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Gracias a Rosario Ibarra también luchamos, dice cofundadora de ¡Eureka!

Rosario Ibarra de Piedra y Emilio Álvarez Icaza develaron un Memorial por los desaparecidos políticos en las instalaciones de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, el 28 de agosto de 2004. Foto José Antonio López

Sergio Ocampo Arista, corresponsal

Chilpancingo, Gro. “Para mi Rosario (Ibarra de Piedra) era más que mi hermana, y creo que, para todas las compañeras, porque gracias a ella nosotros también luchamos, porque ella también nos enseñó. Éramos ignorantes, no estábamos preparadas para estas cosas, no sabíamos por dónde empezar”, dijo entre lágrimas Celia Piedra Hernández, cofundadora del Comité ¡Eureka!.

Entrevistada en su casa en Chilpancingo, en donde mostró varias fotografías, doña Celia Piedra, de 78 años de edad, oriunda de San Jerónimo de Juárez, en la Costa Grande, expresó: “Te imaginas la gente de la sierra. Yo que nunca había andado en estas cosas, y Rosario, fue para nosotras, más que una hermana. Yo la quise y la quiero mucho, y siempre mientras yo viva la he de recordar.

— ¿Lograron rescatar a desaparecidos?

—Sí, unos que estaban en el Campo Militar número 1, como Elda Nevárez, Laura Gaytán Saldívar; hubo varios, de los que ya no recuerdo su nombre.

—Me recuerdo que Elda, Laura y su hermano Armando eran de Chihuahua, pertenecían a la guerrilla del Movimiento Armado Revolucionario (MAR); me comentaban que se fueron a entrenar a Corea (del Norte), que no les daban pasaporte para irse, y que se casaron a las escondidas, y se fueron. Pero al regresar les fue mal.

—Su hermano hasta la fecha no aparece. Me platicó que cuando la tuvieron en una celda del Colegio Militar, volteó la mirada hacia arriba, y vio como que con sus uñas o un palito, había un escrito de su hermano: aquí en esta celda estuvo Armando Gaytán, y la frase “más vale morir de pie y no morir de rodillas”, y que se le rodaron las lágrimas.

—Y de Guerrero ¿también buscó a Domingo y Teresa Estrada?

—Sí a todos, no había distinción, todos éramos hermanos de la misma lucha. De Domingo Estrada, que creo era de Tlapa, Rosario platicaba muy bien de él, y se acordaba que cuando comía arroz, no dejaba ni un granito, y le contaba cuando era campesino; Rosario le tenía mucho cariño a Domingo.

—¿Qué recuerda de doña Rosario?

—Me platicaba que no era pobre ni rica, pero que se quedó sin familia cuando empezó a buscar a su hijo (Jesús Piedra); desde entonces, mi familia que eran dueños de empresas y negocios me dieron la espalda.

—A veces nos echábamos unas copitas, y me platicaba que muchas noches lloró pensando si su hijo ya comió, o si está bien. No importa que me quede sin brazos, ni piernas, lo único que no quiero es perder la conciencia, me decía.

—¿Cómo conoció a doña Rosario?.

—Cuando nosotros empezamos la lucha, fue cuando (el presidente) Luis Echeverría, visitó Atoyac de Álvarez, de ahí empezamos a luchar, hicimos nuestro comité con la gente de la Sierra y la Costa que tenían familiares desaparecidos.

—Me platicaba Rosario que una vez fueron estudiantes de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG) a Puebla, y les preguntó que si me conocían, y le dijeron que sí, y que como le haría ella para platicar conmigo. Le dijeron que llamara a la UAG, y que ellos estarían en el teléfono; y fui al teléfono, y me dijo, quiero que vengas a México, ella acababa de llegar de Monterrey, y me dio el nombre de la colonia, y el número de la casa; llegamos con mi hija Melina que tenía 8 años; que por seña había un cártel de los desaparecidos, afuera de la calle.

—Cuando llegamos nos abrió la puerta, y Melina la abrazó y le dijo tía…tía; y le respondió Rosario: no soy tu tía, pero soy hermana de tu madre del mismo dolor, así que sí, de ahora en adelante soy tu tía, de ahí empezó nuestra amistad.

—Mi esposo Jacob Hernández, desapareció el 2 de septiembre de 1974, probablemente la conocí dos años después, cuando fundamos un comité con gente de la sierra, como la esposa de Inocencio Castro, Margarita Cabañas, y la tía de Octaviano Dionisio, entre otros.

—Ya veníamos a Chilpancingo a hacer manifestaciones; pasó el tiempo y tuve contacto con Rosario, pero ya en las reuniones que teníamos había gente infiltrada, y Rosario me dijo que me retirara.

—¿Qué pasó después?

—Me salí del comité de Presos perseguidos, y desaparecidos políticos; y creo en 1977 fue cuando fundamos el comité. Después en otro mitin en Chilpancingo, me habló Rosario, y me preguntó: ¿qué no querrán venir las señoras aquí a México?, le dije que no traían dinero, pero me insistió: las que quieran venir que se vengan, aquí te voy a comentar de qué se trata.

—Unas sí fueron, pero la mayoría no tenía dinero, y fue cuando la huelga de hambre(de agosto de 1978). Cuando llegamos a México, me dijo: tú no les digas a la huelga de hambre. Y me preguntó si estábamos dispuestas a quedarnos unos días para ver si le arrancamos algo al gobierno de los desaparecidos.

—Cuando llegamos a Catedral, nos dijo que íbamos a misa. Pero no íbamos a misa, sino que ya directo a hacer la huelga de hambre. Al llegar me dijo: tú que vas a quedar adentro de la iglesia, y otra parte se va a quedar afuera; tú te quedas adentro con las señoras más grandes.

—Cuando iban a cerrar la catedral nos pidieron que nos saliéramos, y les dijimos que no porque haríamos una huelga de hambre. ¿cómo es posible que se van a quedar aquí?, -nos dijeron-, y les respondimos que nos íbamos a quedar.

—Pedimos agua y permiso para ir al baño, y dijeron que no. Entonces si no nos dan permiso para ir al baño, lo sentimos, aquí nos vamos a hacer; la iglesia es del pueblo, es de nosotros también y no nos pueden correr; al fin nos llevaron agua, y nos dieron permiso para ir al baño.

—Rosario me hablaba por la rendija de la puerta, y me preguntaba ¿Celia cómo están?, y riéndonos le decíamos que bien. Y nos decía que por ningún motivo deberíamos salir, así que estábamos encerradas, y ellas afuera.

—¿Qué fin tuvo la huelga?

—Pasaron 3 días y el gobierno nos hizo creer que nos iba a resolver; pero no, fue pura mentira, no hubo nada. Llegaron los granaderos para desalojarnos, entonces éramos puras mujeres (84), y pocos (4) hombres; nos prometieron, pero no nos cumplieron, así siempre fue nuestro peregrinar, de promesas incumplidas.

—Mira el tiempo en que estamos, reuniones y reuniones, y nunca nos atendieron. Nos reunimos creo con todos los presidentes, desde Echeverría, (Carlos) Salinas, (Vicente) Fox, hasta con (Andrés Manuel) López Obrador. Hasta la fecha no hay nada; varias compañeras acompañamos a Rosario cuando se le entregó la presea Belisario Domínguez.

— ¿Qué puede hacer López Obrador?, se preguntó: yo creo que sí puede hacer mucho, si quisiera, porque la mayoría de los desaparecidos. La mayoría de los desaparecidos fueron desaparecidos por el ejército (mexicano), no fueron los civiles, fue por el ejército, y la gente sabía qué batallón se había llevado a sus familiares.

—El caso de mi esposo Jacob (Nájera) se lo llevó Isidro Galeana Abarca, que era agente federal. Yo le pregunté a él, cuando me entrevisté con él, que a dónde había llevado a Jacob, me dijo: señora yo cumplo órdenes; a Jacob lo entregué al ejército en la “Y” de Atoyac. A la mayoría de los desaparecidos el ejército se los llevó.

—Si él quisiera (López Obrador), había de hacer una buena investigación, pero a veces pienso que le tiene miedo al ejército.

—¿Siempre tuvo relación con doña Rosario?.

—Muchos años, hasta que se enfermó; en los últimos años fui a Monterrey a verla, en un cumpleaños de ella, que quiso que fuéramos. Nos llamábamos por teléfono, yo viví con ella mucho tiempo, me decía vente para que me acompañes, y yo le decía que tenía pendiente por mis hijos, pero insistía: vente una semana te quedas, y otra semana te vas. A veces me quedaba hasta quince días.

— Lo mismo cuando fue diputada o senadora, me decía vente, y la iba a ver, y me ayudaba con poquito (de dinero); después se empezó a enfermar, y sus hijos se la llevaron a Monterrey. Ya no pudimos hablar.