Luis Ricardo Guerrero Romero

Únicamente se escuchaba el ronquido de tus perros en la habitación inmediata, la mente, la que supones es tu mente, iba y venía recordando el quehacer que llevaste a cabo un fin de semana más, sin embargo, ¿un fin de semana más para qué? Aquellas ideologías arcaicas y desgastadas del saber: todo acabará por y para nada; te rebatía el corazón o eso que exiguamente llamas corazón. Conseguiste dormir, pero entre sueño y ensueño revisas en tu brazo izquierdo un tatuaje sinigual: “Pestis eram vivus, moriens ero mors tua”. Recuerdas —si acaso en los sueños puede cognitivamente lograr el recuerdo—, alguna que otra palabra latina, y dices: ¡claro, debe ser por mi instrucción en el colegio! No obstante, nada de eso se acerca a lo que en verdad es la verdad. De pronto ese sonido, sí, una melodía instrumental que lleva el mismo título que está grabado en tu brazo izquierdo, fue aquella búsqueda de canciones irrazonables que visitaste en YouTube. En internet ya no buscas, visitas, y a veces resides, huésped de la inconsistencia. La incoherencia te levanta y allí están frente a ti cuatro trémulos ojos más el respirar en tu rostro de las mascotas que antes de tu sueño oíste roncar. Sólo hay un resumen, sólo hay una averiguación: “Pestis eram vivus, moriens ero mors tua”.

Con el texto anterior podemos recapitularnos y distinguir que no muchas veces indagamos sobre nuestros sueños, está el dato, la curiosidad, pero nada más. No obstante, las anteriores líneas hoy nos instigan a averiguar sobre la necesidad de la pestilencia, ¡qué extravagante necesidad!

Pestis eram vivus, moriens tua mors ero”, es una cita atribuida a Martín Lutero, frase que, sin duda, todo aquel que se sepa más razonable que su sistémico enemigo la dirá: “En vida fui tu peste o azote, muerto seré tu muerte”. Tal idea puede aplicarse a muchas circunstancias, vicios, mujer, obstáculos, pero también retos como le sucedió a Lutero. Hay también una idea de dicha frase luterana que el eximio Poe apunta en su primer texto publicado: Metzengerstein (un espacio geográfico creado por el mismo literato).

Las palabras como vendaval nos sacuden y en este sentido la pestilencia también. La idea científica de ésta la encontramos en la bacteria: Yersinia pestis, tal bacteria produce tres tipos de peste: pulmonar, bubónica y septicémica. La cosa es, ¿qué debemos entender por peste?, y por qué peste es pestilente. Dijo William Blake: “El que desea, pero no actúa, engendra la pestilencia”. Cierto es, pero también el que sólo aspira sin revisar lo pestilente, fracasará.

La voz pestilencia se recupera del latín: pestilentia: epidemia, enfermedad contagiosa, insalubridad. Tal descripción se suscita por la morfología de la bacteria. Otras palabras que se derivan de tal vocablo por ejemplo son: pesticida, apestoso; todo ello con atino nos viene del latín: pestifer-ra: desastroso, funesto, pestífero, apestado, o lo que sería mismo, infectado, fétido.

Aunque hoy existan muchas enfermedades, ¿qué hacemos con lo pestífero que nos rodea, aquello que requiere un desazolve, todo lo que no ayude a retirar el azolve cotidiano?

l.ricardogromero@gmail.com

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