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El camino de la miseria

Ignacio Betancourt

Síntoma inequívoco de la desintegración por disfuncionalidad de un sistema de gobierno, ocurre cuando los principales violadores de las leyes que rigen a un país son los propios funcionarios encargados de hacer cumplir dichas leyes. Extraña paradoja cívica: hago las leyes para violentarlas y hacer ostentación del autoritarismo más espectacular. En este año pareciera que muchos de los capos de la política sienten estos meses como la última posibilidad de mostrar la eficacia de su impunidad. Cuando el mismísimo presidente de la república (de un país, por cierto, presidencialista), en el centro de una tormenta de pronóstico reservado se atreve a decir sin el menor rubor que México: “es muy seguro” y que por ello se encuentra, en un honrosísimo sexto lugar en el plano internacional en cuanto a la captación de divisas (lo que no se percibe en lo nacional); porque si no, no habrían visitado el país 39 millones de turistas en el pasado año. Lo dice con orgullo.

Es decir, que para el máximo dirigente de un país de más cien millones de habitantes agredidos y vilipendiados, los criterios de éxito se miden por la cantidad de turistas que llegan, no por el de cuántos habitantes han salido de la más insultante pobreza o cómo se ha incrementado el nivel cultural de la población. Y dizque para argumentar tan encopetada afirmación aún profiere el señor presidente: “Ese es el dinamismo que tiene nuestro país, ese es nuestro potencial. Si continuamos por el mismo camino…” Aunque nunca dice que ese “mismo camino” ha llevado a la miseria a miles de familias que poco se daban cuenta de que las estaban tranzando; o de las insuficiencias educativas para los jóvenes, o del desempleo boyante, o de las desapariciones forzadas y de las decenas de miles de desaparecidos; y un largo y ensangrentado etcétera, que aún le buscan un lado patriótico algunos despistados. La confusión entre realidad y demagogia nunca ha sido una buena combinación. La “magia” de las palabras se desgasta minuto a minuto y sólo viene quedando el palabrerío hueco de un discurso institucional e inútil para todos, gobernantes y gobernados.

Como Peña Nieto no sólo se siente dueño de la nación, sino incluso siente que él es el propio México pues con plena desvergüenza, ante una audiencia internacional declaró: “Somos un país de primera y queremos consolidar esa posición” (entre el año 2000 y el 2017 la Comisión Nacional de Derechos Humanos recibió 417 quejas por tortura policiaca). Y en tanto, a la población que se la lleve el carajo aunque viva en un país de primera. En México no tenemos democracia, a duras penas tenemos solamente: “demogacha”.

En un país con miles de asesinados y desaparecidos, el presidente culmina en su gira verbal (nunca saldrá de sus propias palabras aunque viaje a muchos países) declarando con aspecto impecable y hasta autocomplaciente: “Un gobierno que no acepta crítica ni libertad de expresión, siembra intolerancia”. Poner en duda la valía de las organizaciones de la sociedad civil, dice el presidente: “es injusto e irresponsable”; y el más injusto e irresponsable de todos los presidentes que ha padecido el país, con la inconsciencia de un retrasado mental recrea su cinismo gigantesco: “poner en duda la valía de las organizaciones de la sociedad civil es injusto e irresponsable”. Dicho lo anterior por quien ha cometido los mayores atropellos contra la ciudadanía se vuelve siniestro, por más folklórico que pudiera resultar el enunciado. ¿Qué decir frente a tamaña desvergüenza? El silencio puede ser estruendoso cuando nos abruma con preguntas que requieren respuestas inmediatas.

Incapaces de entender que las declaraciones demagógicas no resuelven los problemas nacionales y más bien los agravan, los políticos mexicanos no dejan de afirmar que habitamos en el mejor país del mundo, dicho esto en medio de un paisaje donde los atropellos contra la ciudadanía son la realidad cotidiana de una nación en que las leyes se hacen para transgredirlas. ¿El próximo primero de julio podrá reconocer el gobierno federal la voluntad electoral de un pueblo harto de las mentiras oficiales?