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Luis Ricardo Guerrero Romero

Georgiana murió el día de ayer, y sus padres, sus hijos y sus amantes la recordaron con globos blancos lazados en al aire. El que había sido su marido por pena o por honra no asistió a los ritos fúnebres en la fecha precisa, sólo un día antes fue a visitar el espacio donde descansaría perpetuamente la finada Georgina. Qué cómo sabía dónde iba quedar; sencillo él es dueño del camposanto. Desde adolescente se inclinó al cuidado de los muertos, con su axioma personal: “la muerte nació conmigo”, con su oficio de maquillista: tanatopractor, con su pasión, la tanatopraxia, con su frenética afición a la muerte, decidió ir a dar el último adiós a la que fuera su mujer, y la mujer de otros cinco como él.

Georgina no supo que su exmarido estaría allí, antes que todos, pero la sangre llama, y en esta situación fue la sangre de expareja que también fue su primo en otro tiempo la que movió a Isaac visitar la no-tumba de Georgina, pero de uno u otro modo, él ya le había dejado un poco de lágrimas, un poco de nostalgias a la que fue la protagonista de la traición. Sin embargo, el día de la despedida convencional, Isaac reía mientras de su aliento un aroma a ron y vino tinto exudaba mil recuerdos.

Llamar es un ejercicio por antonomasia del ser, no sólo del humano, también del no humano, pero sí viviente. Llama la abeja a su enjambre, llama el sapo a la anura, llama el perro a la jauría, llama el humano a sus amigos. La diferencia de este último es que sólo llama a sus amigos y al resto los discrimina, los hace menos, no le importan. El llamado es un grito, un convocar de modo natural. Hoy entendemos tal verbo como el ejercicio de hablar a alguien de modo rápido, como quien llama por algún teléfono móvil. En inglés se conserva un poco lo fonético de tal palabra: call, es clamor, clamar es llamar, consonantes /cl/ pasan al español como /ll/, y fue del latín: clamor-is; de donde se heredó nuestra llamar. De tal suerte que, llamar es entendido como un clamor un grito. De allí que la expresión: “la sangre llama”, puede entenderse como la sangre que grita, la que se anuncia, la que hace reunirnos y nos acerca al otro, no al prójimo, o al semejante, sino a cualquier ser se nos anuncia, que nos llama.

l.ricardogromero@gmail.com