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Adultos mayores retribuyen a la sociedad mediante la palabra

Lo que más me satisface es cómo las personas van cambiando a lo largo del curso, dice Edna Rivera Maldonado en entrevista con La Jornada. Foto María Luisa Severiano

A sus 96 años, doña Amalia de la Cabada López fue una de las alumnas más activas del taller Abuelos lectores y cuentacuentos que imparte la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) desde 2011.

Además de compartir inolvidables historias y ser la participante más longeva, dejó listo un proyecto para llevar la narración oral a niños de zonas marginadas del puerto de Acapulco, Guerrero, iniciativa en la que, por supuesto, ella sería la cuentacuentos principal.

Doña Amalia murió en 2016 antes de ver realizada su propuesta, pero su paso por el taller motiva aún más a la impulsora del programa, Edna Rivera Maldonado, quien ha trabajado en las aulas de las tres sedes del curso (museos de las Ciencias Universum y Universitario del Chopo, así como el Centro Cultural Universitario Tlatelolco) con más de mil 500 personas, en su mayoría adultos mayores, entusiasmados por compartir su palabra.

El pasado 6 de marzo comenzaron las clases de la decimotercera generación de estudiantes decididos, en principio, a romper con el estereotipo de que la vejez significa estar condenados al abandono, el maltrato, la exclusión o la discriminación.

Reincorporación y bienestar

El interés de los alumnos por cursar el taller no sólo tiene que ver con querer leer a sus hijos y nietos, explica la maestra Rivera en entrevista con La Jornada. Muchos de ellos buscan mantenerse activos, estar frente a un grupo en una escuela o llevar sus narraciones a pacientes en hospitales o cárceles. Vienen muchos maestros jubilados que extrañan su trabajo, entonces se capacitan y regresan a sus escuelas como cuentacuentos.

Al final del taller, que es gratuito, cada participante debe presentar un proyecto que realiza a manera de servicio social, con base en dos líneas: primera, la retribución a la sociedad por medio de la reproducción de las herramientas desarrolladas durante el curso y el servicio a la sociedad mediante la creación de redes para la lectura en bibliotecas, guarderías, primarias, orfanatos y casas de retiro.

El segundo objetivo de la UNAM con ese taller es procurar la mejoría de la calidad de vida de los abuelos promotores al involucrarlos en un ambiente estimulante, de calidez y sana convivencia. Muchos de los abuelos que hemos capacitado están en activo, entonces el proyecto se ha convertido en un programa comunitario con gran valor porque los adultos mayores vuelven a reinsertarse en la sociedad, explica Rivera.

La UNAM les propone ciertos espacios para desarrollar ese servicio social, como algunas de sus bibliotecas y librerías, pero los abuelos lectores trabajan también, en la actualidad, en cárceles como las de Otumba y Santa Martha Acatitla, donde hacen lecturas todos los días además de impulsar un taller de creación literaria y la publicación de una antología con historias escritas por los reclusos.

Un grupo se acaba de abrir en el hospital de La Raza, del Instituto Mexicano del Seguro Social. Los abuelos se vuelven autogestivos, tenemos a varios leyendo en el hospital Federico Gómez a niños con cáncer. Es así como se va haciendo una comunidad muy grande, llena de vitalidad y gusto.

De tradición oral

El antecedente del taller Abuelos lectores y cuentacuentos es el proyecto gemelo Regaladores de palabras, dedicado a capacitar narradores orales, que surgió en 2009 en la Coordinación de Difusión Cultural en la UNAM, donde se planteó como uno de sus primeros programas con espíritu ciento por ciento social. El taller piloto tuvo tanto éxito que se decidió abrir dos sedes más, en Tlatelolco y en El Chopo, recuerda la maestra Edna.

Muchos abuelos provienen de padres analfabetos, pero con gran tradición oral. El primer módulo que toman se llama integración grupal, donde se van conociendo unos a otros y comparten experiencias; por ejemplo, hay otros participantes a los que sus hijos les han enseñado a leer. La UNAM les da a todos un voto de confianza porque nadie les checa si cumplen con sus 60 horas de servicio social como promotores de la lectura.

Edna Rivera, egresada de la carrera de letras hispánicas de la UNAM y con un diplomado para mediadores de lectura impartido en A Leer IBBY México, ha luchado por mantener vivo este programa al cuidar cada detalle, incluida la creación del logotipo, contenidos y la integración de la plantilla de profesores, todos profesionales, mediadores de lectura y apasionados de la materia que imparten.

En el taller Abuelos lectores y cuentacuentos, que es de 40 horas de clase teórica y 20 de prácticas, no son convocados docentes aburridos porque ahuyentarían al alumnado, aclara Rivera.

Lo que más me satisface es cómo las personas van cambiando a lo largo del curso; algunos llegan muy tímidos o con la autoestima por los suelos y van adquiriendo seguridad mediante la palabra. Este proyecto demuestra que están equivocados quienes dicen que México es un país de pocos lectores o personas a las que no les gusta leer. En nuestros talleres siempre se quedan personas en lista de espera porque no tenemos capacidad en las aulas para más, concluye la maestra.

Más información acerca del programa Abuelos lectores y cuentacuentos en la página de Internet: http://cultura.unam.mx/abueloslectores/index.php