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¡GRITA! Impresiona mi cuerpo

Luis Ricardo Guerrero Romero

Parece común mandar un whats app en mayúsculas, con la justificación de que así no se está obligado a tildar (acentuar) las conversaciones, sin embargo sea por costumbre o por regla, al escribir sólo con mayúsculas lo que indicamos a nuestro receptor (pareja, jefe, camarada, familiar, etcétera) es que: estamos molestos o alguna emoción nos invade puesto que le mandamos un mensaje escrito a gritos. Además de que el hecho de escribir en mayúsculas no justifica el no acentuar las palabras.

Gritar en algunas circunstancias es producto de la emoción –llamémosla positiva o negativa, aunque la emoción ni es buena ni mala–, por ejemplo al experimentar un exceso de adrenalina en actividades lúdicas, o al mezclar el amor y la sensualidad en donde un grito expele una vorágine de pasión. Asimismo, hay gritos cuando la vida nos golpea a causa de nuestras aptitudes, y en temas del dolor físico será por consecuencia de nuestros actos la sucesión de los gritos –las actitudes distraídas nos dejan contusiones–.

Por su misma constitución morfológica la palabra gritar, nos parece que es ruda, fuerte, grande, al escuchar grito, nos imaginamos gente exacerbada o extasiada, y aunque gritar sea más frecuente por regaños o discusiones hay quienes genialmente han hecho del grito una obra de arte, tenemos por ejemplo los primeros versos de Himno entre ruinas, en donde Octavio Paz nos presenta al astro sol de una forma magnífica: Coronado de sí el día extiende sus plumas. / ¡Alto grito amarillo, / caliente surtidor en el centro de un cielo /imparcial y benéfico! Al habar de este poema, el título ya nos sugiere recordar varios himnos nacionales en donde el grito es un elemento terco para exhortar a la guerra.

El poeta uruguayo Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia –conocido en el bajo mundo como Mario Benedetti– en su poema Te quiero, indica algo que es lógico pero con elegancia para la insurrección: tu boca que es tuya y mía / tu boca no se equivoca / te quiero porque tu boca / sabe gritar rebeldía.

Saber gritar es algo que muy pocos dominamos. En la antigua Roma se gritaba para pedir ayuda, ya nos lo dice el origen de esta palabra del latín quirito, invocar a los ciudadanos y del verbo quiritare, el cual originó el critare de latín vulgar. Además recordemos que Quirinus es el nombre otorgado a Rómulo en el mito fundacional de Roma, más aun, los romanos reconocían a Quirinus como un dios guerrero, Grimal explica que existía relación con el dios Marte (Marte, Ares, guerra, gritos de auxilio). Es decir que nuestra palabra en cuestión surgió del invocar ayuda, quizás a un dios, o a los ciudadanos: quirito> crito> grito (el lexema: cri [cry] aún se deja oír en el inglés: cry out, gritar), o mejor dicho: quiritare> critare> gritare> gritar. Por eso decimos que gritar es estar poseído por alguna emoción o demonio –en casos particulares–, como el que se narra en Lucas 8: 26-28 “un hombre endemoniado desde hacía mucho tiempo al ver a Jesús, lanzó un gran grito, y postrándose a sus pies exclamó a gran voz: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes”. En lo anterior se observa una suerte de epíteto: un gran grito, tal como lo citamos en el poema de Paz.

No podemos imaginarnos jamás un grito por parte del mismísimo Demonio, ni por el majestuoso Creador, pues esto representaría dotar de materialidad lo inmaterial, pero sí podemos imaginar el grito del mal en un crimen de lesa humanidad, o vibrar en alegría cuando la vida nace.