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Desde cualquier trinchera

Óscar G. Chávez

A Gonzalo Martínez Corbalá
en su último instante de decisión

De espaldas a un ventanal que iluminaba el despacho, un busto en bronce, a tamaño natural, de Zapata; en la misma línea una réplica a escala de la esquila de Dolores, una estatua a escala del presidente Lázaro Cárdenas, una virgen en marfil filipino, un Quijote sentado; allí mismo, en el extremo opuesto y dentro de un armario empotrado en el muro, guardada la Gran Cruz de la Orden Española de Isabel la Católica. Sobre el escritorio de trabajo, una serie de herramientas de escribanía, algunas de uso cotidiano y otras ya desfasadas. Libros de la historia de México y latinoamericana, del sistema político mexicano, sobre gruesos entrepaños que daban forma a libreros de media altura; arte mexicano sobre los muros.

Afuera, en un librero frontal al despacho, eran perceptibles a simple vista, los tres tomos de la Historia de San Luis Potosí, de Manuel Muro, y los cuatro de igual título, de Primo Feliciano Velázquez; destacaba de igual forma por su lomo amarillo y sus letras en color rojo Instantes de decisión, Chile 1972-1973.

Si el entorno íntimo bastara para definir a cada individuo, estaríamos obligados a observar, registrar y analizar cada uno de los objetos que hay en torno a cualquier personaje de nuestro interés para luego realizar el esbozo de una personalidad, simple o compleja.

Impregnado de un profundo nacionalismo; leal al sistema que lo prohijó; poseedor de una vasta cultura general propia de quien es lector ávido y hombre de mundo; de expresión corporal firme; su buen manejo del lenguaje, supo aplicarlo de manera precisa a las necesidades; excelente conversador, pausado en el hablar, analítico y calculador en el observar; fueron algunos de las características que identificaron a Gonzalo Martínez Corbalá a lo largo de su vida.

Nació el 10 de marzo de 1928, en el número 65 de la calle Julián de los Reyes, de la ciudad de San Luis Potosí. Eran los años que gobernaba de jure y de facto el general Saturnino Cedillo.

Las relaciones de su abuelo, el ingeniero Toribio Corbalá Zazueta, con el general Cedillo, son las que obligan a su familia a trasladarse a esta ciudad; en conjunto con su yerno y padre de Gonzalo, el también ingeniero Jesús Martínez Macías, construían los hangares del antiguo campo de aviación, ubicado por el rumbo de la colonia Las Águilas. Luego se trasladaron a diferentes poblaciones del estado en las que construyeron caminos y presas.

Continuó la amistad de su abuelo con Cedillo hasta los años en que éste se desempeñó como secretario de Agricultura en el sexenio cardenista. Como recuerdo de aquella época conservaba una fotografía enmarcada junto a un ventanal en la sala de su casa, en ella aparecen Toribio Corbalá, Lázaro Cárdenas y Cedillo; una vez le pedí al general Cárdenas que me la dedicara; y aunque la recibió nunca la quiso firmar, por Cedillo; años después de que murió el general, Cuauhtémoc me la devolvió, sin firmar.

La influencia del abuelo materno y el padre, lo llevó a estudiar la carrera de ingeniería civil en la Universidad Nacional Autónoma de México, en la que se tituló en 1948.

Si alguien tuvo cercanía con el general Lázaro Cárdenas desde fines de la década de los cincuenta, fue Martínez Corbalá, quien durante varios años se desempeñó como su secretario particular. Esto explica, sin lugar a duda, que a lo largo de su vida política se le asociara siempre con la corriente socialista del priísmo.

Dentro de su trayectoria política se desempeñó como presidente del PRI en el entonces Distrito Federal; diputado federal en la cuadragésima sexta legislatura (1964-1967); fue en ese encargo cuando operó como artífice del uruchurtazo, que desencadenó la renuncia del regente de hierro.

Su ya mencionada asociación con el socialismo y su identificación con el modelo echeverrista, posibilitaron su nombramiento como embajador en Chile en la complicada época de Salvador Allende y los aciagos días posteriores al golpe militar. La narración de los hechos hasta su salida de ese país, quedaron asentadas en su libro Instantes de decisión, Chile 1972-1973.

Dentro del Servicio Exterior mexicano fue también embajador en misión especial en Arabia, Argelia, Argentina, Brasil, Colombia, Egipto, Kenia, Líbano, Perú, Tanzania y Venezuela; y embajador en Cuba, de 1982 a 1985; de este último desempeño dejó constancia en La historia que viví, editado por La Jornada y El Colegio Mexiquense.

De 1982 a 1988 fue senador por el estado de San Luis Potosí, para luego ocupar el cargo de director general del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), puesto al que renuncia para ocupar la gubernatura interina de San Luis Potosí, de octubre de 1991 a octubre de 1992.

Si bien esta etapa es abundante en datos para la biografía del personaje, considero que no es momento oportuno para reseñarla. Espero que el lector indulgente interprete mi reticencia a hacerlo; otros serán momentos y circunstancias oportunas.

A la gubernatura siguió la dirección general del ISSSTE, y aunque ya no residió en San Luis Potosí, su identificación con el estado fue permanente; buscando dejar un legado cultural, donó dos partes de su biblioteca a la UASLP, la primera de ellas a la biblioteca de la entonces Coordinación de Ciencias Sociales y Humanidades, en tanto la otra fue entregada al Centro de Documentación e Investigación Rafael Montejano y Aguiñaga.

En 2010, luego de que Cuauhtémoc Cárdenas publicara su libro Sobre mis pasos, con ciertas imprecisiones sobre Martínez Corbalá y la política potosina (pp. 353-354), decidió don Gonzalo escribir un libro sobre su periodo como gobernador, en el que –entre otros aspectos– refutaría a Cárdenas su errónea narración de los hechos. Esta obra a la que pensó titular Desde cualquier trinchera, en alusión a las múltiples formas de servir a México, desafortunadamente no alcanzó a ser publicada.

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No obstante que en San Luis Potosí se le realizaron varios homenajes, y se le otorgaron diversos reconocimientos en los últimos años, la capacidad de nuestros legisladores no dio para considerarlo como merecedor de la presea Plan de San Luis, a pesar de que en 2015 en alguna de sus columnas el periodista Juan José Rodríguez lo propuso para dicho reconocimiento. Queda pues una deuda –otra– del Congreso con un digno recipiendario de la presea.

Hay muchas formas de partir de este mundo, me comentaba en junio de 2012, una de ellas es perdiendo la lucidez y desconectando tu cerebro, espero que la mía no sea así. Por fortuna, don Gonzalo, no fue así; espero esté donde deba estar.