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¿Mentiras, contradicciones, verdades? / Víctor Flores Olea

Imagen satelital proporcionada por DigitalGlobe muestra una imagen capturada el 7 de abril de refugios de aviones destruidos en el lado sureste de la base aérea de Shayrat en Siria, después de los ataques de Estados Unidos. Foto vía AP

Parecía, en un primer momento que, dentro de sus “palos de ciego”, Donal Trump había acertado en su arriesgada decisión de enviar cohetes destructivos a la base aérea de donde, según la “inteligencia” de su gobierno, habían partido las armas químicas que causaron muertes horribles de hombres, mujeres, niños y ancianos, según hemos sido testigos a través de las filmaciones que se hicieron después de la tragedia. en una región de Siria controlada por los rebeldes De ese horror no hay duda alguna. Pero sobre lo que hay innumerables preguntas es sobre si Trump actuó con absoluta certeza de donde habían partido esas armas químicas, con la certidumbre acabada con que puede contarse en estos casos, o bien se trata de otra pifia monumental del Presidente de Estados Unidos, que vuelve a poner en seria duda su sano equilibrio y juicio político y su autenticidad y capacidad como mandatario, para decir lo menos.

Por supuesto que uno de los grandes problemas sobre el asunto es que la carnicería en Siria ha seguido adelante, ya desde hace varios años, sin un horizonte de final previsible. Y que esto se debe, entre muchos otros factores, a la complejidad de la situación en el medio oriente y especialmente en en ese país. Pero también hay que reconocerlo, Donald Trump tomó los riesgos de una iniciativa unilateral porque todo posible acuerdo multilateral en Naciones Unidas, parecía y parece imposible, como se demostró una vez más con el veto introducido por Rusia en contra de cualquier iniciativa de la ONU en castigo del actual gobierno Sirio, presidido por Bashar Al Assad. Sin embargo debe reconocerse que ante la ausencia de cualquier iniciativa de la comunidad internacional para terminar con la masacre en Siria, la decisión de Trump ha encontrado apoyos y simpatías, no obstante que es claramente violatoria de las normas que fijan los derechos y deberes de la comunidad internacional ante la ONU. Y, por supuesto, que está muy lejos de ser unanime

Y es que, en rigor, no debiera tener excepciones la obligación de los Estados miembros a no realizar ninguna acción militar, o amenaza de tal índole, si no es con el acuerdo del Consejo de Seguridad de la ONU, lo cual, como todos saben, no ocurrió en esta ocasión por el veto de Rusia. Sin embargo, ante la gravedad de los hechos, la indebida acción unilateral de Trump ha sido discutida al nivel internacional, pero también ha recibido apoyo de importantes Estados, en primer lugar de sus aliados tradicionales (por ejemplo, Gran Bretaña, Francia, Alemania y de muy buena parte de la Unión Europea y de los países de América Latina).

En otras palabras, parecería que Donald Trump, entre tantas opiniones y decisiones herráticas, encontró un punto duro y favorable para actuar, creando polémica pero también partidarios y aliados en esa decisión altamente discutible. El hecho es que Trump no parece haber salido mal librado por enfrentarse, incluso agresivamente, a una situación que ha sido motivo de escándalo mundial y que ha recibido el repudio de infinidad de pueblos y gobiernos.

Por supuesto, tanto Siria como Rusia, en voz de sus Presidentes Vladimir Putin y Bashar al Assad, han negado enfáticamente ser los autores directos o indirectos del uso de las armas químicas en cuestión, postulando la tesis que fueron los propios rebeldes que propiciaron el incidente al destruir algún depósito que las contenía y que las liberó sin control. En vista de los antecedentes, entre ellos ya el uso de sustancias químicas por el gobierno de Siria, para la liquidación de los rebeldes enemigos, el mundo entero parece más dispuesto a creer en la versión estadunidense, con todas las dudas que pueda traer consigo esa preferencia. Y, por supuesto, tomando en cuenta las mentiras que fueron comprobadas plenamente tiempo antes por ejemplo cuando se acusó a Irak de poseer armas de destrucción masiva sin permitir el gobierno de Estados Unidos una comprobación creíble por parte de una comisión autorizada por organismos internacionales.

Que fueron utilizadas armas químicas prohibidas, hace apenas unos días, en el conflicto sirio, no ofrece duda alguna, inclusive por la prueba de filmaciones realizadas durante los hechos y que prueban además la atrocidad de la medida. La cuestión que ahora mantiene en vilo a la comunidad internacional es la se saber si los hechos de guerra acontecidos podrán frenarse en el nivel actual o si significan apenas el comienzo de una escalada de confrontaciones que puedan multiplicarse o, en otras palabras, si representan ya el inicio de una escalada bélica cuyo desarrollo es imposible de prever. Estados Unidos ha declarado que, en caso de necesidad (¿?) seguirá adelante sin moderación alguna por lo que hace a sus represalias. Por su lado, Bashar Al Assad y Vladimir Putin han declarado que el “acto de guerra” de Trump no quedará sin respuesta, lo cual plantea ya el escenario de una escalada militar con desarrollos imposibles de prever. Estamos pues al filo de una navaja que pudiera conducir a lo peor, a la liquidación posible de poblaciones enteras y a que, otra vez, la humanidad se acerque peligrosamente a su propia autodestrucción.

Que Donad Trump sea capaz de utilizar armas nucleares está fuera de duda, como el mismo lo hizo ver en ciertos momentos de su campaña presidencial. La solicitud de un aumento sustantivo del presupuesto de guerra de Estados Unidos, que realizó Trump ante el Congreso, cuya mayoria controla, abona en esa dirección.

Así, nos encontramos hoy ante un doble reto en materia internacional que no puede escaparse entre los dedos: el primero sería, por supuesto, evitar que se desarrolle la escalada militar, que hoy parece posible con todas sus fatales consecuencias, y segundo efectuar en verdad un arreglo que detenga por fin la carnicería en Siria, ya de muchos años y que inevitablemente ha tenido las repercusiones mundiales que se conocen, entre otras, por supuesto, la multiplicación sin límites de pérdida de vidas humanas y la migración inevitable pero injusta de poblaciones miserables de esa parte del mundo a otros lugares.