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Luis Ricardo Guerrero Romero

Parece que fue hace mucho, pero en realidad no, quizá un par de días o de horas cuando se me ocurrió lo que ya se sabía desde que me inicié en la espiritualidad yoruba. Aunque me fue sumamente complejo entender que debía de renunciar a tanto de mis creencias, de todos modos, lo hice porque así estaba escrito. Me pareció que tal o cual cosa sólo era una hilera de sensaciones que de alguna manera habrían de acontecer. Aunque, tengo que decirlo de este modo, todo lo que nos pasa a los seres vivos es una hilera de concurridas manifestaciones ajenas, pero que poco a poquito vamos adaptando a nuestra realidad. Llámese: familia, amigos, trabajos, proyectos; y hasta la suerte se hila, se forma para ver si nos toca o nos sigue dejando en el receso de la esperanza.

Aunque el desasosiego se difuminó luego de entrar a la regla Osha, me es inevitable entender el cómo me identifico plenamente con aquellos versos de César Vallejo que claman: “Yo nací un día que Dios estuvo enfermo. Todos saben que vivo, que soy malo; y no saben del diciembre de ese enero. Pues yo nací un día que Dios estuvo enfermo. Hay un vacío en mi aire metafísico que nadie ha de palpar: el claustro de un silencio que habló a flor de fuego. Yo nací un día que Dios estuvo enfermo” (fragmento. espergesia). Bueno, lo que pasa es que no se puede pensar en otra cosa distinta que no sea la vida decantada para la muerte, lo que pasa sustancialmente es que ineluctablemente uno sigue siendo una hilera de cosas, en ocasiones firmes cosas, en otras frágiles. La broma de algún dios, la angustia de alguna madre, la zozobra de alguna alma. No obstante, somos ese momento.

No hace mucho que pienso otra vez esto, será cosa de años, quizá unos 60 o más, probable es que ese cúmulo de ideas enfiladas ya estaban sedimentadas en mi semilla y por eso me voy creciendo en la santería, para ser más tú y menos yo.

La hilera, un sustantivo poco empleado, de eso divagaremos hoy de modo sucinto. No traeré aquí los husos de las parcas o moiras, ni tampoco el hilo de Casandra. Por el momento sólo diré que para muchos nos resulta inmediatamente la semejanza ente fila e hila, esto es porque en nuestro lenguaje, muchas de las palabras iniciadas con /h/ pasaron a nuestra lengua con una /f/, gracias a la herencia de la lengua latina. Sin embargo, la palabra que nos tiene colgando de un hilo ahora es: hilera. Tal voz es posible revisarla a partir y desde el antiguo griego: ιλη (jile> hile) tal palabra inicia con una iota con espíritu áspero, lo cual la hace pasar con /h/ en nuestro idioma. En el lenguaje helénico tal voz significó: banda, compañía, multitud, grupo de soldados: ¡Agrúpense en hileras espartanos! Se podía escuchar en las batallas.

Luego esas mismas líneas de hombres disciplinados fueron la analogía para las distintas especies que hilan, es decir, que se organizan. A decir verdad, pasó lo mismo con todo nuestro sistema circulatorio, ese tejido arterial con hileras milagrosas que nos dan flujo en la vida. Así pues, una hilera es una fila, y no una filera; aunque algo con filo, tiene un hilo cortante.

l.ricardogromero@gmail.com