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De cara al futuro

Carlos López Torres

Dicen que uno no debe temer al día que aún no ha visto. Lo mismo pudiera pensarse respecto al año por venir, aunque las tendencias dominantes en la economía global y los vaticinios de los expertos no dejan mucho espacio al optimismo, actitud con la que se supone hay que recibir 2016.

Lo que sí queda claro para quienes habremos de pagar los platos rotos del festejado reformismo peñista, que en la práctica se mantiene en el varadero mientras los tripulantes del barco se muestran más preocupados por conservar posiciones de poder y privilegios, es que el presente año será uno de austeridad con todas las consecuencias económico-sociales que ello implica para la inmensa mayoría de la población.

No faltará quien vea pesimismo en nuestra visión, aunque lo cierto es que por motivos diferentes y en la perspectiva de que se mantengan a flote las llamadas reformas estructurales, hasta el gobierno del estado reconoce que el crecimiento económico de la entidad podría verse afectado.

Y es que efectivamente, la desaceleración de la economía global, especialmente de China, consumidora por excelencia de materias primas; así como la baja de los precios del petróleo del que dependen en gran medida los ingresos hacendarios, y el alza en las tasa de interés de Estados Unidos, no dejan lugar a dudas, ni al optimismo infundado que, pese a todo, se pretende usar para marear a los atribulados ciudadanos que, vía impuestos o aumentos en la prestación de servicios, deberán seguir manteniendo a las elites del pesado aparato burocrático.

No cabe duda, la dependencia ha resultado históricamente costosa al pueblo, como la resistencia de los gobernantes de todos los signos a desarrollar el mercado interno, ha devenido en contracción del mercado interno con la consecuente vulnerabilidad que implican el desempleo y falta de poder adquisitivo de la población.

La otra dependencia, la interna, la que ha convertido a los estados en subordinados del centro en materia político-financiera, se mantiene esperanzada y pretende que el pueblo también comparta esa visión, de que las participaciones y apoyos federales sigan fluyendo como antaño, aunque buena parte de esos aportes provienen del petróleo.

Así las cosas, quienes estamos más obligados a ser realistas y coherentes con nuestra forma de pensar en el sentido de seguir luchando por un verdadero cambio, nos sentimos obligados de cara al año que inicia, a cerrar la página de las inercias, del trabajo parcelario-clientelar y la reiteración de viejos esquemas, para encontrarnos con la unidad de propósitos en medio de la diversidad de pensamiento y acción.

Ello requiere de optimismo, imaginación, tolerancia y creatividad. La tristeza y sensación de derrota nunca debe ser unida a nosotros. ¡Felicidades pueblo de San Luis!