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Lo brutal se ha vuelto el pan de cada día

Ignacio Betancourt

E s extraño el país en que habitamos, pleno de contrastes insospechados México resulta impredecible, ahora lo brutal se ha vuelto el pan de cada día. A ocho columnas un periodico nacional publica como algo normal: “Exhumarán hoy para un peritaje al normalista desollado” (no dice que los criminales eran fuerzas estatales), y también se escribe y habla de multitud de fosas clandestinas con decenas de cuerpos humanos y de alguien que se volvió un experto en disolver cadáveres de hombres y mujeres asesinados y de cabezas humanas en los lugares más inusitados y de cadáveres pendiendo de los puentes como piñatas macabras que nos recuerdan en qué país habitamos y bajo qué gobierno, muy puntual en cobrar los impuestos para seguridad (gulp) aunque se viva bajo el terror más impune. En todos los medios de difusión se habla de osamentas desaparecidas en ácido o de jóvenes incinerados en basureros por policías y delincuentes, como si se hablara del clima o de algún deporte ¿a qué grado de vileza espiritual puede llegar un pueblo y un gobierno?

Según la prensa escrita, radiofónica y televisiva (es decir gubernamental), cuando se habla de miles de asesinatos impunes o de miles de desaparecidos pareciera que sólo se trata de sonidos, de palabras vacías, de abstracciones inconfesables, poco se alude a que cada mexicano (o extranjero) asesinado o desaparecido con la complacencia o por lo menos la complicidad de autoridades de todos los niveles, es un ser humano con una historia personal (víctimas y victimarios), una familia, una cotidianidad plena de referencias de toda índole, recuerdos, emociones, sucesos, datos puntuales, redes de experiencias compartidas con multitud de seres humanos de todas las edades y condiciones sociales; ciudadanos mexicanos (o no) destruidos por la desaparición de un ser querido, o de algún conocido o de cualquier hombre o mujer con sueños y necesidades, esperanzas y frustraciones iguales a las de muchísimos. ¿Cómo es posible que se vuelvan “normales” tamañas anormalidades? ¿qué hemos hecho o dejado de hacer para que tales acciones existan impunemente?

El dolor de decenas de miles duele como fuego sobre la piel (y bajo la piel) de familiares y conocidos y desconocidos; creo que la solidaridad no es simplemente ocuparse del otro sino además ocuparse de uno mismo, al desubrir que somos iguales a los otros, vulnerables como ellos, finitos como todos (víctimas y victimarios); los demás también somos nosotros. Si las mayorías no están bien, ciertamente nadie podrá estar bien (por más que la indiferencia carcoma la dignidad). Ante realidades tan devastadoras habría que proponer las más diversas posibilidades de solución (alguna podrá funcionar), por lo pronto pienso en una generalizada campaña de concientización no ideológica en la que todos participemos de maneras distintas; el título de tal empeño podría ser “No te hagas pendejo”, van algunos ejemplos: cuando Peña Nieto declara que la transparencia es el “mejor antídoto” para la corrupción, habría que recordarle el título de la campaña; cuando algún ciudadano supone que nada puede cambiar porque siente como lluvia o viento a la corrupción y al abuso, podrá emplearse el No te hagas pendejo. Así se podría seguir con infinidad de casos, todos encaminados a mirar lo que hay detrás de los hechos, sus causas (sus soluciones), se podría corroborar que prácticamente en todos las situaciones subsiste una oscura forma de complicidad cuyo antídoto es simple y llanamente no hacerse pendejo. Ya imagino grandes espectaculares con el título de la campaña (que podría iniciar como programa piloto en el estado potosino para luego implementarse por todo el país). Además se podrían hacer millones de “engomados” para pegarse en los lugares más inusitados, por ejemplo en los baños, en los postes, en los confesionarios, en los autobuses, en las escuelas, en las cantinas, en las iglesias, en los burdeles, en las fábricas, en las oficinas, en los resturantes, en los supermercados, etcétera.

Ocuparse de lo supuestamente menor o incluso insignificante hoy resulta una tarea ética (y pragmática) insoslayable. Pensemos en las consecuencias de menospreciar oficialmente a los municipios: de manera encubierta la indiferencia y la complicidad gubernamental entregaron a la delincuencia organizada (y a la desorganizada) el destino de la mayoría de los municipios, pasando por alto que son la esencia de la República y veamos los resultados, ahí sí que hacia abajo y hacia arriba la delincuencia se ha apropiado del país, de instancias y funcionarios que hoy sólo realizan las imposiciones de los delincuentes empoderados (por algo han llegado a ser la misma cosa). El haber ignorado la importancia de los municipios facilitó la entrega de gubernaturas y gabinetazos a los intereses más nefastos, y ahora sí ni la virgencita de Guadalupe podría ayudar a salir milagrosamente del atolladero pues la solución a los problemas terminales de una nación sólo son tarea de su ciudadanía.

Del desconocido poeta potosino Juan de Alba (1910-1973) va un fragmento de su poema titulado Clamor al dinero: IV Ya la reina Humanidad,/ cuando tuvo al rey Dinero,/ era esposa del rey Mundo/ desde un tiempo… hacía tiempo…/ Remota, remotamente,/ la reina y su rey Primero,/ se amaban y conocían/ cada quien según su reino./ Amaba el rey a la reina/ con un mudo amor sereno,/ más la reina amaba al rey/ más que con alma, con cuerpo./ La reina, crece que crece…/ ¡ay, ay, cómo va creciendo!/ ¡tiene un hambre del rey Mundo!/ ¡qué hambre, qué hambre!… suda el seso,/ suda de amor sanguinario…/ ¡pobre rey el rey Primero!/ Ama y crece y suda ella…/ ¡Va a dar a luz!… ¡qué silencio!…/ ha nacido el rey Segundo/ mansamente, sin estruendo…/ ¡Qué gallardo te encaminas,/ rey Segundo, rey Dinero,/ a rey de misericordia,/ primavera de tu reino!/ ¡Ay, qué loanzas!…¿qué digo?… rey-muerte… mortal imperio…/ al hijo pudre la madre,/ y los dos pudren el tiempo…/ Cima en la historia del odio/ que es en tu madre un océano,/ tu madre te ama en el crimen/ contra sí misma y su reino./ La reina está dividida/ de su mente y de su cuerpo,/ reina loca que hace loco/ a su hijo el rey Dinero./ El rey Mundo, mientras tanto,/ sigue fuerte, sigue fresco…/ ¡Ay la reina, reina loca,/ loca de remate ancestro,/ cuánto a tu esposo el rey Mundo/ y a tu hijo el rey Dinero/ les asesinas la esencia/ de altos bienes y altos reinos!/ Reina loca dude y dude/ de que el rey Mundo es rey cierto,/ lo apesta en contradicciones:/ que es realidad, que es espectro,/ que existe, que no, que sólo/ función es del pensamiento…/ ¡Reina loca, reina loca,/ loca madre del dinero/ es tal el odio por tu hijo/ que lo haces diablo sin freno!/ (…)