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El asesino postmoderno (O cuando la filosofía puede sangrar)

Chessil Dohvehnain

Hace diecinueve años en Polonia, un grupo de pescadores encontró el cadáver de Dariusz Janiszewski flotando en el Río Oder. Tenía una soga al cuello, y pies y manos atados a la espalda en posición de cuna inversa que, según David Grann, colaborador de The New Yorker, debió ser una postura insoportable para la víctima, mientras aún vivía. El caso permaneció sin resolverse para el departamento de policía de la ciudad de Wroclaw, de donde el cadáver era originario a sesenta millas de distancia de donde había sido hallado.

Cerrado poco tiempo después, el caso fue considerado el crimen perfecto por años, pero no para el detective Jacek Wroblowsky, de treinta y ocho años en aquel entonces, y conocido entre sus colegas como “Jack Sparrow” dada la consonancia semántica de su nombre polaco con el del antihéroe de Hollywood. Para este hombre, la historia dio un épico giro de los acontecimientos cuando lograron localizar el celular de Janiszewski, el cual no había sido recuperado.

Mediante el rastreo del número de serie, encontraron que el móvil había sido vendido en internet por un hombre con el nickname de ChrisB, quien resultó ser en la vida real, Krystian Bala. Un intelectual polaco y escritor de treinta años quien recientemente había publicado una novela arriesgada considerada ofensiva, pornográfica y antirreligiosa por la crítica: Amok.

El protagonista de la novela era Chris, un personaje intelectual polaco alcohólico, aburrido de la vida y con tendencias psicópatas, que a lo largo de la historia narrada por él, contaba su vida y andanzas sexuales a la vez que arrastraba lectores a indagar en las profundas aguas grises de una mente perturbada, que al final, lograba cometer el asesinato perfecto.

Cuando Wroblowsky (o Sparrow, si lo prefieren) leyó el libro, notó que en una parte el personaje narraba el asesinato de su novia Mary. Lo interesante fue cuando el personaje describió la disposición corporal del cuerpo de Mary, de manera que resultaba idéntica a la forma en la que habían encontrado el cadáver de Janiszewski tres años antes. La sorpresa llevó a Sparrow a indagar en la vida de Bala y optar por reabrir el caso.

Se descubrió que el autor de Amok había sido un estudiante genio que se profesionalizó en filosofía occidental, siendo alabado a causa de su intelecto por la mayoría de sus colegas, amigos, ex novias y profesores. Enamorado de las ideas de Michelle Foucault, Ludwig Wittgenstein, Nietzsche, Jaques Derrida, Lyotard y muchos filósofos y otros teóricos del movimiento postmodernista, se reveló que Bala era una persona que estaba dispuesta a probar “el límite de las experiencias” de Foucault, y empujar los límites del lenguaje y la existencia humana más allá de lo posible, según indagó David Grann.

Esto, claro, según el postmodernismo francés y algunos de sus dogmas intelectuales, para los cuales la realidad que vemos está construida por el lenguaje. Y donde nuestra experiencia del mundo físico es sólo percepción sensorial y subjetiva que no puede ser igual a la del resto de las personas que nos rodean. Por lo que la “verdad” o las “verdades” de cualquiera son radicalmente cuestionables.

Bala creó entonces la idea de mito-creatividad a partir de la cual contaba historias a sus cercanos que muchas veces resultaban mentira o ficciones combinadas. ¿Cómo saberlo? A final de cuentas él creaba su propia realidad y a sí mismo con cada mito contado. Pero lo importante era el proceso en el cual, por el hablar de oreja a oreja, tales historias se volvían “verdad” a su modo.

Las historias en torno a la persona de Krystian Bala recopiladas por el equipo del detective Sparrow retrataban a un hombre con un intelecto asombroso que gozaba de una vida marcada por el divorcio con quien fuera su eterna amante juvenil de la universidad, Stanislawa, a quien engañó, según contó ella misma posteriormente. El alcohol y la obsesión de Bala por su ex esposa, con quien tenía fuertes problemas maritales, fueron factores que sacaron en ocasiones lo peor de él. Al final la pareja se separó y Bala comenzó a viajar por el mundo.

Un discurso de horrores

Las investigaciones de Wroblowsky le hacían confiar cada vez más en la idea que él y sus colegas barajaban en sus mentes: que Bala era el asesino de Janiszewski, y que había escrito su crimen en una novela a manera de confesión. El problema era la evidencia. ¿Cómo construyes un caso en torno a la novela de un hombre cuya historia tiene coincidencias extremas sobre un caso de asesinato real? ¿Cómo lo atrapas?

Cuando Bala volvió a Polonia fue interrogado por el equipo de Sparrow, quien logró mantener las indagaciones en la mayor secrecía posible. Pero pronto, el primero inició una demanda en contra de la policía al declarar que había sido secuestrado por el equipo de Wroblowsky, y llevado a una bodega para ser interrogado mientras era tratado con exceso de violencia.

Organizaciones civiles y de derechos humanos a nivel internacional abogaron rápidamente por un esclarecimiento de los hechos conforme el caso se volvía cada vez más mediático y atraía los ojos del mundo. Incluso intelectuales y artistas internacionales se sumaban a la defensa de Bala una vez que se había hecho público que se le buscaba acusar del asesinato de Janiszewski a causa de las coincidencias que el crimen descrito en su novela Amok, mantenía con el asesinato real.

El equipo de Wroblowsky negó estas acusaciones declarando que el interrogatorio de Bala se había sujetado a la ley penal de Polonia y sus estatutos, garantizando la preservación de los derechos humanos del sospechoso, el cual fue liberado cuarenta y ocho horas después de su arresto de acuerdo a la ley del momento, aunque sin la posibilidad de abandonar el país.

Para el detective y su equipo era claro lo que Bala intentaba: poner en práctica sus ideas postmodernas sobre la construcción de la realidad por medio del lenguaje, para salir ileso. Y lo logró por un tiempo ya que la prensa sensacionalista internacional se tragó las palabras de Bala.

Fue en este periodo de tiempo que el equipo de Wroblowsky logró adquirir más evidencia potencial como los correos personales de Bala, así como el testimonio de su ex esposa Stanislawa, quien declaró que durante el periodo de problemas maritales previo al divorcio, ella salió con un hombre que conoció en un bar. La relación no duró a causa de que el hombre era casado. Su nombre era Dariusz Janisewski.

Stanislawa reveló a la policía que Bala le dijo que había usado un detective privado para saber que ella lo engañaba, y que luego él haría algo al respecto. Cuando Dariusz Janisewski desapareció tiempo antes de que su cadáver fuera encontrado, ella le preguntó a Krystian si había tenido algo que ver con eso, pero él lo negó.

Con el tiempo, Sparrow y su equipo encontraron pistas cada vez más incriminantes. Por aquel entonces, el programa Magazyn Kryminalni 997 –que era un show de resolución de crímenes por televisión en Polonia similar a Knight Scoop en Japón o al America´s Most Wanted–, emitía una sección dedicada a buscar pistas entre los televidentes o internautas sobre el caso Janiszewski, recibiendo mensajes desde Estados Unidos, Japón o Corea del Sur. Resultaba que eran países que Bala había estado visitando de acuerdo a la información de su pasaporte confiscado.

Sus correos electrónicos incluso eran bastante sugerentes. La manera en que Bala se expresaba ante sus colegas sobre el sexo que mantenía con muchas mujeres y situaciones personales tenía el mismo tono y lenguaje que el de su personaje de Amok: Chris.

Para uno de los psicólogos consultados por los detectives, la coincidencia de personalidades entre autor y personaje ficticio era interesante porque ambos mostraban rasgos de una personalidad egocéntrica con tendencias que rayaban en la psicopatía. Sin embargo, como escribió Grann para The New Yorker en 2007, esas coincidencias de personalidad podían producirse en el contexto de una creación literaria, lo cual era algo común entre escritores. Pero no algo concluyente que sirviera para una acusación de asesinato en un juicio.

Finalmente en 2007 Krystian Bala fue declarado culpable y sentenciado a poco más de veinte años de prisión, en un juicio que conmocionó a Polonia y al mundo por ser un caso extraño y con pocos precedentes, que en el mundo moderno dio pie al avivamiento de una vieja polémica sobre el impacto que en la conducta humana tiene la filosofía, y en este caso, las ideas del postmodernismo.

El lenguaje no frena una bala

En la década de 1920 en Chicago, los estudiantes Nathan Leopold y Richard Loeb asesinaron a un chico de catorce años con el objetivo de cometer el crimen perfecto y así poder convertirse en el Unmensch (concepto del superhombre, en alemán), propuesto en la filosofía de Friedrich Nietzsche.

El legendario abogado norteamericano Clarence Darrow, famoso por el Caso Scopes o Juicio del Mono, en donde evitó que el fundamentalista William Bryan fuera encarcelado por enseñar evolucionismo en una escuela estatal en Tennesse, dijo al respecto que a los chicos no se les podía sentenciar a cadena perpetua (cosa que sucedió al final), por la pasión que sentían por una filosofía enseñada y aprendida en la escuela.

Sin embargo la duda permanece. ¿En qué punto acaba la realidad y comienza la ficción? ¿Cómo pesar la validez de los discursos de cada persona sobre qué y cómo es el mundo? ¿La evidencia empírica es suficiente? ¿Las víctimas son verdaderamente víctimas? O al igual que los opresores, las asesinas, violadores, acosadoras y criminales en general, ¿son producto de una historia personal y un discurso con su propio valor cultural? ¿Quién es culpable o inocente bajo esos parámetros de verdades ambiguas?

Al final, ¿debemos reconocer que el mundo es construido por nuestro lenguaje y nuestras historias, o admitir que la realidad como la conocemos ya está dada y que no podemos cambiarla así como así?

Como persona de ciencia pienso que la respuesta quizá está en medio de ambas ideas. Sí, la humanidad crea su mundo en parte y para ello usa el lenguaje. Pero por otra, claro que existe una realidad que percibimos con nuestros sentidos, que nos afecta, y que afectamos por medio de nuestras acciones. Después de todo, nadie en el mundo físico ha frenado una bala con solo imaginar que la bala no está ahí, ni curado el cáncer, el ébola o el sida imaginado que no existen. Aunque quizá me equivoque.

David Grann, autor del artículo True crime: a postmodern murder mistery publicado en The New Yorker en 2007, escribe que visitó personalmente a Krystian Bala en la prisión donde a la fecha se encuentra cautivo en Polonia. Este último le confesó al periodista que se encontraba buscando terminar su segunda novela, una secuela de Amok que en aquel año el asesino postmoderno tentativamente llamaba como De Lyric.

Por otro lado, Grann ha escrito también que la policía de Wroclaw bajo el mando de Wroblowsky, descubrió en el ordenador de Bala evidencia de que el intelectual se encontraba reuniendo información en internet y mediante espionaje, sobre la identidad y rutina de vida de la pareja de su ex esposa Stanislawa. Un hombre llamado Harry.

Después de todo Krystian Bala, un intelectual y escritor hoy mundialmente famoso, sigue vivo y espera a que su condena termine o que se reviertan los cargos en su contra. Me pregunto si terminará la secuela, aunque me perturba la idea de que, si ocurre, quizá no dudaré en conseguirla para averiguar lo que hizo al salir de prisión.

jochdo4j@gmail.com