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Luis Ricardo Guerrero Romero

A pocos días de no poder pensar, el tribunal de los ciudadanos sin memoria se acerca a las urnas, las filas sin torta ni refresco, sólo con la convicción y ánimo en unos, la animadversión en otros. Con un plástico de fusil, y alma desprotegida, el desabrigo del no recordar, o el sólo hacer caso a los muchos comerciales donde se conjugan los partidos que antes eran rivales y ahora son coludidos infractores, eso es una amalgama, amalgama política, estratégica demencia, sórdida alianza teóricamente inoperable.

La voz amalgama es un sustantivo que nos remonta a las clínicas donde las fresas, la técnica, y la ciencia se ponen al servicio de algunos molares. Asimismo, se usa esta palabra para decir que algo se puede unir, no obstante, no es tan exacto tal uso. Pero a lo que voy es que las coaliciones partidistas, que son un: sí; en esencia son un: no.

La lengua helénica nos avisa desde su definición que amalgama es la palabra unión, pero no es una unión cualquiera, pensemos en la amalgama molar, el material de la pieza dañada es ajeno al material con que se hace la curación o el remedio para esa unidad dental. Esto es porque en definición eso es amalgama, de αμα (ama: juntamente); y, γαμος (gamos: casamiento). En palabras más coloquiales es aquella unión de cosas de naturaleza distinta. Como decíamos, el material de un diente es de naturaleza diferente al material para hacer la reparación del daño a esa pieza molar. Resulta desafortunada la amalgama política que hoy vive México, partidos políticos de naturaleza distinta, se unen para el uno sanar lo podrido del otro, con la cínica justificación de ser un: sí por México, pero lo que son, ese y más casos, es una amalgama, que cura o pretende ser el remedio con naturalezas distintas, ideales ajenos hoy se amalgaman, probablemente débiles por sus historial execrablemente, endeble.

l.ricardogromero@gmail.com