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Arturo Arriaga, barón de Dios

Óscar G. Chávez

F ue grande la desilusión de mi padre al salir candidato José López Portillo. Algo por no haber salido el suyo, pero más, por haber salido López Portillo.

Me mostró el periódico anunciando la candidatura de éste, en que un funcionario importante catalogaba a José López Portillo como “el mejor hombre de la Revolución” y me dijo: “Este cabrón puede, efectivamente ser el mejor hombre de México, o el que mejor toreó al loco de Echeverría, pero no el mejor hombre de la Revolución. Su bisabuelo fue Comisario del Imperio de Maximiliano; su abuelo cacique de Jalisco con don Porfirio y después ministro de Relaciones con Victoriano Huerta y su padre coronel huertista. ¿En qué sobremesa familiar escuchó hablar bien de la Revolución?

El párrafo anterior, de la autoría de Gastón Santos Pue, se incluye a manera de Postscriptum en las voluminosas Memorias de Gonzalo N. Santos; es el hijo quien da conclusión a los recuerdos del padre y quien los lleva también a la imprenta. Al margen del personaje es interesante y hasta entrañable la rememoración de pláticas y comentarios de corte íntimo lanzadas en la intimidad del núcleo familiar.

Vuelve la evocación de los entornos circunstanciales construidos en torno a un suceso poco o muy trascendente no sólo dentro de la historia de un país, sino también que permiten visualizar las opiniones vertidas hacia los que nos son inmediatos.

El mismo Santos Rivera, hombre artificial y de artificio, formado y fogueado en los vericuetos del sistema político mexicano de la primera mitad del siglo XX, no duda en manejar de forma recurrente, la remembranza de anécdotas ocurridas en los espacios inmediatos al actor central; espacios formados dentro de los contextos familiares.

La referida sobremesa, práctica muy común y recurrente en un gran número de familias de generaciones anteriores, en la actualidad, derivado entre otras circunstancias de la involuntaria carencia de coincidencias temporales que permitan coincidir a los miembros de una familia.

Arquitectónica, y mentalmente el comedor fue presentado y considerado como espacio central de la vida en el hogar, permitía la reunión familiar cotidiana al margen de las actividades personales del momento; reminiscencia porfiriana cuya práctica se continuó por espacio de varias generaciones. ¿Cuántos de nosotros no recordamos las informales charlas establecidas después de concluir la comida, y que a poco o en repetidas ocasiones amenazaron con ser prolongadas hasta el momento de la merienda? Tiempos memorables aquellos en que no se rendían pleitesías indiscriminadas a los televisores, o a los sofisticados aparatos de telefonía celular. Se era dueño del tiempo; las circunstanciales pláticas derivaban del conocimiento de episodios internos o externos, generados en el transcurso del día.

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Nada marcará más al individuo a lo largo de su vida que las pláticas escuchadas en su entorno familiar inmediato. Cargas éticas y morales, costumbres, expresiones, pautas conductuales, valores, y un gran número de códigos no escritos, pero sí establecidos dentro de los patrones de convencionalismos establecidos en un hogar, serán recibidos desde la niñez, y serán los factores que contribuyan a lograr la construcción de una identidad propia; misma que ocurre desde el momento posterior al nacimiento y que quizá nunca deje de construirse en la medida que continuemos perteneciendo al grupo familiar.

Así mientras la educación –entendiendo por ésta cierto bagaje cultural formativo– se estructura en el interior del hogar, el proceso de instrucción académica será el que se reciba en los espacios destinados para este fin. De ahí que en muchas ocasiones los procesos académicos, establecidos por las instituciones escolares que los ejercen, constituyan un rompimiento entre las costumbres observadas dentro del seno familiar y las impuestas por esas instituciones. De lograr integrarse o no, a las pautas propias de cada individuo, el resultado de este proceso será un interesante sincretismo que se reflejará en la cotidianidad del mismo.

Nada lastima más a la estructura social de un colectivo que la discriminación racional ejercida directa o indirectamente por sus actores primarios. Hago mención de la denominada racional, ya que ésta deriva de cierto proceso razonado y voluntario actuado por el individuo a partir, precisamente, de los parámetros establecidos anteriormente.

Viene también al caso la discriminación irracional, que es aquella formulada de una manera circunstancial y en ocasiones derivada de frases o charlas coloquiales, que no obstante imprimir cierto matiz de denuesto, no alcanza los parámetros lacerantes generados por la otra. Vuelve la carga mental estructurada en el núcleo familiar.

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Las declaraciones vertidas hace unos días por el candidato del partido Encuentro Social a la gubernatura del estado de San Luis Potosí, son una muestra de las opiniones producidas seguramente en un entorno familiar, más que conservador, dónde imperaron ese tipo de muestras de rechazo a los mismos actores sociales a los que dirige el candidato sus execrables dislates ideológicos.

Señalar a la diversidad sexual como un acto en contra de la familia, implica establecer los parámetros de su decimonónica mentalidad en la cual sus limitantes se reducen exclusivamente a los establecidos a través del tiempo mediante las fórmulas tradicionales. Por tanto, si consideramos estas limitantes en la estructura ideológica del candidato, todo parecería indicar que estará en contra de matrimonios civiles y eclesiásticos en familias reconstituidas; en contra del divorcio; y de cualquier tipo de alteración que implique la aceptación de propuestas de nuevos modelos culturales, que según su limitada y obtusa visión, atentarían contra las estructuras tradicionales de la sociedad.

Más equiparables con el narcotráfico que la homosexualidad, como él la etiquetó, resultan actualmente la proliferación de partiditos políticos elaborados al gusto y contentillo de sus militantes, que al margen de ser poseedores de una endeble formación cultural e intelectual, demuestran que no son otra cosa que, al igual que las estructuras partidista tradicionales, una camarilla de vividores, quienes al amparo de un partido político, esperan verse favorecidos con las percepciones presupuestales que se les asignen.

Pretender que las madres solteras, al romper con los vínculos establecidos, atentan contra la estructura familiar tradicional, es una expresión de los más degradante, no sólo para las mujeres en general, sino para aquellos hombres y mujeres que provienen de un modelo familiar similar. De la misma manera constituye una ofensa para aquellas mujeres que por decisión propia y derivado de las circunstancias, han optado por la disolución legal o de facto del vínculo matrimonial, ya que finalmente ellas también atentan contra las estructuras tradicionales. ¿Qué pensará de la figura mariana que en estado de gravidez se unió al casto patriarca José, sin ser él el padre de la criatura que llevaba en el vientre? ¿Atentó también contra la estructura familiar?

Resulta curioso que un individuo con treinta años de edad, formado en una universidad no tradicional como la Tangamanga, y que se regodea en su currículum de ser un activista social, salte a la escena política con declaraciones propias de un individuo formado en la línea dura de la tradición opusdeista; más que un ciudadano comprometido con su entorno social, parecería un resabio de la extrema derecha recalcitrante y trasnochada, que pugna por la instauración de un sistema social de corte teocrático en el que se entrega la representación política de la divinidad a aquellos hombres, que no mujeres, de actuares apegados a sus particulares conceptos de religiosidad moral.

Desafortunadamente sus comentarios se suman a las estupideces verborreicas que han sido emitidas de manera recurrente por el diputado panista Miguel Maza, quien desempeña además la titularidad de la comisión de Derechos Humanos. Irónico resulta que el diputado encargado de promover la observancia y respeto a los derechos humanos, sea su principal enemigo y opositor. Imbecilidad equiparable a su nivel cultural.

Al margen de lo expresado por el aspirante a la gubernatura, conviene detenernos en el trasfondo de sus comentarios, los cuales evidencian a un personaje con reminiscencias ideológicas propias de un modelo fascista y conservador, opuesto de manera total a los cambios sociales que por necesidad y armonía deben adecuarse a los tiempos que nos han tocado enfrentar. No es posible que si incluso el máximo jerarca de la iglesia católica, a la que supongo él pertenece, se ha pronunciado por una iglesia inclusiva y tolerante, este individuo se manifieste contrariamente a lo opinado por su pastor.

La discriminación como propuesta es la novedad integrada al ideario político del partido Encuentro Social. Lejos de ofrecer una conciliación entre opiniones, como señala el significado de su artificioso logotipo, hace patente su profundo rechazo a todos aquellos que no compartan sus limitadas visiones en materia ideológica.

Nada más que opinar sobre este limítrofe y fascistoide personaje que se visualiza a semejanza de Francisco Franco como un barón de Dios; alguien señaló acertadamente: nadie le conocía la cara hasta la noticia de hoy. Ya por lo menos generó cierta polémica y notoriedad. Seguro su declaración le ayudará a ganar votos, pero ninguna oportunidad de ganar ni una rifa en su parroquia.