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Luis Ricardo Guerrero Romero

En el antiguo texto de ínclito y arcano Gabriel (1500 a. C. y el año 500 a. C), se descubrieron unos versos, quizás emulación de las letras propaladas por María. En las que éste asumía con vitalidad la fortaleza de su Dios al paralelo de la oración judeocristiana tan conocida. Yo, como fui el encargado de la excavación; yo, al haber tocado por primera vez con mis ojos las palabras; yo, agraciado y bendito las memoricé. Cada mañana después de un suspiro que ha de llegar a su destinaria emito: “a quienes luchan y carecen colmados los hallarán, pero aquellos que no se compadecen, lo fatuo será su herencia”.

La oración sigue con tremendas concordancias a aquellas que se encuentran en el Evangelio de san Lucas 1:46 y ss. Rezo irremplazable para todo creyente con poder infinito. Pero yo, al recordar lo escrito por el arcano Gabriel, sólo me quedo colmado, de esto y de lo otro, invadido de extrañeza.

Recuperamos del texto anterior el uso del verbo transitivo colmar (pero no olvidemos que este puede ser también sustantivo de la región Alsacia, Francia, el pueblo Colmar, lugar por todos conocido gracias a La Bella y la Bestia), aunque el original empleado en el relato anterior es del sustantivo: colmo. Dicha palabra la recordamos en expresiones tales: estoy hasta el colmo, me has colmado, esto ya es el colmo, ¿cuál es el colmo de…?, colmo de colmos, y un conocido etcétera. Estos y otros usos nos llevan a pensar junto con el arcano Gabriel y María: ¿qué diablos es el colmo?

Cuando fui niño, recuerdo el uso lúdico en chistes al averiguar el colmo de: jardineros, animales, maestros, médicos, curas, y una serie de trabajos. Mi duda fue, a qué se refería eso del colmo. Colmo es una palabra tan llena de sentido, pero casi a la puerta de los arcaísmos del español, lo cual me colmaría de molestia. Usar la palabra colmo es grave —el que entendió, entendió—, y muchas veces la empleamos mal. Pues no es sólo un remate de una frase. Del latín: cumulus: montón, pero a la vez adjetivo cumulatus: aumentado, en su plenitud; es de donde nos llega esta palabra tal llena y rebosante. Acumular, acumulador, acumulamiento, colmar, colma, cúmulo; son algunas palabras derivadas de esta colmada palabra en cuestión.

Es entonces tan válido decir: ¡estoy hasta el colmo del maltrato animal!; como decir, ¡quiero a las mascotas hasta el colmo! Por eso la oración citada por san Lucas dice: “a los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos”. En conclusión, cada uno cólmese de lo que le colme.

l.ricardogromero@gmail.com