliados de EU?. ¿Deportará a más de 11 millones de indocumentados?.

¿Dará marcha atrás a los históricos acuerdos con Cuba e Irán?.¿Encarcelará a Hillary Clinton como prometió?. ¿Derogará la primera enmienda de la Constitución que consagra la libertad de expresión y meterá en cintura a los medios que le presentaron como la peor amenaza para la seguridad nacional?

Sospechamos que muchas de sus amenazas y promesas a ese hombre blanco y poco educado que lo ha aupado a la Casa Blanca, se quedarán en nada. Pero, insistimos, sólo el tiempo será capaz de responder a estas dudas.

Una cosa es segura. Estados Unidos escribe desde hoy un nuevo capítulo en su historia. Uno que hace soñar a unos y que provoca pesadillas a otros.