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Como buenos vecinos

Carlos López Torres

No se trata sólo de la deportación de miles de potosinas y potosinos, quienes además de suspender de inmediato el envío de remesas a sus familias, buscarán ocupación en sus lugares de origen de donde emigraron por falta de oportunidades y malas condiciones de existencia.

¿Cómo encontrarán su antiguo lugar de residencia? ¿Qué cambios se han operado en la entidad durante su corta o prolongada estancia allende el Río Bravo? ¿Serán capaces de adaptase a esta nueva situación en el marco de la crisis humanitaria que viven hoy cientos de miles de emigrantes de diversas nacionalidades en pos del “sueño americano”?

Se trata de que a diferencia de otras ocasiones, si Trump cumple sus amenazas de campaña, nuestros connacionales no estarán sólo unos días para pasar vacaciones. Enfrentarán, otra vez, el desempleo que sigue expulsando gente en regiones como la zona Media, el Altiplano, parte de la Huasteca y la periferia de la metrópoli.

La cómoda estratagema de los gobernantes de apostarle a que buena parte de la población encontrara acomodo en el imperio vecino, con la expectativa de que finalmente los envíos o remesas suplieran además su incapacidad para generar oportunidades y resolvieran en parte las necesidades apremiantes de sus familias, además de establecer programas para realizar obras con la aportación de los connacionales establecidos en EU, se ha puesto seriamente en riesgo a partir de la llegada de los sectores más duros que no son precisamente buenos vecinos.

Aunque los otros “buenos vecinos” tampoco se caracterizaban por ser hermanitas de la caridad, lo cierto es que el despertar del poder del blanco, del encubierto ser racista que apoya a Trump, puede devenir en un cambio drástico es esa relación de vecindad ya de por sí conflictiva en los últimos años de la fracasada guerra contra el narco y el crimen organizado, la imposición de un TLCAN que arruinó el campo, la concesión de una tercera parte de nuestra tierra a las empresas mineras canadienses y estadunidenses, etcétera.

El consenso es que no estamos preparados, es decir, independientemente de la alternancia en el poder de la Casa Blanca y en Los Pinos, nuestro empobrecido país y especialmente en  entidades como la nuestra, nunca nos planteamos preparación alguna para una situación como la que hoy enfrentamos. No creamos las condiciones económicas, sociales y políticas para una eventualidad así.

Como si todo fuera igual y nunca fuera a cambiar nada, le apostamos siempre a la buena voluntad de los vecinos. Las declaraciones de la enlace de la Secretaría de Relaciones Exteriores a un medio local, expresan lo que no se cansan de repetir una y otra vez los políticos y funcionarios: “quiero pensar que las cosas seguirán igual, nuestro escenario era que ganara Hillary Clinton”, dijo sin desparpajo la funcionaria de la SRE, al aceptar que no tienen plan B.

Ciertamente con un campo abandonado, los sistemas de salud y educación en crisis, con los recortes al presupuesto y el aumento de impuestos y pago de servicios, los miles de deportados vivirán igual o peor que antes.