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El Altiplano, fortaleza mancillada

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Gustavo Castillo García

Para sus constructores, en sus primeros años de funcionamiento el Cefereso de Almoloya había logrado ‘‘demostrar que es posible un penal sin droga, sin corrupción, sin autogobierno, sin privilegios, sin dinero, donde efectivamente se readapta a los inadaptados’’. Incluso, a este centro penitenciario se le llegó a considerar ‘‘ejemplo mundial’’.
Además de una cuidadosa selección de personal, a esta cárcel se le dotó de defensas antiaéreas, cables de alta tensión en sus muros de lado a lado, sensores infrarrojos y ópticos a lo largo de sus corredores y pasillos, detectores de movimientos de tierra, alarmas conectadas al séptimo regimiento de artillería y al Colegio de Policía del estado de México.
Supuestamente era una fortaleza capaz de repeler cualquier ataque externo o intento de evasión. Joaquín El Chapo Guzmán ha sido el primero y el único que ha logrado fugarse de este centro.
La construcción del Cefereso número 1 se inició en 1988 y se concluyó en mayo de 1991; los primeros internos llegaron el 25 de noviembre de ese año; ocuparon sus celdas, entre otros, Fernando Villegard Cañedo, secuestrador y homicida; el narcotraficante Miguel Ángel Bátiz Salcido e Isaac Garay, miembro de la Liga Comunista 23 de Septiembre.
Luego llegaron los narcotraficantes considerados de alta peligrosidad: Miguel Ángel Félix Gallardo, El Padrino; Ernesto Fonseca Carrillo, Don Neto; Rafael Caro Quintero, y delincuentes como Mario Aburto, homicida confeso de Luis Donaldo Colosio, en 1994, así como personajes relacionados con cuestiones políticas como Raúl Salinas de Gortari, quien fue acusado de homicidio, lavado de dinero y otros ilícitos, pero al final fue declarado inocente.
El Cefereso fue conocido inicialmente como penal de máxima seguridad de Almoloya de Juárez; la extensión que ocupan sus instalaciones abarcan una superficie de 260 mil metros cuadrados. El centro tiene capacidad para albergar a 724 internos; sin embargo, ha llegado a tener una sobrepoblación de más de 30 por ciento, esto es, más de mil 200 presos, en su mayoría clasificados de alta peligrosidad.
La prisión federal está resguardada por bardas de 7 metros de altura que en su parte superior sostienen rollos de alambre de púas electrificados, una zona de patrullaje y dos mallas ciclónicas, una electrificada y otra con navajas.
Asimismo, se instaló un sistema de videovigilancia que supuestamente está pendiente de cada instante que viven los internos dentro y fuera de sus celdas, para evitar que sean víctimas de agresiones de otros presos o que ellos mismos atenten contra su vida.
Ninguna de las medidas mencionadas sirvió para impedir la fuga de Guzmán Loera, el sábado anterior.

JSL
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