Difícil, que se apruebe alza a las tarifas del agua, dice diputada
8 noviembre, 2016
Presentan petición de juicio a Óscar Vera y consejero Ponce
8 noviembre, 2016

Estigmas contra migrantes

Guillermo Luévano Bustamante

El 6 de noviembre pasado apareció una nota en este diario donde el reportero Samuel Estrada refiere que el delegado del Instituto Nacional de Migración en San Luis Potosí, Mauricio Castañón Malagón, previene a la ciudadanía sobre lo que él considera un engaño: que hay mexicanos que se hacen pasar por migrantes “ilegales” para pedir “limosna”.

La declaración se enmarca en una visión que he percibido hace unos años en ciertas personas al frente de instituciones gubernamentales que deberían coadyuvar con grupos vulnerados y que, en vez de eso, les revictimizan. Recuerdo no hace muchos años una campaña del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), en la que pedían a la ciudadanía no dar “limosna”, incluso había una especie de señalética en los cruceros de calles y avenidas que simbolizaba una especie de prohibición de la caridad (¿o de la mendicidad como en el siglo XVIII?). Esas campañas rememoran las emprendidas contra el ocio, la vagancia y la mendicidad en el virreinal siglo XVIII y aún en el republicano XIX, en los que se castigaba a las personas “inactivas”.

Esta consideración contemporánea, supongo, parte de la idea de que quien no produce lo hace por su propia voluntad (los pobres son pobres porque quieren, reza una trilladísima letanía clasista y socarrona y parecen repetirla ciertas personas desde la función pública, lo cual implica, además de una incomprensión sobre las causas estructurales del empobrecimiento, una revictimización sobre quienes lo padecen. Como si la pobreza fuera realmente una elección de vida y no estuviera atravesada por el mal de la desigualdad y la exclusión de formas dignas de subsistencia a la mayoría de la población, debido al favorecimiento que hacen desde hace décadas los sistemas políticos para que unos cuantos individuos se enriquezcan de forma desproporcionada. Es un modelo económico, no una decisión individual, la causa de la pobreza lacerante en el país y en los demás que comparten la tragedia de la creciente e indignante desigualdad.

La declaración del delegado Castañón es insensible: contribuye a la estigmatización de las personas migrantes, que ya suficientes adversidades sufren desde su lugar de origen para decidir abandonarlo y buscar otros mejores lugares para la preservación y reproducción de sus condiciones materiales de vida; presupone que las personas migrantes se sostienen de la caridad, (y además, que lo hicieran por voluntad propia, como ya se dijo); desconoce que el país en el que habita tiene sus propios millones de pobres, que no necesitan “disfrazarse de migrantes” (¿?) para “parecer más pobres” (¡!).

Por los acercamientos con migrantes en los últimos años me ha sido posible constatar que más que dinero solicitan objetos concretos, comida, artículos de limpieza. Que la colaboración que reciben de la sociedad es apenas un paliativo a las múltiples necesidades que padecen. Que la alerta del delegado del instituto de migración funciona más como un señalamiento discriminatorio, clasista y hasta xenofóbico. A menos que demuestre la evidencia que sustente su dicho –¿realizó algún estudio para llegar a esa conclusión?– en nada contribuye a su labor ese tipo de afirmaciones.

Twitter: @GuillerLuevano

Guillermo Luévano
Guillermo Luévano
Doctor en Ciencias Sociales, Profesor Investigador en la UASLP, SNI, columnista en La Jornada San Luis.