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El país que queremos

Renata Terrazas*

Lo primero que nos debe quedar claro es que el país que queremos es muy distinto para cada uno de nosotros. Dependerá de si vivimos en ciudad o en zona rural, si somos hombres o mujeres, empresarios, funcionarios, académicos o activistas, dependerá también de nuestra formación, nuestras ideologías y de un sinfín de condiciones que nos hacen pensar de una u otra forma.

Lo segundo que nos debe quedar claro es que pensar en blanco y negro es una reducción fatal de la realidad que sólo nos lleva a la polarización y mina completamente el camino para construir de manera colectiva. Quien no piense como yo no está mal, porque se puede disentir y aun así no ser el enemigo.

Como buena politóloga que soy, las elecciones me parecen uno de los momentos más interesantes en la vida política de este país. Personas que se la viven encerradas en sí mismas salen al espacio público –ya sea físico, virtual o discursivo– y se posicionan, discuten sobre política, sobre el ejercicio del poder, sobre quienes aspiran al mismo y sobre las propuestas de las y los candidatos a la presidencia.

De manera desafortunada, la mofa sustituye un debate más profundo y las filias y fobias se anteponen al ejercicio de la razón que nos permita discernir qué proyecto político es más cercano a la visión de país que queremos. Sin embargo, con todos los vicios de una sociedad inmadura en términos políticos, las elecciones siguen siendo nuestra mejor oportunidad para hablar del camino que queremos recorrer juntos.

Porque una tercera cosa debemos tener presente, pasadas las elecciones, seguiremos viviendo juntos, compartiendo territorio y gobierno, siendo parte de la misma sociedad. Las elecciones no son justas deportivas donde nos desgarremos por el triunfo o pérdida de nuestro equipo, sin embargo, no por ello debemos verlas como el tema a evitar entre familiares y amigos. De manera recurrente esa es una recomendación que se nos hace, no hablar de elecciones porque es un tema minado. Pocas cosas tan poco democráticas como tener que silenciar nuestras preferencias políticas para evitar problemas.

Es verdad, en su mayoría, las propuestas se ven sustituidas por soundbites, la reflexión profunda por una reacción ante ataques, la revisión de los diferentes proyectos de nación por errores de los candidatos en televisión o radio. ¿Cuántos de nosotros hemos leído las propuestas de los candidatos a la presidencia? ¿Cuántos de nosotros conocemos a las y los candidatos por los que votaremos tanto en lo local como lo federal? ¿Cuántos de nosotros conocemos las listas de plurinominales de cada partido?

No, lo relevante no puede ser que un candidato haya olvidado el nombre de un libro, que hable despacio o que sonría mucho. Lo relevante tendría que ser sus posturas sobre aquellos temas que nos importan. ¿Vamos a estar todos y todas de acuerdo? Ojalá que no, eso sería una aberración. Vamos a disentir, porque la visión de país que queremos es tan heterogénea como la propia sociedad que conformamos este país.

La invitación que nos quiero hacer es a discutir y debatir, a conocer a aquellos que nos piden su voto, a identificar los proyectos políticos y las posturas que nos parecen las mejores, y que con base en ello ocupemos el espacio público y discutamos lo público. Este país nos requiere a todas y todos, hay que entrarle desde ya a la discusión de las ideas que nos ponen sobre la mesa quienes aspiran a gobernarnos y representarnos por los siguientes años.

* Investigadora de Fundar, Centro de Análisis e Investigación