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Pantalla Nómada / ‘Tenemos la carne’

‘Tenemos la carne’ no presume de la coherencia interna ni goza de la solidez de las grandes películas

Alan Rodríuez

Hay y siempre ha habido una propensión de los seres humanos por los espectáculos crueles. Al menos es como lo vieron poetas como Friedrich Schiller: “Es un fenómeno general en nuestra naturaleza que lo triste, terrible y hasta horrendo nos atrae con una fascinación irresistible”.

Basta revisar los escritos alguna vez malditos del Marqués de Sade para corroborar que el gusto por la crueldad está en la médula del alma humana. Según la RAE, el propio término sadismo nos remite a una “perversión sexual de quien provoca su propia excitación cometiendo actos de crueldad en otra persona”. Es también visto como “una crueldad refinada, con placer de quien la ejecuta”.

Sadismo es un término que encaja para el filme Tenemos la carne (México, Francia, 2016), porque lo que dicta la definición de la RAE lo encontramos en esta ópera prima del mexicano Emiliano Rocha Minter, en la que deja ver un talento estridente. La película, de clasificación D, generó desconcierto en su estreno durante el pasado FIC Morelia. Durante estos días se exhibe en la ciudad y para quienes vayan a verla mejor no meterse a la sala de cine con comida.

‘Tenemos la carne’ es la ópera prima del mexicano Emiliano Rocha Minter

Incesto, goteo menstrual, cogidas, erecciones, felación, masturbación, degollación, close up a vagina, close up a pene, antropofagia, necrofilia, orgía… todo este combinado bárbaro es lo que desfila ante nosotros una vez que conocemos al mentor, vidente y lunático Armando (Noé Hernández) quien se refugia en una cuchitril oscuro. Morada que una vez que recibe al par de hermanos errantes (María Evoli y Diego Gamaliel) va tomando poco a poco la forma de caverna siniestra donde se dan abominables actos.

La cinta ocurre en un espacio cavernoso, con la suficiente amplitud irreal para una alocada fantasía

El cineasta tomó la idea de la cueva, a partir de que dos amigos suyos construyeron una a base de cartón en su apartamento y donde vivieron por varias semanas. Rocha quiso que la mayor parte de su filme ocurriera en ese espacio cavernoso, con la suficiente amplitud irreal para una alocada fantasía.

Incesto, goteo menstrual, cogidas, erecciones, felación, masturbación, degollación, close up a vagina, close up a pene, antropofagia, necrofilia, orgía… todo en ‘Tenemos la carne’

Los desnudos y la sangre son lo de menos en la película. Unida por instantes aparentemente inconexos, es en realidad un sumario de visiones perturbadoras que en conjunto puede parecer repulsivo para algunos. Sobre todo porque no se toca el corazón a la hora de representar la cópula, la masturbación o el degüelle de un soldado secuestrado (estampa que dados los tiempos que vivimos puede tener una interesante lectura).

Las bases teatrales de este filme nos recuerdan al teatro de la crueldad de Artaud o al teatro pánico de Fernando Arrabal

Se trata de un filme con bases teatrales, que nos recuerda al teatro de la crueldad de Artaud o al teatro pánico de Fernando Arrabal. Los actores una y otra vez manifiestan su fervor mediante gestos, actitudes, gritos, sacudidas corporales.

Por eso lo de Noé Hernández es de aplauso. Su interpretación se nota agotadora en lo físico, porque casi todo el tiempo su cuerpo es el mensaje. Desplazamientos, espasmos y (tenebrosas) entonaciones no hacen más que dar cuenta de una malvada demencia.

‘Tenemos la carne’ no presume de la coherencia interna ni goza de la solidez de las grandes películas

El filme de Rocha está pensado para inquietar al espectador, y busca perturbarlo casi desde el inicio. Luce como una apuesta de improvisación y experimentación primero escénica y luego fílmica, en la que parece está la invitación al morbo, a una suerte de hedonismo sádico del que se nutren también ciertos videojuegos y algunas series de TV.

 

Aun dentro de su propuesta caótica y bizarra, el filme no presume de la coherencia interna ni goza de la solidez de las grandes películas. Se desarrolla entre ratos de euforia y otros de desmesura que resultan de la imaginación sobreexcitada de su autor. Eso le ha bastado para disparar un sinnúmero de comentarios. Nos rodean espectáculos sobre lo cruel, lo grotesco y lo aberrante, y ahora en Tenemos la carne tenemos un ejemplo más del cine esperpéntico.

@kromafilm