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La verdad sin correspondencia

Pilar Torres Anguiano

En este espacio ya habíamos comentado que la filosofía de herencia aristotélica concibe a la verdad como la adecuación o correspondencia entre el entendimiento y lo real. Pues bien, a los filósofos se les acusa de poner en la mesa problemas que nunca acababan por resolver, discusiones bizantinas. Algo hay de cierto para Richard Rorty, el filósofo pragmático norteamericano que en su obra La filosofía y el espejo de la naturaleza, cuestiona a aquellas posturas filosóficas, carentes de autocrítica, que se adueñan de lo verdadero y juzgan toda la realidad, de la cual no se dignan a formar parte; divorciándose del mundo y encerrándose en su propio metalenguaje. Así, rechaza la teoría de la verdad como correspondencia.

El tema que subyace en la argumentación de Rorty es el convencimiento de que no deberíamos pensar que la investigación, ya sea en la ciencia o en cualquier otra área de la cultura, apunta hacia la verdad, sino que se limita a resolver problemas. En esta temática, sólo la desacreditada teoría de la verdad como correspondencia, hace plausible la idea de que se trata de una meta, de un punto de llegada.  Una vez que se abandona tal noción, se puede empezar a dudar también de que la investigación deba dirigirse hacia un punto determinado y, en consecuencia, contemplar sus horizontes como algo en constante expansión, a medida que tropezamos con nuevos problemas.

El pragmatismo de Rorty pretende mostrar que el rasgo que define a la tradición filosófica occidental –que la raíz común de los problemas filosóficos-– es el miedo a perder contacto con lo real, con el ser aristotélicamente entendido. Rorty afirma que el deseo de objetividad en la verdad es un intento de evitar enfrentarnos a la contingencia, por escapar del tiempo y el azar. El pragmatismo –norteamericano o no– nos reconstruye dos grandes mitos occidentales: la creencia en una razón autónoma, transparente y universal, la confianza en la búsqueda de la verdad en si misma.

Richard Rorty hace patente la rendición posmoderna de la filosofía en favor de la literatura. Para él, el esfuerzo tradicional de filósofos y científicos por ir más allá o más acá del lenguaje para descubrir una verdad universal y eterna, ajena a la contingencia y al azar, resulta fallido. Propone pera ello una cultura postfilosófica en la que poetas y novelistas asuman el papel de vanguardia cultural.

Para Rorty, no es la perplejidad el impulso que subyace a la filosofía, sino el miedo. El miedo a la vejez, al cambio o al tiempo, es lo que ha motivado la búsqueda de una naturaleza, de una verdad imperecedera y universal. Por ello, la raíz común de los problemas filosóficos es el miedo a perder contacto con lo real, con el ser.

La crítica generalizada al planteamiento pragmático dice que confunden la verdad con la justificación. Es decir, nunca se podrá encontrar una conexión interesante entre el concepto de verdad y el de justificación, porque la verdad –como la entiende la filosofía– es algo que se busca por sí misma.

Tras esa rendición de la filosofía, encontramos un motivo pragmático: parece ser que la filosofía ya no sirve para aquello para lo que fue pensada. La razón filosófica y científica había sido entronizada como una nueva religión que defendía dogmas, desde el lema de la ilustración “sapere aude” (¡atrévete a saber!) de Kant. En la cultura postfilosófica que Rorty anuncia, la pretensión filosófica de ser expresión de una realidad o verdad universal ya no encontraría ninguna audiencia, porque es una sociedad en la que nadie experimenta ya la necesidad de buscar sustitutos filosóficos o científicos para el absoluto.

Pensamos que para no convertir la polémica tradicional –pragmatista–, en un diálogo de sordos, habría que distinguir que mientras para unos, la filosofía es la ciencia de todas las cosas por sus causas últimas, el amor a la sabiduría y lo teleológico, para otros es simplemente un punto de vista sobre la realidad para una audiencia determinada. No nos peleamos, de cualquier forma, aunque la visión que de ella se tenga sea reduccionista, de todos modos, de la filosofía no se sale ileso.

@vasconceliana