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Huachicoleros en Guanajuato

Renata Terrazas*

Guanajuato ya no es un estado seguro, desde hace varios meses se ha convertido en un territorio en pugna por el crimen organizado. Años viajando a ese estado jamás pensé que la violencia lo alcanzaría. No imaginaba que pudiera ser un estado atractivo para la venta de drogas o que fuera una plaza peleada por los cárteles. Pero el crimen organizado toma varias formas, una de ellas el huachicoleo.

Por años pensamos que el robo de gasolina era un tema menor, pero el año pasado nos explotó en la cara y pudimos dimensionar la gravedad del problema. Guanajuato forma parte de los estados que se han visto invadidos por esta actividad ilícita que le roba recursos al estado mexicano y genera, a punta de balas, un mercado negro donde colocan el producto de su hurto.

Diversas ciudades de Guanajuato están en este momento bajo fuego. Guanajuato es uno de los cinco estados más inseguros en el país. Con el alza de homicidios dolosos, la mayoría relacionados con el crimen organizado, se ha convertido en una zona de guerra en donde las personas son asesinadas en sus oficinas, en restaurantes, en las calles.

Diversos expertos relacionan la espiral de violencia en los estados del centro con el robo de gasolina. Pudiera parecernos extraño, no es un tema de drogas, ¿por qué habría de generar tanta violencia? La respuesta es algo más complejo que lo que se pueda desarrollar en estas líneas, pero un principio sencillo puede seguirse: las leyes escritas se sustituyen con acuerdos donde se impone la ley del más fuerte, en este caso, del más violento.

La violencia crece en un estado donde reina la impunidad. A tal grado es así, que hace unos días conducía entre las ciudades de Celaya, Guanajuato y Querétaro, Qro., y atestigüé el descaro con el que se permite el florecimiento del crimen organizado. Fue impresionante ver, a pie de carretera, gente vendiendo gasolina en tambos. Cada que un camión pasaba le hacían señas para que parara y cargara gasolina. No sé cuánto cueste el litro de gasolina y diésel robados, seguro que, comparados con el alza de precios actuales, bastante menos como para ahorrarle miles de pesos a los camiones de carga que transportan productos en el país.

La impunidad con la que una centena de personas venden gasolina, presuntamente robada, sobre la carretera, a la vista de las policías y cualquiera que por ahí transite, me hace pensar seriamente en las acciones del estado mexicano para reducir la oleada de violencia en el país. También me hace pensar en la colusión con las autoridades y, por supuesto, en la participación de la sociedad en las actividades delictivas.

La esquizofrenia de nuestro gobierno que envía al ejército a combatir criminales a los que deja vender su producto ilegal en territorio federal parece no ser la estrategia adecuada. Los dos estados más seguros de la República han dejado de serlo y parece que vamos perdiendo el territorio, estado tras estado.

* Investigadora de Fundar, Centro de Análisis e Investigación