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Pilar Torres Anguiano

Son las aguas de marzo,
es verano es canción,
la promesa de vida,
de tu corazón.
Antônio Carlos Jobim

¿Les gusta la bossa nova? Los que saben, la entienden como a una reformulación estética entre jazz y samba… En teoría suena raro, pero sabemos que en la práctica es real, es ritmo, armonía y belleza pura. Dicen también que el bossa es el resultado de un experimento, motivado por la obsesión contra lo ruidoso que le parecían los ritmos de su tiempo. A veces de una obsesión puede obtenerse algo maravilloso.

Las aguas de marzo. Traigo pegada esa canción a raíz de un tuit que me encontré, que coincidía –obviamente– con el inicio del “mes de la mujer”. Ya van siete días y no se me despega… Es una canción linda, tranquilizante; un poco triste, un poco alegre y muy poética. Habla del fluir y los cambios, la naturaleza, lo que se renueva. De las implacables lluvias que se avecinan en el hemisferio sur y que con sus corrientes arrastrarán muchas cosas: piedra, barro, caminos…

Marzo, ese que ahora le llaman “mes de la mujer”, parece ser un estado de ánimo, una sensación de fuerza, una promesa de vida.

Como sabemos, marzo es el mes dedicado a Marte, dios de la actividad fundamental de los antiguos romanos: la guerra. Se le representaba siempre con armas, para proteger al pueblo de los enemigos.  Marte es intrépido, temerario, valiente, virtuoso (de viril); era la inspiración de los guerreros y quien los conducía a la victoria.

Sin saberlo, al dios Marte, uno de los indiscutibles pilares de la civilización occidental, lo invocamos cada martes, cada que llegan las aguas de marzo, cada que utilizamos el término ‘marcial’ y sus derivaciones, marcha y muchas otras palabras relacionadas, directa o indirectamente, con guerra y con masculinidad. Así, la civilización occidental es –aparentemente– patriarcal desde la médula.

Sí, ya sé, eso no es más que un mito… y ahora estamos en la era de la información y del conocimiento; pero, independientemente de los avances científicos, un mito integra experiencias, rituales, sueños, costumbres; y los organiza en un relato que busca el sentido a la vida de un individuo, de una cultura y, a veces, del mundo entero.

Carl Jung habla de una tendencia innata a generar imágenes con intensa carga emocional que expresan la primacía relacional de la vida humana. Es decir, es un hecho que las palabras y el pensamiento no nos alcanzan para expresar lo que necesitamos, por eso el recurso del mito sigue presente en la base de la cultura. En la nuestra, patriarcal, esa rancia figura de Marte como padre de la hombría, está en todos lados.

Sin embargo, en los mitos hay también verdades atemporales, si sabemos mirar más profundamente.

Marte es el dios bélico, pero también es el dios de la agricultura y guardián de la vida en los campos. Sus dominios eran los bosques misteriosos habitados por caballos de batalla y lobos, pero también bueyes labradores, cerdos y carneros. Se le pedía tanto la victoria en la guerra, como la protección en la tierra. Se le ruega que traiga buenas cosechas, que cuide a la familia.

Paradójicamente, el mes de la guerra, también estaba dedicado a Juno, la Magna Mater o Diosa Madre, en cuyo honor, se celebraban las Matronalias. En esos días, las mujeres eran veneradas, acudían al templo, recibían el respeto de los miembros de su familia y –al menos en ese día– se decía que tenían todo el poder. El poeta Ovidio (nacido en marzo, por cierto), se preguntaba la razón de que unas fiestas femeninas se llevaran a cabo en el mes consagrado a Marte; una de las respuestas posibles, es la antigua conmemoración de la paz entre los romanos y los sabinos, que se llevó a cabo gracias a las mujeres (hijas y hermanas de los sabinos; madres y esposas de los romanos).

Hubo un tiempo en el que el año iniciaba con el mes de marzo. Cuando la vida renace y se renueva el fuego. Terminaba la purificación de febrero, la gente retiraba los laureles secos de las puertas de sus casas para colocar ramas frescas y las mujeres dejaban sus cabellos sin peinar. Marzo –con sus aguas en el hemisferio sur y con su primavera, en el norte– son el anuncio de que la tierra venció la adversidad y vuelve a ser fértil.

El dios de la guerra era, al mismo tiempo, un dios asociado a la tierra; a la protección tanto física como espiritual de la misma. Si sabemos ver, también se devela una verdad: que, como Marte, los hombres pueden ser tan guerreros como protectores; y, como Juno, las mujeres son tan cálidas como intrépidas, temerarias o valientes.

Al más viril de todos los dioses, se le adoraba en el mes de la renovación de la naturaleza y de la celebración de la vida y de la paz, que solo es posible por las mujeres: fuerza creadora de la civilización. Ellas también son de Marte, y ellos también son de Venus.

Por cierto, y volviendo al bossa nova, cuentan también que la canción de la que hablábamos al principio, se refería en realidad a la descripción del terreno donde el compositor construiría, lleno de ilusión, la casa de sus sueños, en medio del campo, durante el mes de marzo de 1972.

Tal vez el año debería seguir iniciando en marzo.

@vasconceliana