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  • Y viene la Guardia Nacional
  • Montajes y condicionamientos
  • Tuit que no provocó bienestar

Julio Hernández López

Aparte de la creciente concentración personal de poder civil (no solo la titularidad del poder ejecutivo federal: también el control de las cámaras legislativas, el avance en la colocación de ministros, magistrados y miembros de organismos judiciales y autónomos, y el diario afianzamiento político a través de conferencias mañaneras de prensa y mítines dadivosos de fin de semana), el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se ha adentrado en sus primeros cien días de gobierno en los riesgosos terrenos (la historia así lo demuestra, con trágicos episodios en centro y sudamérica, por ejemplo) de la cesión de espacios de poder a las fuerzas armadas.

El traspaso de responsabilidades civiles a los militares tiene como contexto inmediato la lucha contra lo que suele llamarse “crimen organizado”. Cárteles y capos en condición de omnipotencia (el término tiene dos significados, según la Real Academia Española: “Que todo lo puede, atributo solo de Dios” y “Que puede muchísimo”), además de la criminalidad al menudeo, han impedido que AMLO pudiera entregar cuentas exitosas en el rubro de mayor interés de la sociedad, el del mejoramiento de la seguridad pública. Hubo contención de ese grave problema, dijo ayer el tabasqueño, pero no la mejoría esperada.

En ese marco de necesaria belicosidad aumentada se inscribe la estrategia de creación y operación de la Guardia Nacional, a la que con malabarismos declarativos se pretende presentar en sociedad como un cuerpo y una propuesta distante del concepto de militarización de la vida pública que durante décadas combatió la izquierda mexicana y, desde luego, el propio López Obrador en su condición de líder opositor y candidato presidencial, animadversión al verde olivo como obligado factor de “gobernabilidad” y de presencia vigilante en las calles que cambió de la noche a la mañana luego que el entonces presidente electo se reunió con los secretarios peñistas de la Defensa Nacional y de la Marina.

La súbita conversión del obradorismo al militarismo entraña los mismos riesgos que se han advertido en diversos países y circunstancias, alerta que han lanzado incluso organismos internacionales. Entregar poder y negocios legales (aparte de los extralegales) a los jefes de soldados y marinos, no es una forma sana de transitar el accidentado camino que busca la transformación profunda e irreversible de nuestro país. Por el contrario, las buenas intenciones de los civiles pueden estar condicionadas por los duros y rudos intereses de los hombres de armas.

El aguzamiento del interés y del olfato políticos en las élites castrenses puede llevar a estas a practicar afinados montajes de simulación, provocación y retrocesos que les beneficien. No se necesita ser novelista político para adivinar que el poder político civil puede irse convirtiendo en rehén de sus presuntos servidores o acompañantes militares, en un proceso de falsificación de la realidad que puede incluir hechos traumáticos de diversa índole y con distintos destinatarios, propios y ajenos, opuestos o cercanos.

El concepto de “desarrollo social” es más apropiado que el de “bienestar”, en cuanto a políticas públicas que buscan paliar la desigualdad y ayudar a individuos o comunidades a entrar en procesos de organización y crecimiento que podrían llevar o no a una fase final, aspiracional, de “bienestar” como hecho consumado. Sin embargo, la neohabla burocrática del sexenio en curso prefirió usar el término de la eventual coronación postrera y no el del desarrollo en fases.

Dicha Secretaría de Bienestar, a cargo de la ingeniera agrónoma María Luisa Albores González (nacida en Chiapas, pero radicada en Puebla, donde presidió el comité estatal de Morena de 2012 a 2015) puso este domingo en las redes sociales una composición gráfica que con rapidez hubo de retirar, ante las críticas que provocó. En cinco puntos, esa secretaría planteó “5 razones por las que no quieres bienestar en México”.

De una manera maniquea y propagandística, se establecían hipótesis que irían determinando el perfil de esos ciudadanos que no querrían “bienestar en México” (https://goo.gl/uX5NXb ), con un fraseo y una evidente intención facciosa que de inmediato provocó protestas en las propias redes, ante lo cual el Ministerio del Bienestar reaccionó desmontando el mensaje y pretendiendo dar carácter de equivocación menor a esa campaña diseñada en toda forma (alojada en las redes desde plataformas de difusión que solo pueden ser activadas mediante una decisión específica y concreta, razonada y así deseada): “En relación con el material que fue posteado hace unas horas, hacemos del conocimiento que no contaba con validación para su publicación. Se tomarán medidas necesarias con el fin de no incurrir nuevamente en un caso similar”.

Astillas: El secuestro de veintidós personas de sexo masculino en las cercanías de Reynosa, cuando viajaban a bordo de un autobús de transporte público foráneo, ha hecho recordar episodios similares vividos a partir de 2011, cuando se produjeron varios actos de leva por parte de grupos criminales necesitados de más personal… Ya se verá si segundas partes pueden ser mejores: vuelve la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a proveer un grupo especial para la investigación del caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Ahora se llamará Grupo de Apoyo Técnico (GAT) y tendrá una voluntad política de apoyo por parte de la presidencia de la República, a diferencia de lo sucedido durante el peñismo, cuando el aparato de gobierno federal se dedicó a frenar los avances del entonces llamado Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI)… Tal vez haya sido la frase de más impacto de la ceremonia obradorista de los Cien Días: “nunca claudicaré, antes muerto que traidor”… ¡hasta mañana!

Julio Hernández López
Julio Hernández López
Autor de la columna Astillero, en La Jornada; director de La Jornada San Luis.