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Luis Ricardo Guerrero Romero

Prácticamente era imposible no desairarme de lo que le escuché decir a Aurora, una mujer con avanzada edad a mi juicio debería de tener avanzados razonamientos, sin embargo, todavía el día de ayer me comentó que, de la boca del cura había oído que éste era una buena persona, debido a que el tipo de vestimenta oriental en Occidente le había dicho que diariamente en misa hablaba con Dios, el resto de la muchedumbre y yo increpábamos diciéndole: —¿cómo sabes que ese cura no te engaña, que lo que te dice es falso?, a lo que el ingenua creyente respondía (sin pesar, sobra decirlo): —¡cómo me va a engañar una persona que diariamente habla con Dios—. Así de un charco a un tsunami, se hundía en la ignominia la Aurora ensombrecida.

Luego de unos otoños, el mismo parlante estafador, le sugirió a Aurora que sería conveniente heredarle a la Iglesia un terrenito, a cambio de que Dios vería su bondad con buenos ojos y no le negaría la vida eterna. Convencida de su cercanía con Dios y sus designios el trato se llevó a cabo, antes de morir Aurora, el terreno ya era del Reino de este mundo, en donde no hay vida eterna porque inconcusamente es una estafa aquí en la tierra como en el cielo.

En el funeral de Aurora, no hubo quien le rezara de corazón, la mente y emociones de sus hijos estaban ocupadas peleando las herencias, mientras que, en la fantasía de la vida eterna, docenas de religiones gozan de los estipendios de almas arrepentidas por una culpa-estafa que no cometieron.

Cuando oímos la palabra estafa, es casi automático pensar en el derecho penal, y es muy probable suponer que se trate de dinero, es también inmediato asociarlo con situaciones fraudulentas. Pero, qué tal si recordamos que una voz derivada de dicho verbo es también estafeta, y recordamos a la vez que es un instrumento en las competencias atléticas de relevos. Entonces, ¿estafar de dónde viene? Como le leímos en el texto anterior en donde se ilustra la estafa de toda religión: la vida eterna, se puede entender que, es un ejercicio de peldaños, de un paso tras de otro; la voz latina: stapes, stapetum: estribo, en su traducción italianizada a partir de: staffare. En lenguas sajonas inclusive se conserva medianamente la morfología de la palabra latina con el mismo significado: step, escalón o paso a paso. De tal suerte tenemos que el sustantivo estafeta tiene correspondencia con avanzar. No obstante, ¿qué diablos tiene que ver la estafa?

Además de ver que desde su paso al italiano su escritura es semejante, staffegiare es salirse de los estribos, es decir, quedarse suspendido entre escalón y escalón. De tal modo, en nuestro lenguaje estafar es engañar, metafóricamente un estafador nos deja colgando, suspendidos de un paso a otro paso sin lograr avanzar. Tal como lo es la vida eterna, la estafa por antonomasia, la estafa más rentable y con la mejor mordaza, la fe sin razón como contratista.

l.ricardogromero@gmail.com