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Lo aparente como coartada

Ignacio Betancourt

Tal vez debiéramos preguntarnos el por qué de la imprescindible necesidad de simulación en la mayoría de los políticos mexicanos. Cuál podría ser la necesidad de mentir cotidianamente, en toda clase de empleados gubernamentales y jerarquías empresariales. Como ya nadie cree en tales personajes, tendrán que empezar a creer en sus propias mentiras ellos mismos. “Durante su sexenio Peña Nieto ha gastado un millón de pesos por hora para publicitarse, es decir, 24.8 millones al día.” (Revista Proceso núm. 2133).

El asunto es tan grave que además de ser una enfermedad institucionalizada a lo largo y lo ancho del territorio patrio; como ya nadie les cree muy posiblemente la mayoría de los funcionarios y grandes empresarios tendrán que empezar a creerse sus propias mentiras. La persistencia en el engaño los vuelve esquizofrénicos; indiferentes a todo reclamo popular están condenados a habitar en una realidad que construida desde la simulación sólo ilusoriamente los pone a salvo. No nada más se ocultan a sí mismos de su propia realidad depredadora, sino que convierten al país en una gigantesca mentira impuesta por su mitomanía y sustentada en multitud de leyes que les permiten seguir engañando con toda impunidad. De esta manera sobreviven ajenos a la población, ocultándose a sí mismos el horror cotidiano de su habitual proceder.

Es tanta la necesidad de ocultar la permanente corrupción (en lugar de combatirla), que más les vale creerse lo que dicen, pues de otra manera además de enfrentar los justos reclamos de la población tendrían que enfrentar a sus propios demonios y reconocerse como lo que son: un engaño permanente en la depredación inmisericorde contra el ciudadano. Por tanto, las declaraciones más inverosímiles son transformadas a toda costa en una “realidad” donde los grupos más fuertes económica y políticamente, inventan un México en donde ellos se suponen salvadores de la patria. El gran empresario no explota, genera empleo. El político no engaña, da esperanza, etcétera, algo que les permita negarse a sí mismos como los ladrones y los criminales que en verdad son. “Entrego mi vida al servicio de la ciudadanía”. “Nací para servir. Sólo estoy cumpliendo un honorable destino”.

Para eso les sirve su ideología, les ayuda a imaginarse menos nefastos de lo que en realidad son. Cuando los servidores públicos sólo tienen el autoritarismo y la mentira para asirse a una supervivencia que no los evidencie como delincuentes, los problemas de cualquier país estarán condenados a una permanente falta de solución.

El accionar de la clase política no nada más degrada la realidad nacional, sino que al establecer lo aparente como coartada construyen un mundo en donde sólo son lo que aparentan ser. No cabe esperar peras del olmo, habrá que podar los viejos árboles para sembrar otros. Urge.