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Por Reuters
Santiago. Temido y odiado por sus opositores, el ex jefe de la policía secreta de la dictadura militar chilena falleció sin haber mostrado arrepentimiento por los crímenes cometidos y con la frustración de no haber completado su última misión: inculpar a su líder Augusto Pinochet.
A diferencia de Pinochet, quien murió hace casi 10 años sin recibir castigo, el general retirado Manuel Contreras vivió sus últimos días sumido en múltiples enfermedades y acumulando penas por más de 500 años de cárcel en causas de violaciones a los derechos humanos perpetradas durante el régimen militar.
El “Mamo” Contreras falleció el viernes a los 86 años creyendo que fue un chivo expiatorio de lo ocurrido tras el golpe militar liderado por Pinochet, pues negó cada una de las acusaciones e intentó hasta el final responsabilizar al dictador de los crímenes cometidos en esa época.
“Me hubiese gustado que el general Pinochet hubiese asumido la responsabilidad de todo lo sucedido en Chile desde el momento que tomó el gobierno, porque le correspondía hacerlo”, dijo Contreras hace unos años.
Durante el régimen de Pinochet (1973-1990), más de 3 mil personas murieron o desaparecieron a manos de agentes de la dictadura, mientras otras 28 mil personas -incluida la actual mandataria Michelle Bachelet- sufrieron torturas.
La salud de Contreras empeoró en el último año, en medio de un tratamiento de diálisis, un cáncer al colon, diabetes y secuelas de una trombosis. Muy lejos del hombre todopoderoso que llegó a ser cuatro décadas atrás.
Contreras, quien fue el director de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), entre 1974 y 1978 descabezó a los partidos que sustentaron al derrocado presidente Salvador Allende.
El “Mamo” recibió su última condena de 15 años de cárcel en mayo por su participación en los homicidios del matrimonio de Ana María Puga y Alejandro de la Barra, ocurridos el 3 de diciembre de 1974 en la capital chilena.
Los homicidios del matrimonio De la Barra-Puga son una muestra de los crímenes de lesa humanidad y torturas que aplicó en interrogatorios a cientos de opositores durante los primeros años de la dictadura.
“Contreras daba órdenes y supervisaba, pero también participaba directamente en las torturas. En (una) sesión, él me golpeó, me dio cachetazos, y me insultó”, dijo Luz Ayrees Moreno, una víctima de tortura en una declaración a un consulado chileno en Estados Unidos.
Tras cumplir siete años de prisión, hasta el 2001, por el asesinato del ex canciller Orlando Letelier en Washington en 1976, el ex jefe de la DINA fue condenado ese mismo año a otros 12 años de cárcel por el secuestro y desaparición de un guerrillero izquierdista.
En esa histórica sentencia, la Corte Suprema aceptó por primera vez que los desaparecidos fueron víctimas de secuestro permanente, delito que no expira mientras los cuerpos no son hallados, lo que abrió la puerta a muchas más condenas.
Con esta sentencia, el ex director del organismo represor acumuló 58 condenas definitivas que sumaron 526 años de cárcel, aunque esa cifra podría aumentar en espera de que el máximo tribunal chileno confirme sentencias en otros seis casos.
Contreras murió en un hospital, tras vivir recluido en el penal de Punta Peuco, en las afueras de Santiago.
