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Conflicto entre dos cuerpos

Luis Ricardo Guerrero Romero

Zapatillas, falda modestamente ajustada a las piernas, perfume afrutado, labial color brink pink, cabello que coquetea al viento, ¿quién no quedará vencido ante una mujer así? Todos hombres que la miraban andar por los pasillos de la constructora, quedaban apoderados por minutos por un tipo de parapraxia, y el aroma que su cuerpo dejaba al paso, significaba para todos la herencia sacratísima que motivaba a sentirse virilmente útiles nuevamente. Ella, desde luego sabía del desorden que causaba en sus observadores y procuraba ser reservada pues ese empleo gerencial le había constado bastante. Le costó el conflicto con el dueño de la empresa, quien la deseaba con ansias salvajes, conflicto con su familia que esperaban ella fuese más que arquitecta, conflicto con su cuerpo, que le exigía parar la continencia sexual, producto de una violación a los nueve años; puesto que, desde entonces la celestial hermosa mujer –aun en su juventud–, no había probado el goce del conflicto entre dos cuerpos y pensaba al mismo tiempo que creía, que jamás un hombre se atreverá a tocarla. Se lo había jurado a ella misma y lo cumplió, se lo había jurado y lo cumple, se lo había jurado y… El conflicto entre dos cuerpos, “oposición perpetúa de los contrarios”, nunca concluirá.

Hay en verdad algo único que se repite sin cesar en cada una de nuestras vidas, en la naturaleza del hombre distinguimos la frecuencia de conflictuar-se y conflictuar. Pero,  ¿debido a qué?, ¿debido a quienes?, el conflicto nos es tan necesario. El filósofo helénico llamado el Oscuro, argumentó que la oposición y la identidad de los contrarios son la condición del devenir de las cosas. Y es cierto, la condición humana es un eternizarte de conflicto, “es la oposición perpetúa de los contrarios”. El mismo Heráclito, resolvía en que el conflicto es padre de todas las cosas, rey de todo, luego entonces la paz y la concordia son su confusión. Tuviera o no certeza la argumentación del Oscuro, lo que nos atañe por el momento es saber sucintamente el porqué de esta palabra tan conflictiva. Conflicto, tiene dos formas de revisión según examinamos desde el español, una por la lengua griega clásica y otra del latín. La palabra conflicto en griego es πολεμεω, (polemos), guerra, combate, acción que requiere de un πολεμιος, (polemios) el enemigo, el contrario; lo cual genera el πολεμεω, (polemo), combatir, luchar. Las anteriores palabras son de obviarse que han llegado a nuestra lengua como polémica, es decir la ciencia o arte de la lucha, un arte de luchar ad hominem, de refutar al adversario valiéndose de sus mismos principios. Polémica, como observamos se integra por el sufijal ica: ciencia o arte. Por otra parte, la palabra conflicto se originó del latín contentio, ya que contender: golpear, chocar, en latín se enuncia  flictus, esto involucra el ejercicio de tensión, esfuerzo, –incluso elevación de voz, elemento que juega un papel imprescindible en una polémica, elevar la voz. Conflictus, es a la vez rivalidad, es confrontar los opuestos, cosa semejante a lo que Heráclito mencionó.

Esta actitud que forja lucha, también concibe armonía. Recordemos desde las lecturas de cualquier Génesis, la creación del mundo surge desde la polémica teologal, el hombre se busca y se encuentra, desde un acto de conflicto, las relaciones humanas son el producto de la tensión, es decir el esfuerzo en donde uno se ve con-vivido con el otro. De igual realidad lexemántica viene la palabra contienda, pero con distinta realidad semántica, la contienda es la reyerta o pendencia. Así que, velis nolis, el conflicto o la polémica nos ha situado en donde estamos hoy.